El regreso de Rocío Carrasco a Montealto: mucho lirili, poco lerele

Sonsoles Ónega pasa tantas horas trabajando en Telecinco que sentí un leve sobresalto al comprobar que el nuevo corte de pelo de Rocío Carrasco es exactamente igual que el de la presentadora de ‘Ya es mediodía’ y ‘Ya son las ocho’. El mismo lateral frondoso, con mechas claras y ese pelo duro tan difícil de domar. Luego vinieron las ganas de bailar al escuchar ‘Mamá’ de Rigoberta Bandini, que como si tuviéramos poco con la turra del Benidorm Fest, fue la banda sonora de este programa tan anunciado y celebrado de la cadena de Vasile.

Y lloré, claro. Como se llora cuando se recuerda la época en la que uno fue feliz aunque no necesariamente más guapo.

Poco más fue el tan anunciado ‘Montealto’, que tiene nombre de urbanización con aires de grandeza, de nuevo vecindario en las nuevas temporadas de ‘La que se avecina’.

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A. Rodríguez

Ni una hora estuvo Jorge Javier Vázquez conversando con la hija de la Jurado y Pedro Carrasco en la reproducción de lo que fue la casa en la que convivió con sus padres. Un trabajo del “equipo de escenografía y arquitectos de Mediaset”, dijo el de Badalona antes de presentar a un equipo de colaboradores que apenas pronunciaron media frase.

La que escribe se quedó con un profundo sabor a decepción. Después de tantas listas juradistas de Spotify a mis espaldas y ese fandango llamado ‘Aunque me voy, no me voy’ que sonó durante la capilla ardiente de la de Chipiona; tantas portadas de '¡Hola!', tantas entrevistas en mi memoria y tanto hablar de la casa de La Moraleja en la que pasó todo para hacer un programa en el que no pasó casi nada.

La Carrasco sigue sin ser la que asegura que fue antes, esa niña a la que su madre definía en una entrevista realizada en 1984 como extrovertida y con el mismo carácter que ella. “Me gusta mucho cómo es mi hija”, decía al periodista, uno de los mejores piropos que un progenitor puede decir de las criaturas y viceversa.

Sigue teniendo el rictus hierático y la mirada triste de la que aún no ha salido al balcón a tomar aire. “Mi madre no hubiera reconocido mi temor, mi cobardía y este hacerme pequeña”, contó tras escucharla y en una habitación muy blanca, muy rosa y con muchas flores. Con fotos en las paredes de Olé Olé, Nirvana y Hombres G, una portada de 'Vogue' con Naomi Campbell, un póster con Garfield y una estantería con la colección completa de ‘Érase una vez el hombre’. Muy infantil para una mujer que la dejó tal cual a los 18 años. Muy infantil para una mujer que dejó la casa de los padres para ir en brazos del que aún no se atreve a pronunciar por su nombre.

Jorge Javier Vázquez es un estupendo entrevistador. Sabe detectar los silencios, espera a que la respuesta acabe del todo, suspiros incluidos. Tiene con Rocío una actitud de distancia y protección a la vez, difícil de definir con un puñado de palabras. Tira de humor cuando nota que la luz se apaga y recibe el humor frágil del que intenta tapar las lágrimas. La Carrasco hizo todo lo posible hoy por aguantar, pero acabó rompiéndose cuando se vio a sí misma sentada en las rodillas de su padre, alegres e incapaces ambos de saber lo que vendría después. “No recordaba haberme visto así con él”, reconoció entre lágrimas y sin un pañuelo que llevarse a los ojos y a la nariz.

Porque Pedro Carrasco es el gran actor secundario de toda esta historia. Un hombre capaz de ganar el campeonato del mundo de boxeo en peso ligero, pero incapaz de hacerle sombra a María del Rocío Trinidad Mohedano Jurado.