Joaquín Prat, la 'otra pareja' de Laura Valenzuela: así fue su relación profesional y su legado
La presentadora y actriz tuvo en él a su mejor compañero profesional. Ambos se convirtieron en la primera pareja televisiva de referencia en España
De los muchos logros de Laura Valenzuela, fallecida este viernes 17 de marzo a los 92 años, sin duda destacan los televisivos. Cierto es que el cine popular español de la década de los 60 no habría sido lo mismo sin ella. Desde que José Luis Dibildos se cruzó en su camino, a finales de los años 50 y años antes de convertirse en su marido, Laurita Valenzuela se convirtió en una de esas chicas jóvenes que poblaban las comedias de directores como Pedro Lazaga. Para él rodó, por ejemplo, 'Los económicamente débiles' (1960), junto a su amigo del alma, Tony Leblanc. Hubo mucho cine (de 'Las que tienen que servir' a 'Amor a la española') en aquella España del desarrollismo que empezaba a respirar aire fresco, a mirar al resto del mundo desde los aún estrechos márgenes de una dictadura. Laurita era una de las caras de aquellas películas que no aspiraban a los Berlanga o a los Bardem de turno, pero se conformaban con hacer sonreír, a veces desde sus limitaciones, a los españoles que veraneaban en Benidorm y se compraban un 600 o una televisión a plazos.
Fue precisamente en ese medio, nuevo en nuestro país, donde Laura Valenzuela brilló con luz propia. En el imaginario colectivo, casi siempre junto a otro histórico de la pequeña pantalla, un joven Joaquín Prat tiempo antes de que 'El precio justo' lo volviese a transformar en un icono para las nuevas generaciones. "Lo pasaba muy mal pensando que al día siguiente tenía que rodar. En la televisión, me divertía muchísimo", confesaba ella misma cuando comparaba la pequeña y la gran pantalla.
En la década de los 50, Rocío (ese era su nombre real; el artístico se lo puso en honor a su abuela, que se llamaba así) era una jovencita sevillana que quería ser cirujano, tal y como ella misma le confesó a Carlos Herrera en una entrevista. Por aquella época, sin embargo, trabajaba como dependienta en una tienda, modelando también algunos de los vestidos que se vendían. Un día le cayó una bronca, según contaba hace poco el programa 'Lazos de sangre', porque a una clienta se le antojó uno de los modelos y ella se lo vendió con el perchero incluido. Aquella clienta era, ni más ni menos, la duquesa de Alba. Doña Cayetana marcó, sin saberlo, la senda profesional de aquella chica, que tras quedarse sin trabajo acudió, por consejo del actor José Luis Ozores, al paseo de la Habana. Allí acababa de nacer Televisión Española. La recién bautizada Laura Valenzuela llegó a ser entonces, junto a Blanca Álvarez, una de las presentadoras pioneras de esa cosa llamada televisión. Lo mismo anunciaba electrodomésticos que presentaba programas en un minúsculo plató. "Aquellas cámaras habían grabado a los dinosaurios", dijo una vez acerca de los primitivos medios con los que tenía que manejarse.
Sus días de gloria llegaron una década más tarde, gracias a 'Galas del sábado', primer programa musicofestivo de la televisión pública que condujo junto a Joaquín Prat. Aunque el espacio solo duró dos temporadas, dejó una huella profunda en los telespectadores de la época. Comenzó a emitirse el Día de la Hispanidad de 1968 y finalizó en 1970. Valenzuela y Prat fueron la primera pareja catódica que fue un referente gracias a un programa de variedades; un show espectáculo en el que intervenían todos los grandes de la música española y en el que los propios presentadores llegaban a protagonizar gags, mostrando una versatilidad que desafiaba cualquier limitación técnica. Lo que Ramón García y Ana Obregón fueron en los 90, lo fueron Joaquín Prat y Laura Valenzuela en los 60.
Durante aquellos dos años de emisión, Laura Valenzuela vivió grandes momentos profesionales. Quizá el más importante, el cénit, fue presentar el Festival de Eurovisión que tuvo lugar en Madrid tras el triunfo de Massiel el año anterior. Se celebró el 29 de marzo de 1969 en el Teatro Real y fue uno de esos espectáculos que enseñaron España al mundo. Anne Igartiburu destacaba, para nuestro compañero Juanra López, aquel impagable momento y lo mucho que tuvo que ver Laura Valenzuela en que todo saliese a la perfección. "Quiero destacar su gran capacidad profesional, los idiomas y todo lo que se volcó en hacer las cosas. Y como anécdota, me parece algo curioso que no le pagaran nada cuando presentó Eurovisión", recordaba.
La relación entre Prat y Valenzuela se fortificó con aquel encargo en el que también estuvo él. En el mismo reportaje de Vanitatis, Joaquín Prat hijo recordaba lo importante que fue Laura para su padre. "Siempre dijo que jamás tuvo mejor compañera de trabajo, que ambos entendieron que el éxito de 'Galas del sábado' se debía a ambos por igual, que nunca tuvo una mala palabra, que era muy fácil trabajar con ella porque se divertían mucho juntos, y que jamás tuvieron un idilio, como muchos espectadores de la época pensaban. Con pocas personas del medio veía a mi padre tan cómodo y tan a gusto como con Laurita, que es como se refería a ella. Siempre dijo que ella entendía su trabajo en los medios como un maravilloso regalo de la vida que debía servir para estar cerca de la gente".
Un año después de aquella noche, 'Galas del sábado' se despidió del público. Llegaban los 70; se avecinaban nuevos tiempos. "Hasta siempre", decían Prat y Valenzuela a todos los espectadores, conscientes de que su programa, por el que pasaron desde Marisol al Dúo Dinámico o los artistas más dispares del artisteo patrio, había dejado una marca. La vida personal de Laura fue distinta desde su boda con el productor José Luis Dibildos, en 1971. Retirada del cine y la televisión, prefirió quedarse en su casa y hacer otras cosas. Pasaría la friolera de dos décadas sin asomarse a la pequeña pantalla. "Trabajar me deja todo lo que yo quiera. En la televisión, bueno, algún día", comentaba ella sobre su retiro en unas declaraciones al lado de Dibildos.
En el Telecinco de los años 90, el de Valerio Lazarov, Laura Valenzuela fue uno de los rostros recuperados del pasado. Ocurrió también, por ejemplo, con la Carmen Sevilla del 'Telecupón' o José María Íñigo. Las televisiones privadas tiraron de rostros del pasado para mirar hacia al futuro. Laura presentó 'Telecinco, ¿dígame?', que la hizo conocida para las nuevas generaciones. El programa coincidió en el tiempo con el éxito de 'El precio justo' en Televisión Española. Se podría decir, por tanto, que Joaquín Prat y Laura Valenzuela volvieron a ser rostros populares de la televisión en la década de los 90, cuando sus días de gloria quedaban lejanos.
Pocas veces se les volvió a ver juntos. Se sentaron juntos en un '¿Qué apostamos?', por ejemplo, en el que también estaba Alain Delon. Siempre amigos, siempre compañeros, no dejaron de estar pendientes el uno del otro. En 2012, Laura se retiró después de un premio especial de la Academia de la Televisión. Discreta y elegante, la actriz y presentadora ha pasado estos últimos años en la tranquilidad de su hogar y ha sido su hija Lara la que ha informado a la prensa de su estado de salud. No cabe duda que, durante todo este tiempo, habrá tenido en sus pensamientos a su eterno marido televisivo.
De los muchos logros de Laura Valenzuela, fallecida este viernes 17 de marzo a los 92 años, sin duda destacan los televisivos. Cierto es que el cine popular español de la década de los 60 no habría sido lo mismo sin ella. Desde que José Luis Dibildos se cruzó en su camino, a finales de los años 50 y años antes de convertirse en su marido, Laurita Valenzuela se convirtió en una de esas chicas jóvenes que poblaban las comedias de directores como Pedro Lazaga. Para él rodó, por ejemplo, 'Los económicamente débiles' (1960), junto a su amigo del alma, Tony Leblanc. Hubo mucho cine (de 'Las que tienen que servir' a 'Amor a la española') en aquella España del desarrollismo que empezaba a respirar aire fresco, a mirar al resto del mundo desde los aún estrechos márgenes de una dictadura. Laurita era una de las caras de aquellas películas que no aspiraban a los Berlanga o a los Bardem de turno, pero se conformaban con hacer sonreír, a veces desde sus limitaciones, a los españoles que veraneaban en Benidorm y se compraban un 600 o una televisión a plazos.