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Operación Triunfo no es lo mismo sin 'shippeos': ¿por qué nos gusta ver un romance en televisión?
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MUCHO MÁS QUE UN PROGRAMA

Operación Triunfo no es lo mismo sin 'shippeos': ¿por qué nos gusta ver un romance en televisión?

Los fans del programa de Amazon Prime critican que los concursantes se han olvidado de que es un reality, un hecho que se acentúa con la ausencia de historias de amor dentro de la Academia

Foto: Chenoa y Bisbal, durante una gala de Operación Triunfo en 2001. (Gtres)
Chenoa y Bisbal, durante una gala de Operación Triunfo en 2001. (Gtres)

Operación Triunfo ha vuelto, pero algo falta. Las galas están cuidadas, los concursantes tienen talento y las redes hierven de comentarios, pero el público no termina de conectar. Falta chispa, falta relato. O, dicho de otra forma, falta amor. Esta edición de OT se ha quedado sin carpetas —esas historias románticas entre concursantes que, más allá de la música, han hecho historia—, y con ellas parece haberse diluido parte de la emoción que siempre acompañó al formato.

No hay parejas confirmadas, aunque los fans se empeñan en buscar señales. Entre Salma y Guille Toledano hay una amistad tan estrecha que muchos ya proyectan algo más, a pesar de que él tiene pareja fuera. A esa ecuación se suma Max, que algunos aseguran está enamorado del chef, completando un triángulo imaginario que solo existe, en principio, en la mirada del espectador.

Lo mismo ocurre con Olivia, Crespo y Tinho, otras tres piezas de un puzzle emocional que el fandom analiza con lupa: miradas, roces, sonrisas en cámara lenta... De esas observaciones —recortadas, editadas y compartidas en vídeos— nacen los 'shippeos', el deseo colectivo de que dos personas acaben juntas. "El salseo nos acompaña siempre en el patio de vecinos de la vida", bromea Borja Terán, periodista y experto en televisión desde hace más de una década.

placeholder Todos los concursantes de Operación Triunfo 2025. (Instagram / @operaciontriunfo)
Todos los concursantes de Operación Triunfo 2025. (Instagram / @operaciontriunfo)

El reality que olvidó ser reality, como podría definirse desde la postura de algunos internautas, parece haber perdido esa narrativa paralela que convertía cada gala en una telenovela musical. "Las carpetas [término se utiliza en los realities para hacer referencia a un romance entre dos concursantes] son una de las claves del éxito del formato y de la televisión. Todo el mundo quería que Emilio Aragón y Belén Rueda terminaran casados cuando presentaban 'VIP Noche'", explica.

El analista asegura que es una forma de entretenimiento más: "Todos miramos por la mirilla y especulamos, es una forma incluso de hacer la existencia más llevadera". Pero para ello, hace falta empatizar con los triunfitos, identificarse con su talento y con su personalidad. Una rasgo que todavía cuesta a muchos con esta generación.

La primera edición, la de Rosa de España, fue transversal. “Estábamos acostumbrados a ver artistas inaccesibles que no pisaban el mismo suelo que nosotros. Y, de repente, nos vimos reflejados en esos chavales que parecían nuestros vecinos. Nos enamoramos de ellos y también queríamos que se enamoraran entre ellos”, opina.

Ahí radica quizá el cambio. En eso y en que antes había cierto consenso: soñábamos con Chenoa y Bisbal cantando ‘Escondidos’, con Aitana y Cepeda mirándose en la Academia, con Amaia y Alfred viajando juntos a Eurovisión... Hoy, el amor se diluye. "Nos gusta ver crecer una relación delante de nuestros ojos", apunta Terán. Y sin ese relato emocional, cuesta implicarse.

Somos consumidores de amor

La razón es simple, según Pilar Conde, psicóloga sanitaria y directora técnica de Clínicas Origen. "Hay pocas emociones tan placenteras como el enamoramiento, solo el observarlo nos produce una activación interna positiva y nos ayuda a distraernos de nuestra vida, por ello somos consumidores de series y películas románticas".

Una consecuencia que explica el éxito de Operación Triunfo, pero también del fenómeno del 'El verano que me enamoré'. Estos relatos nos despiertan empatía, proyección de nuestros deseos y hacen de enlace con nuestras experiencias pasadas o presentes.

placeholder Chenoa y Bisbal, en una actuación. (Gtres)
Chenoa y Bisbal, en una actuación. (Gtres)

De hecho, OT siempre ha sabido jugar con ese impulso emocional. En otras ediciones, el programa daba canciones a las parejas improvisando conforme avanzaban las relaciones en el concurso. Como ocurrió con ‘Escondidos’, recuerda Terán. Eso reforzaba la narrativa romántica. Hoy, por la gestión de derechos y el control internacional, ese margen se ha perdido. Y con él, parte de la magia.

El fenómeno del shippeo tiene, además, un componente colectivo. "El espectador no solo observa, sino que forma parte activa de la experiencia a través de las redes sociales, lo que genera una sensación de que esa pareja forma parte de su vida", apunta Conde. No se ven los toros desde la barrera: se sufre y se celebra con los protagonistas.

Lo que aparece en pantalla, también afecta al ideario colectivo de lo que es el amor romántico. "Refuerza estereotipos como la pareja perfecta o que todo lo puede y, como todos opinamos, se convierte en una proyección comunitaria de emociones", analiza la psicóloga.

La ausencia de romances visibles no priva al espectador de su dosis de culebrón, de hecho, puede llegar a acentuarla. “La televisión da la maravillosa posibilidad al espectador de poder imaginar lo que no ve", reflexiona Terán.

Es cierto que los fans de OT intentan descifrar lo que se comenta que pasa fuera de cámaras. "Los formatos que se quedan en el imaginario colectivo son los que permiten que nuestra inventiva ponga de su parte y que podamos investigar, sentirnos un poco Jessica Fletcher", concluye.

¿Por qué no termina de conectar OT2025?

La paradoja es que los concursantes de hoy son más visibles que nunca, pero generan menos vínculo. “Creen que entrar en la Academia ya les hace famosos, pero se olvidan de que los followers no llenan conciertos. Cuando acaba el reality, se acaban también las carpetas, y con ellas el interés”.

placeholder Los concursantes de 'Operación Triunfo 2025'. (Prime Video)
Los concursantes de 'Operación Triunfo 2025'. (Prime Video)

"El superpoder de Operación Triunfo es que siempre ha retratado como somos y eso le hace seguir vigente", sentencia el comunicador. Y es que siempre ha sido más un espejo de la sociedad española que un concurso musical. "Tiene mucho de culebrón. El casting está muy acotado a una edad porque es una teleserie juvenil, como un 'Al salir de clase', 'Compañeros' o 'Física o química', pero con el plus de la realidad".

Terán hace el siguiente análisis. La edición de 2001 retrataba la ingenuidad de un país que empezaba a soñar, que se podía llegar a triunfar desde el barrio con el esfuerzo y la oportunidad. En 2017, con su vuelta a las pantallas, reflejaba una generación que hablaba abiertamente de sexualidad y diversidad con ganas de cambiar el mundo. En cambio, OT2025 parece más cerca de ser "una escuela de influencers" que de la televisión coral y humana que enamoró al público.

placeholder Todos los concursantes de 'OT1', en una gala. (Gtres)
Todos los concursantes de 'OT1', en una gala. (Gtres)

“Los nuevos concursantes han crecido con una cámara debajo del brazo”, añade. El periodista opina que son parte de edad de la viralidad, y eso cambia la forma de conectar. "Tenemos mucha menos paciencia para retener, por eso es más difícil engancharnos, sobre todo porque además son los populares del colegio y OT crecía con la diversidad de estatus sociales", comenta, aunque no niega que existan distintos estratos, pero que no se ven.

El factor que convenció de las anteriores generaciones fue su cotidianeidad, por eso, el experto opina que el concurso puede perder el pulso de la sociedad porque la vida no es viral. Y aún es más tajante: "Los de 2017 [edición que ganó Amaia] demuestran todo lo que estábamos avanzando y esta, la sociedad digital atrofiada que nos está haciendo retroceder".

OT siempre ha sobrevivido reinventándose, pero este año se enfrenta a un reto inédito: volver a emocionar. El público no se conforma con ver cantar bien, para eso tiene otros formatos. Quiere historias, empatía, química. Quiere mirar por la mirilla y sentir que dentro de esa Academia alguien se enamora, se equivoca o se rompe un poco. Porque quizá, como dice Pilar Conde, "nos gusta creer en el amor porque nos da esperanza", aunque en este caso sea prestado.

Operación Triunfo ha vuelto, pero algo falta. Las galas están cuidadas, los concursantes tienen talento y las redes hierven de comentarios, pero el público no termina de conectar. Falta chispa, falta relato. O, dicho de otra forma, falta amor. Esta edición de OT se ha quedado sin carpetas —esas historias románticas entre concursantes que, más allá de la música, han hecho historia—, y con ellas parece haberse diluido parte de la emoción que siempre acompañó al formato.

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