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15 años sin Érika Ortiz: la evolución de su familia de la que no pudo ser testigo
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15 años sin Érika Ortiz: la evolución de su familia de la que no pudo ser testigo

A ella le hubiera gustado ver, entre otras cosas, cómo su madre es feliz con su novio Marcus y cómo está pendiente de Carla, la hija actriz

Foto: Érika Ortiz, en la boda de su hermana Letizia. (EFE)
Érika Ortiz, en la boda de su hermana Letizia. (EFE)

Han pasado 15 años de la muerte de Érika Ortiz, una chica vulnerable y cariñosa que a los 31 años eligió dejar de sufrir en un mundo que no era el suyo. Como la definió en muchas ocasiones la periodista Paloma Gómez Borrero, con la que tuvo mucha relación, “Érika es un alma blanca”. Y efectivamente lo era.

En este tiempo han pasado muchas cosas en el entorno familiar Ortiz Rocasolano. Su hermana Letizia se ha convertido en Reina, su sobrina es Princesa de Asturias, la tía Henar, libre en sus comentarios, revoluciona las redes y sin complejos expresa lo que siente. La otra tía, Telma, es todo lo contrario y se mueve en un mundo complicado en el terreno de la amistad y entre querer una imagen pública y otra privada. Hizo padre al marido de su mejor amiga, la cantante del grupo The Corrs.

Foto: La reina Letizia, con chaqueta de Uterqüe. (LP)

Sus padres, Jesús Ortiz y Paloma Rocasolano, se mantienen en un perfil bajo. A Érika le habría gustado ver cómo su madre es feliz con su novio Marcus y cómo está pendiente de Carla, la hija actriz. No se habría perdido ni un solo día de su trayectoria artística y, como hace desde siempre Antonio Vigo, estaría atenta para que no se le hiciera daño.

placeholder Paloma Rocasolano en una imagen de archivo. (LP)
Paloma Rocasolano en una imagen de archivo. (LP)

El padre de Carla y expareja de Érika ha demostrado a lo largo de estos quince años una integridad y una discreción digna de mencionar. A pesar de su separación, estaría muy orgullosa de cómo le admiran los alumnos de Bellas Artes de la Universidad de Aranjuez, donde da clases, y sobre todo del respeto como artista del Grupo Pro Arte y Cultura al que pertenece.

Desde que falleció su pareja, Vigo defendió que Carla solo tenía que estar bajo su manto protector, como así ha sido. Hay que recordar que ante una situación tan trágica y complicada como fue la muerte de Érika, la Princesa de Asturias y la abuela, Paloma, ofrecieron tutelar a la niña de 5 años, como contaba David Rocasolano en su libro 'Adiós, princesa'.

Este sería un recorrido general de estos últimos quince años desde que Érika murió un 7 de febrero de 2007 en el domicilio de Vicálvaro, una casa en la que vivió Letizia Ortiz hasta que se hizo oficial su noviazgo con el heredero de la Corona. Entonces se trasladó al palacio de la Zarzuela, donde se le habilitó una zona hasta que se hizo efectivo su matrimonio.

Durante esa primera época, Érika tenía las puertas abiertas de la Casa de Asturias (como la denominaban los amigos por la bandera que ondeaba en la puerta), a la que acudía con su hija y el primo, David Rocasolano, el que fuera hombre de confianza de la princesa Letizia. Con el tiempo, la relación de la hoy Reina con David, que supervisó las capitulaciones matrimoniales, acabaron muy mal. No hay relación, aunque Carla sí mantiene contacto con su tía Letizia y sus primas Leonor y Sofía. Al menos, así lo ha revelado la sobrina en sus directos en Instagram.

placeholder Carla Vigo. (RR.SS.)
Carla Vigo. (RR.SS.)

Érika no tuvo tiempo para desarrollar su faceta estrictamente artística. Los que sí conocieron su obra (nunca expuesta) decían que tenía talento. Cuando se le preguntaba por ese tema, prefería pasar de largo. Pensaba que cualquier cosa que hiciera tendría repercusión por ser la 'hermanísima', un estatus que nunca utilizó. Después paso a ser 'Erikísima' para la prensa y en vez de enfadarse añadía ese aumentativo al periodista que así la había bautizado.

La joven de 31 años era vulnerable, cariñosa y, de las tres hermanas, la que más demostraba su generosidad. Una vez que la periodista Letizia entró a formar parte de la Familia Real hubo muchos cantos de sirena que le ofrecían todo tipo de trabajos y exclusivas. Solo hizo una, y no remunerada, y fue para promocionar una obra teatral donde ella había diseñado el decorado.

Trabajó durante un tiempo como directora de comunicación de la elitista revista italiana 'FMR/Arte' en la delegación de Madrid, un puesto que le vino grande y que abandonó al cabo del tiempo.

Recibía en su despacho, donde, a pesar de la calefacción, siempre tenía frío. Los lunes, cuando llegaba y aún no se había caldeado el edificio, se quitaba los zapatos y se colocaba unos patucos de lana, que ella misma contaba que le había tejido la madre de una amiga.

En ese trabajo tuvo que organizar varias presentaciones. Una de ellas fue en el Casino de Madrid de la calle Alcalá. Recibía a los invitados junto a los grandes jefes italianos. No lo pasó bien en los saludos porque desconocía el nombre de muchos de los convocados y tuvimos que ser los periodistas los que le íbamos apuntando. Una de las informadoras fue Paloma Gómez Borrero, que unos meses después se encargó de enseñarle el Vaticano como solo ella sabía hacerlo.

placeholder Letizia y Felipe, en el funeral de Érika Ortiz.(Getty/Foto: Carlos Alvarez)
Letizia y Felipe, en el funeral de Érika Ortiz.(Getty/Foto: Carlos Alvarez)

Una mañana, se quedó dormida en el hotel y no llegó a la visita privada, con el enfado de la periodista y del resto del grupo. En el almuerzo posterior, Érika estaba tan agobiada que se echó a llorar ante el asombro de los presentes.

A diferencia de sus hermanas, esta vulnerabilidad (que no supo o no pudo superar y administrar) la acompañó durante los últimos años. Como decía su hija, Carla Vigo, en una de sus cartas de aniversario: “A veces pienso en qué te hicieron. Yo sé que no eras tú y que si hubiese sido por ti, no hubiese cambiado nada”.

Han pasado 15 años de la muerte de Érika Ortiz, una chica vulnerable y cariñosa que a los 31 años eligió dejar de sufrir en un mundo que no era el suyo. Como la definió en muchas ocasiones la periodista Paloma Gómez Borrero, con la que tuvo mucha relación, “Érika es un alma blanca”. Y efectivamente lo era.

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