Cómo interfieren los premios en la educación de tu hijo explicado por un experto
Según el psicólogo Alberto Soler, uno de los errores más comunes a la hora de premiar conductas en los niños es que terminan convirtiéndose en un medio para conseguir algo que quieren
La educación de los hijos es una tarea compleja y delicada donde cada decisión por parte de los padres y/o tutores puede tener un impacto significativo en el desarrollo de los más pequeños. Una práctica bastante común a la hora de educar es la de utilizar premios para motivar a los niños, pero ¿es esta una estrategia correcta?
El psicólogo Alberto Soler explica las diferencias entre las diferentes motivaciones por las que se mueven los niños. Aunque premiar a los niños pueda parecer una forma positiva de incentivar el buen comportamiento o las buenas notas, esta táctica puede tener efectos no deseados a largo plazo.
Los premios externos pueden desviar la atención de los niños de la satisfacción propia que deberían sentir al realizar una tarea de forma correcta, según explica el experto. Esto quiere decir que, los niños, podrían aprender a esperar recompensas externas por sus buenos actos en lugar de disfrutar del logro y del aprendizaje que han alcanzado por sí mismos.
Si los niños desarrollan una mentalidad de hacer algo solo porque les reporta un beneficio, a largo plazo pueden volverse dependientes de las recompensas, lo cual dificulta sobremanera que desarrollen motivaciones internas y un sentido de la responsabilidad por sus acciones y comportamientos. Por sí solos, deben ser conscientes de que las tareas que se les adjudiquen deben realizarse porque son importantes en sí mismas y no porque vengan acompañadas de una recompensa.
La motivación interna es clave
Además, cuando un niño recibe un premio por hacer algo que ya disfruta, el valor de la actividad en sí puede disminuir, haciendo que pierdan interés en actividades que antes les gustaban y disfrutaban y que ahora solo realizan por el hecho de la recompensa final que obtendrán.
Para Alberto Soler las motivaciones pueden ser internas o externas, las primeras son aquellas que proceden de lo intrínseco y pueden llevarnos a ser capaces de enfrentarnos a cualquier cosa, haciendo que avancemos en la vida. En el otro lado se encuentran las motivaciones externas, de las cuales se derivan las recompensas y los premios.
Estas motivaciones se llevan a cabo para conseguir siempre algo a cambio y, si premiamos a nuestros hijos por llevar a cabo tareas que nacen por sí solas de ellos mismos, terminaremos matando sus motivaciones intrínsecas. Por lo que el niño solo hará algo a cambio de recibir su recompensa y no por el mero hecho de esforzarse y darle valor a tener un comportamiento positivo.
Los padres también deben tener en cuenta que hay que inculcar a los niños el valor de realizar una tarea, independientemente del resultado final de la misma, y ayudarles a valorar cualidades como la del esfuerzo, el aprendizaje y la perseverancia. Cualidades que son vitales para su desarrollo cognitivo a corto y medio plazo y para crecer de una manera sana y funcional.
La educación de los hijos es una tarea compleja y delicada donde cada decisión por parte de los padres y/o tutores puede tener un impacto significativo en el desarrollo de los más pequeños. Una práctica bastante común a la hora de educar es la de utilizar premios para motivar a los niños, pero ¿es esta una estrategia correcta?
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