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La tragedia que partió matemáticamente en dos la vida de María la Brava
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110 aniversario de su nacimiento

La tragedia que partió matemáticamente en dos la vida de María la Brava

María de las Mercedes de Borbón y Orleans tenía 45 años cuando una bala en la cabeza puso fin a la vida de su hijo pequeño, Alfonso

Foto: María de las Mercedes, con don Juan Carlos y la infanta Pilar. (CP)
María de las Mercedes, con don Juan Carlos y la infanta Pilar. (CP)

Con un carácter fuerte, valiente y extrovertido, María la Brava, como la llamaba coloquialmente su tío Alfonso XIII, se desmoronó en marzo de 1956. La trágica muerte de su hijo menor, Alfonso, partió su vida en dos. A la postre fue matemáticamente así: 45 años de su vida hasta la Semana Santa de 1956 y casi 45 años más hasta su muerte, a primeros de enero de 2000.

María de las Mercedes de Borbón y Orleans, esposa del conde de Barcelona y madre del rey Juan Carlos, nació el 23 de diciembre de 1910 en el palacete del paseo de la Castellana, 3 (Madrid) y murió repentinamente pocos días después de cumplir los 89 años. Sufrió una crisis cardiaca mientras disfrutaba de la reunión familiar que, con motivo del nuevo año y el nuevo mileno, tenía lugar en La Mareta (Lanzarote), uno de esos regalos que recibió el rey Juan Carlos de parte de uno de sus amigos árabes, en ese caso Hussein de Jordania, y que fue a manos de Patrimonio Nacional.

Quizás fuera por su gran vitalidad por lo que Alfonso XIII llamaba María la Brava a su sobrina (y años más tarde nuera). Quizás veía a una niña ‘mandona’ en el juego, mientras compartía horas y horas con sus hijas Beatriz y Cristina. Probablemente vio en María de las Mercedes algún rasgo del coraje que caracterizó a la mujer que rescató de la historia Eduardo Marquina en su obra ‘Doña María la Brava’.

Deportista, aficionada a la caza y a los toros

Hija de Carlos de Borbón-Dos Sicilias y de su segunda esposa, Luisa de Orleans, María la Brava tenía diez años cuando se trasladó con la familia a Sevilla, donde prosiguió su formación, interna en el colegio de las Madres Irlandesas (religiosas del Instituto de la Bienaventurada Virgen María, fundado por Mary Ward en el siglo XVII).

Muy deportista, se distinguió sobre todo por su afición a la equitación y, luego, también a la caza, pasión que luego transmitió a su hijo, el rey Juan Carlos. Y fue, además, una gran aficionada a los toros. No había cumplido los 21 años cuando abandonó España con toda su familia, siguiendo los pasos del rey Alfonso XIII, alejándose así de la proclamación de la II República.

Residió primero en Cannes y después en París, desde donde viajó a Roma para participar en la boda de su amiga de la infancia y prima Beatriz, que se casó el 14 de enero de 1935. Y allí se reencontró con su primo Juan (príncipe de Asturias desde 1933), con quien se siguió viendo posteriormente y con quien se casó nueve meses después, también en Roma, en la fiesta del 12 de octubre de 1935.

Se entregó a la causa de su esposo

La vida de María de las Mercedes se unió desde entonces a las legítimas aspiraciones de su marido, que en 1941 asumió los derechos dinásticos de la Corona de España. Y su carácter se moduló estratégicamente en beneficio de la familia, de los intereses de España y de la propia institución monárquica.

El matrimonio residió, como es sabido, primero en Cannes, donde nació Pilar, su primera hija. Después en Roma, donde nacieron Juanito, Margarita y Alfonso. Y más tarde se establecieron en Lausana (Suiza) y en Estoril (Portugal), que sigue siendo un referente vacacional para la familia, hasta su regreso a Madrid, tras la restauración de la monarquía en España.

placeholder Los condes de Barcelona. (CP)
Los condes de Barcelona. (CP)

Moduló estratégicamente su carácter con inteligencia

Y sí, la Brava moduló estratégicamente su carácter con inteligencia, cediendo todo el protagonismo a su esposo, ante quien calló muchas cosas, ¡otras no! Su papel de esposa y madre, nada chapada a la antigua —por cierto—, fue decisivo casi siempre. Y fue fundamental en ocasiones verdaderamente importantes para el futuro de la familia y de España.

Supo callar, por ejemplo, cuando su esposo y Franco pactaron el traslado del pequeño Juanito a España (1948) para iniciar un proceso de formación ad hoc. Y supo callar, poco después (1950), cuando se unió a dicho plan su hermano pequeño, Alfonso, a quien el conde de Barcelona veía como posible sucesor suyo, en el caso de que la educación franquista convirtiera a Juanito en un ‘ultra’ defensor del Régimen.

En esos años, María de las Mercedes mostró más su responsabilidad de madre que su carácter de ‘brava’. En la abundante correspondencia que mantuvo con sus dos hijos, además de transmitirles mucho cariño, no ocultó su pesar por la lejanía ni su satisfacción por el hecho de estar cumpliendo un deber como servidores de España.

“De repente oí a Juanito que bajaba las escaleras…”

Más dura fue, en todo caso, la situación a la que tuvo que enfrentarse María de las Mercedes en 1956… Juanito (18 años) y su hermano Alfonso (14) viajaron a Estoril a finales de marzo de ese año con motivo de las vacaciones de Semana Santa. El príncipe Juan Carlos, que ya vestía uniforme de cadete, llevó desde Madrid una pequeña pistola que le habían regalado. Con ella jugaron él y su hermano afinando su puntería, incluso con las farolas del entorno de la residencia familiar, Villa Giralda.

El 29 de marzo, Jueves Santo, la familia acudió por la mañana al torneo de golf en el que participaba el infante Alfonso, que se clasificó para la semifinal. Y por la tarde, tras asistir a los oficios religiosos, regresaron a Villa Giralda. Los dos volvieron a ‘jugar’ con la pistola. Y en ese momento fue cuando don Juan Carlos disparó accidentalmente al pequeño Alfonso.

placeholder Don Juan y María de las Mercedes, con sus cuatro hijos. (Getty)
Don Juan y María de las Mercedes, con sus cuatro hijos. (Getty)

La Brava se hundió y cayó en una vasta depresión

Muy al contrario que su marido, que pidió a su hijo que le jurara no haberlo hecho a propósito y luego se hizo a la mar, la Brava se desvaneció moralmente, se hundió en el silencio, se sintió muy sola y cayó en una vasta depresión. Después de muchos meses en tratamiento, refugiada unas veces en el alcohol y posteriormente en su gran fe, logró salir adelante. Fue el comienzo de su segunda mitad de la vida. Igual de valiente, pero más en silencio. Igual de decidida, pero más discreta.

En la fiesta de la Virgen del Carmen de 1969

Años más tarde, el 16 de julio de 1969, festividad de la Virgen del Carmen, fue testigo de excepción y protagonista de otro hecho histórico. Nicolás Cotoner —marqués de Mondéjar, a quien don Juan había nombrado jefe de la Casa del Príncipe de España— se presentó esa mañana en Villa Giralda.

Había viajado desde Madrid en el Lusitania Express para entregar a don Juan una carta de su hijo, que por primera vez no firmaba con su apelativo familiar (Juanito), sino con el nombre que le representaba en España: Juan Carlos. En ella le anunciaba que había aceptado la propuesta que le acababa de hacer Franco de convertirse oficialmente en su sucesor.

María de las Mercedes junto a su familia, pocos días antes de fallecer. (Cordon Press)

“Yo me ocupo de que aquí no se hagan tonterías”

Franco había enviado una misiva con el mismo mensaje a través de la embajada, que debía haberle llegado —entrega en mano— el martes 15 de julio. Pero don Juan ofrecía ese día una cena a los miembros de su Consejo y no dio cita al embajador hasta el día siguiente. Mondéjar llegó unas horas antes…

Sin embargo, el príncipe Juan Carlos temía que su padre recibiera el mensaje de Franco antes que el suyo y llamó por teléfono a su madre… Y ella se comprometió a evitar la ruptura de la familia. De hecho, al día siguiente, mientras don Juan gritaba incrédulo tras leer la carta de su hijo, ella se acercó a Mondéjar… “Dile a Juanito que estoy muy contenta. Que sepa que yo me ocupo de que aquí no se hagan tonterías”.

Fermín J. Urbiola

Periodista y escritor

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Con un carácter fuerte, valiente y extrovertido, María la Brava, como la llamaba coloquialmente su tío Alfonso XIII, se desmoronó en marzo de 1956. La trágica muerte de su hijo menor, Alfonso, partió su vida en dos. A la postre fue matemáticamente así: 45 años de su vida hasta la Semana Santa de 1956 y casi 45 años más hasta su muerte, a primeros de enero de 2000.

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