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Viajes secretos de Encarna Sánchez a París: ¿cuál era su destino? Lo cuenta, en exclusiva, Pedro Pérez
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Viajes secretos de Encarna Sánchez a París: ¿cuál era su destino? Lo cuenta, en exclusiva, Pedro Pérez

Hablamos con el que fuera productor de la periodista que es además autor, junto a Juan Luis Galiacho, del libro ‘Encarna, en carne viva’

Foto: Encarna Sánchez. (Getty)
Encarna Sánchez. (Getty)

El 5 de abril de 1996 moría Encarna Sánchez en su domicilio de La Moraleja. Tenía 56 años y era uno de los personajes más poderosos gracias a su programa de radio ‘Directamente Encarna’. Por su estudio de la cadena COPE pasaba el poder político, económico, social y periodístico. El mundo mediático, a sus pies. Sabía de su poder y lo utilizaba: unas veces a favor del personaje y otras veces para destruirlo. Su nombre ha vuelto a estar de actualidad a través del libro ‘Encarna, en carne viva’ (La Esfera), que han escrito el periodista Juan Luis Galiacho y el que fuera su productor, Pedro Pérez. Una historia con claroscuros donde se explica el gran poder que manejaba, sus relaciones afectivas con Isabel Pantoja y Nuria Abad, las cobardías de personas influyentes que no la defendieron cuando ya estaba enferma y muchas historias que la rodearon y no fueron ciertas.

Hablamos con Pedro Pérez de cómo vivió la enfermedad de su 'jefa' y amiga, y desmonta muchas historias que le afectaron a él y a la propia Encarna. “Ella no murió sola ni abandonada, sino con las personas que quiso que estuvieran a su lado y se cumplió su voluntad”. Cuenta también que “Isabel Pantoja llamaba a la emisora para preguntarnos cómo iba el tratamiento y la evolución. Encarna fue la que nunca la quiso volver a ver tras las fotos publicadas de ella con María del Monte”.

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Para Pedro Pérez, uno de los capítulos más duros fue rememorar los últimos años de Encarna, cuando los médicos le dicen que tiene cáncer y debe tratarse. “El tiempo estaba en su contra porque las células se desarrollaron demasiado rápidamente. Ella no quería que nadie lo supiera y consiguió engañar a todos. Solo lo sabíamos María Navarro, Nuria Abad, Isabel Pantoja, Carmen Jara y yo. Los problemas de salud de la locutora empezaron a florecer. Y además, con gran preocupación. Su grave situación personal le llevaba a dar más importancia a otros frentes esenciales. Su salud empeoraba progresivamente, como he relatado en ese capitulo”.

placeholder Portada del libro 'Encarna, en carne viva'.
Portada del libro 'Encarna, en carne viva'.

(*Los fragmentos en cursiva forman parte del libro ‘Encarna, en carne viva’)

A finales de 1992 el doctor José Sabán Ruiz, médico internista del hospital Ramón y Cajal de Madrid, le había descubierto una manchita en el pulmón izquierdo. Ya se lo advirtió: "Encarna creo que esto es un tema bastante preocupante. No puedes dejarlo pasar… Te recomiendo que consultes otra opinión a nivel internacional". Y así ocurrió. En el mes de abril de 1993, la locutora, solo en compañía de su productora María Navarro y sin apenas nadie saberlo, con excepción de Isabel Pantoja y dos personas más, voló —con todo lo que esto conllevaba para ella— hasta el estado americano de Texas. Tenía una cita concertada en el Anderson Cancer Center de Houston. Era uno de los tres centros de referencia especiales de lucha contra el cáncer que el doctor José Sabán Ruiz le había recomendado. Los otros dos se habían aparcado tras una reunión que mantuvieron Isabel, Encarna y María Navarro. Se trataba del servicio de oncología del hospital San Giovanni en Bellinzona, Suiza; y del Centro de Investigación del Cancer Fred Hutchinson en Seattle, en Washington DC. Ambos fueron desechados. Los especialistas del MD Anderson confirmaron los peores pronósticos. Comprobaron que el diagnóstico de "carcinoma anaplásico de células pequeñas de pulmón localizado" del doctor Sabán era correcto. Los médicos americanos le dijeron a Encarna que estas células se multiplicaban muy rápidamente. Que había que actuar ya, sin tiempo que perder.

A partir de ese momento comienza una carrera contrarreloj, como explica Pedro Pérez a Vanitatis. “Para Encarna lo más importante era seguir con su programa y llegó a un acuerdo con los médicos para que la trataran en París en Clínica Hartmann, localizada en la Avenida de Víctor Hugo, en el distrito de Neuilly-Sur-Seine, de París”. En la COPE se fueron enterando y creyeron la historia que contaba la propia Encarna de que se estaba tratando en Suiza. En el libro se narra esta dura decisión.

No podía estar cogiendo un avión cada quince días a Houston, aparte del pánico que tenía a volar. Y que tampoco se podía quedar allí a vivir durante unos meses. "Discúlpenme, lo siento, pero no me puedo quedar aquí. Mi trabajo está en España, tengo que seguir ante el micrófono, si no, mi vida no tiene ningún sentido". La locutora inició un severo tratamiento contra el cáncer. Un secreto que conocíamos muy pocos. Solo cuatro personas: María Navarro, Isabel Pantoja, Carmen Jara y yo. A quien, sin embargo, no se le informó de la gravedad por orden directa de Encarna Sánchez fue a su fiel amiga Nuria Abad Sentís. La locutora se lo ocultó por temor a que se derrumbara, sabiendo la debilidad interior de la joven catalana. Además, por entonces estaba enfrentada con Isabel Pantoja. Un hecho que le había afectado sobremanera en su ánimo. La tonadillera no admitía la relación de Encarna con ella. Le provocaba una gran irritación, un malestar que se palpaba día a día. Ya cansada de esta situación, de verla a su lado, Isabel Pantoja se armó de valor y le dijo con furia a Encarna que su "amiguita" Nuria tenía que "largarse de una p…vez". Salir ya de su vida de una vez. (...) Sus ropas fueron arrojadas desde los armarios donde se encontraban al jardín. Y a punto estuvieron de ser quemadas, según me contó "la Tita Pilar". A partir de entonces, Nuria recibió múltiples llamadas anónimas amenazantes. Muchas en horario nocturno. Y alguna de ellas de muerte. En dos ocasiones pudo identificar su presunta autoría por fallos en el discurso emitido. Pero la amiga catalana nunca confesó quién se escondía detrás de las amenazas. Ni hoy, transcurridos ya treinta años de aquello.

placeholder Pedro Pérez y Juan Luis Galiacho. (Cortesía)
Pedro Pérez y Juan Luis Galiacho. (Cortesía)

Pedro Pérez nos cuenta cómo “Nuria tuvo que hacer las maletas y abandonar la casa de La Moraleja" por imposición de Isabel Pantoja y se marchó a su casa. Tanto el productor como la que fue pareja de Encarna Sánchez sufrieron ataques despiadados después de la muerte de Encarna. “Nunca quise contestar todas las calumnias que dijeron sobre nosotros. Yo he seguido trabajando en la COPE y Nuria hizo su vida. Una de las grandes mentiras que se dijeron fue que Nuria era menor de edad cuando conoció a Encarna. Mentira. Tenía 22 años”.

El productor recuerda cómo Encarna Sánchez se enfrenta a su tratamiento en ese otoño de 1993. “Fue muy duro. París se convirtió en residencia habitual para Encarna Sánchez y sus más fieles, como por aquellas dramáticas fechas lo éramos Isabel Pantoja, María Navarro, Carmen Jara y yo”.

En esta clínica Hartmann, el oncólogo inició un seguimiento muy específico y riguroso. Se basó en sesiones de quimioterapia en semanas alternas y también con radioterapia. El doctor Vannetzel consideró que el tratamiento debía comenzar cuanto antes. Así que durante el último trimestre de 1993, los viajes a la ciudad del Sena se convirtieron en más frecuentes. Cada quince días la locutora se desplazaba hasta allí en la más absoluta confidencialidad. Nadie lo sabía. Había dado órdenes tajantes de mantener silencio absoluto. Los viajes en tren, nunca en avión por su temor a volar, los hacía siempre acompañada de María Navarro. Para evitar filtraciones, se acordó con el centro médico que la persona que se inscribiera y apareciera como paciente fuese María Navarro Blanco en vez de la locutora. Ella sería la persona que, en teoría, iba a ser tratada de cáncer en la Clínica Hartmann de París. El nombre de Encarnación Sánchez Giménez no aparecía por ningún lado. No se podía levantar sospecha alguna.

Cuenta Pérez que los viajes eran realizados en el talgo nocturno Madrid-París y que algunas veces también la acompañaba Isabel Pantoja. Se portó con ella como una "jabata", así lo reconoció directamente la propia locutora. Estaba siempre pendiente de que no faltara de nada.

Tanto fue el cariño demostrado en aquellos duros días y el esfuerzo de Isabel Pantoja, que una tarde, al salir de los estudios, Encarna me cogió del brazo, me apartó y me dijo: —Pedruski, nunca le podré compensar a Isabel cuánto se está desviviendo por mí en estos malos momentos. Me ha cuidado como nadie, te lo aseguro, como nadie, y quiero que lo sepas por si a alguien se le ocurre decir algo. Te lo digo yo. Palabra de Encarna. Otra persona que también acompañó después a Encarna en alguno de esos complicados viajes a la capital parisina fue María del Dulce Nombre Díaz Ruiz, más conocida como Marujita Díaz. La artista y vedete sevillana tenía una gracia natural y con sus ocurrencias la hacian reir.

Y recuerda también anécdotas divertidas de Maruja Díaz que ella le contó y que se narran en el libro.

Estaba en París con Encarna y fueron la tienda central de Chanel. Isabel y ella "arrasaron" con bolsos, gafas, perfumes, fragancias y "algunos trapitos", gracias a la billetera de Encarna. La locutora siempre fue muy generosa con las personas a las que quería y apreciaba. Y aquellas fechas eran momentos de estar muy cerca de Encarna. De quererla. De no dejarla sola. De arroparla. Su grave problema de salud nos acechaba a todos. Ella era una mujer muy batalladora, como lo fue toda su vida. Su fuerza interna, su arrogancia, le permitía sobrellevarla enfermedad sin que nadie lo supiera. Nadie. Recuerdo que por aquellos días finales de 1993, Encarna siempre me decía en su despacho de Cope: “No te preocupes, Pedruski, no te preocupes, voy a derrotar al cáncer. Lo voy a superar, voy a vivir muchos años más. Estoy en las mejores manos… No quiero morir". Una afirmación que siempre me repitió hasta los últimos días antes.

Para Pedro Pérez fueron tiempo duros que vivieron en el más absoluto secreto. “Conseguimos que nadie lo supiera. Y quiero aclarar una cuestión: Encarna nunca viajó a Suiza para tratarse de cáncer. Otra fake news más sobre su vida. Otra falacia más lanzada sin comprobación alguna".

Cuando la locutora decía por el micrófono que venía directa a los estudios de radio de un avión de Suiza para hacer su programa, no era cierto. Era una trampa. Otra más para despistar a los paparazzi. Nunca fue verdad. Lo hacía para engañar a los reporteros que estaban en el aeropuerto intentando sacarle una foto calva o con una peluca, debido a los efectos del tratamientos oncológicos.

placeholder Encarna Sánchez, en una imagen de archivo. (Getty)
Encarna Sánchez, en una imagen de archivo. (Getty)

Efectivamente, en la COPE los colegas como Antonio Herrero, José María García, Carlos Herrera o Federico Jiménez Losantos daban por buena la información que Encarna daba en su programa. “Ella siempre fue a París. Y lo hacía en tren. Su miedo a volar le impedía coger un avión. La locutora viajaba cada quince días en el talgo nocturno Madrid-París, con billete ya cerrado de ida y vuelta.

Allí, en la capital francesa, se sometía únicamente a su tratamiento contra el cáncer. A veces este comprendía solo una sesión. En otras ocasiones, dos, una por la mañana y otra por la tarde. Pero normalmente su estancia en París no duraba más de dos días. Siempre le acompañaba María Navarro, que era la paciente registrada oficialmente en el centro sanitario galo. Pero nunca se trató de cáncer en hospital o clínica alguna de Suiza. Esta era su forma de defenderse, de salvaguardar su intimidad. De proteger su enfermedad. Así fue el relato público de su vida. Episodios contados llenos de inexactitudes y mentiras. Por eso no podía más. Su cuerpo y su espíritu necesitaban unas vacaciones. Así se lo aconsejamos todos. Y logramos que se tomara diez días de descanso.

El capítulo número 11 de 'Encarna, en carne viva', del que ofrecemos un avance en exclusiva, acaba con la narración de Pedro Pérez sobre uno de los momentos más críticos en la vida de la periodista.

Encarna estaba con un cáncer activo, galopante, con cinco nódulos de entre dos centímetros y dos milímetros de diámetro en su cerebro. Eran días de mucho sufrimiento. La locutora se estaba desinflando paso a paso. Su enfermedad la minaba. No lo quería entender. No quería morir. Pero ya no era esa Encarna que conocíamos y admirábamos profundamente. No era ya la de "Palabra de Encarna". Pero solo unos pocos elegidos sabíamos su verdadero estado de ánimo. Cómo se encontraba. Se estaba muriendo. Y, desde luego, la situación no era la más propicia para que le sacaran fotos en la puerta de su casa. Tanto yo como algunos miembros de su equipo radiofónico, fuimos testigos directos de aquellos duros momentos. Por entonces lo guiones del programa se los teníamos que hacer en letras mayúsculas, con un cuerpo de letra del 36. Todo para que los siguiera en el estudio correctamente. No más de diez preguntas por invitado y por tema. Aunque leer con naturalidad era casi una misión imposible. La afección cada día era mayor en el nervio óptico. Todo le suponía un esfuerzo tremendo. La quimio y la radioterapia le afectaban de lleno en su cuerpo. Pero su valentía, su fuerza, arrojo y arrogancia, así como el cariño a sus oyentes y el verdadero amor a la radio, le impulsaban a seguir de pie. Estar día tras día al frente de "su" micrófono. Les aseguro que cada hora era un suplicio para ella. Los compañeros de la redacción no sabíamos qué hacer. Estaba de mal humor, sin ganas de comer, saltaba a la mínima. No le podías llevar la contraria.

Ante esta situación los médicos le recomendaron tranquilidad. Que se olvidara de una vez por todas de disgustos. Algo imposible en su trayectoria vital. Afortunadamente, el buen hacer del doctor Vannetzel, su oncólogo de la Clínica Hartmann de París, logró que la situación cambiara. Mediante una quimioterapia intensiva, radioterapia holocraneal y radiocirugía, consiguió que la enfermedad remitiera sobre sus lesiones cerebrales. Encarna volvió a recuperar un poco la "normalidad". Podía seguir con su vida activa a pesar del cáncer. Y así fue. Después del verano de 1994, la locutora parecía estar más alegre. Ya recuperada. Pero solo era una mera ilusión. Quizá su deseo y el nuestro.

Para Pedro Pérez, este libro es una manera de contar su verdad que vivió durante más de veinte años junto a Encarna Sánchez y que ha comentado en primera persona para Vanitatis.

El 5 de abril de 1996 moría Encarna Sánchez en su domicilio de La Moraleja. Tenía 56 años y era uno de los personajes más poderosos gracias a su programa de radio ‘Directamente Encarna’. Por su estudio de la cadena COPE pasaba el poder político, económico, social y periodístico. El mundo mediático, a sus pies. Sabía de su poder y lo utilizaba: unas veces a favor del personaje y otras veces para destruirlo. Su nombre ha vuelto a estar de actualidad a través del libro ‘Encarna, en carne viva’ (La Esfera), que han escrito el periodista Juan Luis Galiacho y el que fuera su productor, Pedro Pérez. Una historia con claroscuros donde se explica el gran poder que manejaba, sus relaciones afectivas con Isabel Pantoja y Nuria Abad, las cobardías de personas influyentes que no la defendieron cuando ya estaba enferma y muchas historias que la rodearon y no fueron ciertas.

Encarna Sánchez