Jesús Vázquez: "Fui buen hijo, aunque di muchos disgustos a mis padres"

Más allá de convertirse en el rostro por excelencia de Mediaset que nos acompaña durante sus galas navideñas en este final del 2022, Jesús Vázquez, uno de los profesionales de televisión más querido y respetado, estrenaba hace escasas semanas un nuevo programa llamado ‘The Bachelor: Para toda la vida’. Precisamente, el amor se ha convertido en uno de sus pilares fundamentales, gracias a una relación de pareja de veinte años. Sin embargo, el comunicador siempre ha logrado mantener una imagen pública y preservar la parcela privada.

Además, ha utilizado su poder no solo para reivindicar muchos derechos que hoy nos parecen habituales, sino también para comprometerse al máximo con el equipo humanitario de ACNUR. Con ellos se ha traslado a múltiples países en conflicto para ser un foco de visibilidad en cuanto a las tragedias de sociedades que sobreviven en un mundo que demasiadas veces es invisible. Por ello, Jesús Vázquez hoy se ha sentado con Vanitatis para hacer un repaso sobre los temas más trascendentales de su día a día.

El programa de amor que presentas se llama 'Para toda la vida', ojalá fuera así…

Yo siempre me enamoré con la intención de que fuera para toda la vida y en eso coincido con mi queridísima Bibiana: no siempre me salió bien y tuve que probar muchas veces. Ahora mismo llevo veintidós años de mi vida con Roberto y nunca he dejado de creer en que sí puede ser para toda la vida.

¿Qué falla para que las relaciones se acaben muchas veces en un cuarto de hora?

La rutina, no cuidar los detalles y no buscar un momento en el día para hacer algo con la persona con la que te has comprometido. Además, también es importante respetar las parcelas de independencia de cada uno; cuando estas cosas no funcionan…

Los padres y los abuelos dicen que ahora las parejas no aguantan nada.

Puede ser, pero no creo que eso sea malo. Antes se aguantaba porque no había más remedio. Muchas veces no había opción por cuestiones religiosas, sociales, políticas. Las relaciones no eran mejores porque aguantaran. Lo mejor es tener herramientas tan sencillas como el divorcio para acabar con una historia que solo lleva al deterioro de las personas.

Roberto y tú lleváis veintidós años juntos, me imagino que la fórmula es el respeto mutuo.

Totalmente. El respeto es fundamental y ponerse en el lugar del otro. Puede ser que no haya tenido un buen día, que esté triste por algún tema y entonces a quien se encuentra en casa es a su pareja. En esas ocasiones, hay que pensar que quizás la mala contestación viene por ahí e intentar entenderlo.

¿Con qué le has sorprendido a Roberto últimamente?

Ha sido él a mí. Fuimos a hacer el reportaje del pueblo más bonito de Ferrero Rocher a Mojácar, que fue la localidad ganadora, y cerca hay un sitio, la Geoda de Pulpí, al que le había comentado muchas veces que me gustaría ir. Al día siguiente de llegar me dijo: “Súbete al coche”, y esa fue la sorpresa.

¿Nunca os habéis planteado tener hijos?

Los hijos es la responsabilidad más difícil que hay en la vida. Hablo con amigos que tienen hijos y cuentan que, a veces, son fuente de conflictos. Lo pensamos porque parece que es algo que hay que hacer en la vida. Reflexionando, vimos que era una responsabilidad gigantesca. Somos muy felices y nos sentimos realizados como familia, dedicándonos el uno al otro ya nos encontramos bien.

Antes esa presión de tener hijos la tenían las mujeres.

Exacto, si no eras madre, parecía que no te habías realizado, que no eras una mujer completa; una estupidez. De verdad, creo que uno de los grandes cambios ha sido que a la mujer no se la presione en ese sentido. La maternidad es maravillosa, pero lo que no es bueno es que sea una imposición.

¿Fuiste un buen hijo?

Opino que sí, aunque les di muchos disgustos a mis padres. Formo parte de esa primera generación de adolescentes de la democracia, de la transición y mis padres tenían esa educación de la dictadura y hubo que romper muchos moldes.

Tienes una imagen impecable como personaje televisivo. ¿Es difícil mantenerse sin crear polémicas?

A mí no me ha costado mucho y eso que me he metido en situaciones complicadas para defender aquello que he considerado. Siempre he sido y soy activista de los derechos LGTBI, he luchado por la ley de los matrimonios del mismo sexo, lucho por los refugiados, por su derechos, por sus vidas… Son mis causas. Mi vida privada no la pongo sobre la mesa, ni a debate. Es un juego que respeto, pero no es el mío.

¿Qué opinas de los ‘haters’ de las redes sociales?

No me importan absolutamente nada. He dejado Twitter, que es una auténtica cloaca y espero que desaparezca, porque solo sirve para escupir basura. Esa red no me interesa y las otras las utilizo con mucha moderación y con mucho cariño que recibo de mis seguidores.

Existe mucha agresividad, el famoso 'o estás conmigo o estás contra mí'.

Está la cosa muy crispada y ojalá sea el momento de mantener diálogos. La mala educación no lleva a ningún lado.

Lejos de esa hostilidad irreal, eres embajador de buena voluntad de ACNUR. ¿Cómo empezaste con ellos?

De una forma casual, presentaba un programa y me regalaron una camiseta; a partir de ahí nos conocimos. Siempre digo que creo que el destino estaba escrito.

En cada viaje te encontrarás historias de tragedia y dolor. ¿Cómo lo procesas en tu regreso a casa?

Es difícil. Tengo la suerte de formar parte de un equipo como es ACNUR que apoya a los voluntarios, en mi caso es hacer visible las tragedias que vemos en los informativos y que nos hagan solidarios.