Pablo Urdangarin, el verso suelto de los nietos Borbón por imperativo
El segundo hijo de los exduques de Palma vive centrado en el balonmano. Ha sido el único nieto que no ha visitado al Rey emérito y tampoco ha ido a ver a su padre a prisión en verano
Los hijos de Iñaki Urdangarin y la infanta Cristina siempre han sido una piña. Los cuatro entre ellos y juntos con sus padres. Adoran a su progenitor, ahora preso, y se han apoyado mutuamente con amor fraternal. Lo recuerdan quienes los conocen, que no se cansan de repetir lo enamorados que estaban los padres y lo mucho que se quieren todos. Unidos por encima de los reveses de la vida. Ahora, no obstante, el paso del tiempo, la edad y la cárcel de Urdangarin han cambiado las cosas.
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Y en esos cambios quien más afectado se ha visto es Pablo, el segundo. Ya es jugador profesional de balonmano, uno de sus principales sueños, un hecho que lo ha apartado de su familia. Pablo ha sido el único nieto del rey Juan Carlos que no ha ido a visitarlo al hospital después de someterse al triple bypass y el único hijo que no ha visto a su padre estos días en Brieva. El deber llama. Y los sueños se cumplen.
Pablo es el verso suelto de los nietos Borbón, algo que ya se podía intuir en la fotografía de familia que se tomaron todos para el 80 cumpleaños de la reina Sofía, el noviembre pasado. Fueron muchos quienes en las redes destacaron la cara y el gesto de Pablo, con una sonrisa casi irónica, disfrutona, en un momento en el que todas las crónicas resaltaban la tensión. Porque por primera vez desde la imputación de Urdangarin, los reyes Felipe y Letizia posaban junto a la hermana díscola, la infanta Cristina, cuyo marido está entre rejas.
Debut en solitario
Pablo debutaba este fin de semana en el HBC Nantes, en la segunda categoría, sin la presencia de su familia. Solo, se ha publicado estos días, jugó su primer partido en su nuevo equipo. El Nantes, uno de los mejores de la liga francesa, se impuso a su rival en un 30-40. Pablo, que habla francés a la perfección, no lo tendrá difícil para integrarse en su nuevo destino, mucho más cerca de España que el anterior, en Hannover, donde hizo grandes amigos.
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Su implicación en su nueva faceta deportiva y su fuerte dedicación vienen en parte por su padre, medallista olímpico, capitán de la selección y líder del mejor Barça de balonmano que se recuerde. Pese a sus desmanes económicos, Urdangarin sigue siendo recordado como uno de los mejores jugadores de la historia y su camiseta sigue en el Palau Blaugrana pese a que fueron muchos quienes pidieron que esa camiseta no colgara de las paredes del templo del balonmano culé.
Para Pablo, su padre es una especie de héroe a quien manda mensajes de amor siempre que puede, ya sea a través de las redes, ya sea a través de los familiares que le visitan. Emular su trayectoria era su gran sueño y para su padre es un gran orgullo. “No hay mejor regalo para Iñaki que ver a su hijo triunfar en el balonmano”, dicen quienes le conocen.
Pulserita de la bandera española
Por ahora lo está consiguiendo. Lo ha dicho en varias ocasiones, su gran sueño es formar parte de la selección española de balonmano y parece que va camino de lograrlo. No en vano luce en su muñeca una pulsera con la bandera de España, abalorio que se quita, junto al reloj, para jugar a balonmano.
Pablo y Juan están muy unidos, son además de hermanos amigos, con vidas paralelas en algunos momentos. No ha sido Pablo el único en abandonar el nido. Juan, el mayor, vive en Reino Unido, a donde ha ido a estudiar después de haberse quedado junto a los suyos en los momentos más difíciles. Los dos mayores esperaron a que su padre entrara en prisión y la situación familiar se estabilizara, dentro del horror, para rehacer sus vidas lejos de casa. Mientras, Miguel e Irene siguen junto a su madre, en Ginebra, como siempre se ha dicho desde estas líneas, puesto que por el momento no hay intención de cambiar de residencia.
Los hijos de Iñaki Urdangarin y la infanta Cristina siempre han sido una piña. Los cuatro entre ellos y juntos con sus padres. Adoran a su progenitor, ahora preso, y se han apoyado mutuamente con amor fraternal. Lo recuerdan quienes los conocen, que no se cansan de repetir lo enamorados que estaban los padres y lo mucho que se quieren todos. Unidos por encima de los reveses de la vida. Ahora, no obstante, el paso del tiempo, la edad y la cárcel de Urdangarin han cambiado las cosas.