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Astrid de Noruega a los 90: 'reina consorte' obligada, huelga por amor y luna de miel en Torremolinos
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Astrid de Noruega a los 90: 'reina consorte' obligada, huelga por amor y luna de miel en Torremolinos

La hermana del monarca noruego cumple este sábado 90 años. Es una de las princesas más desconocidas de Europa, pero con una de las historias más interesantes

Foto: La princesa Astrid de Noruega, en una imagen de archivo. (Getty/Nigel Waldron)
La princesa Astrid de Noruega, en una imagen de archivo. (Getty/Nigel Waldron)

Repasando la historia de la princesa Astrid, hermana del rey Harald, podemos comprobar que, además de la sangre azul, tiene muchas cosas en común con las princesas de su generación que sabían que no tendrían que asumir el trono. Principalmente, que no le importó renunciar a muchos privilegios reales para casarse con la persona que quería, aunque en su caso su determinación llegó a puntos extremos. Un hecho que marcó la vida de Astrid de Noruega, que llega este sábado a los 90 años, pudiendo presumir de haberse puesto en huelga por amor o haber ejercido de 'reina consorte' en unos años tristes de su vida.

La princesa Astrid nació tal día como hoy en 1932, siendo la segunda hija del príncipe Olaf, el heredero del trono noruego, que esperaba con ganas un niño para mantener la sucesión, pero que no llegaría hasta cinco años después. Los príncipes la llamaron Astrid Maud Ingeborg, en honor a grandes nombres del Gotha europeo: Astrid de Bélgica -antes princesa de Suecia-, su tía materna; la reina Maud de Noruega, su abuela paterna; e Ingeborg de Dinamarca, también hermana de su madre y princesa de Suecia por su nacimiento, al ser hija del príncipe Carlos de Suecia.

placeholder Con su hermana Ragnhild y su abuela, la reina Maud, en 1937. (Cordon Press)
Con su hermana Ragnhild y su abuela, la reina Maud, en 1937. (Cordon Press)

Desde muy pequeña, conoció lo que era la huida y el exilio, ya que en 1940 tuvo que salir de Noruega por la invasión de Alemania en la Segunda Guerra Mundial. Su destino, Estados Unidos, junto con su madre, la princesa Marta, y sus dos hermanos. Precisamente, los años que estuvieron allí han dado lugar a uno de los capítulos más debatidos de la historia del país. Su madre y el presidente Roosevelt, en este momento en la Casa Blanca, establecieron una estrecha amistad. Incluso, se llegó a pensar que entre ellos había un romance.

La historia dio pie al argumento de una serie, 'Atlantic Crossing', que se emitió en la cadena NRK en otoño de 2020, catalogándose como la 'The Crown' noruega y recibiendo las mismas críticas. El guion se basaba en las crónicas de la época, en las que se reflejaba la especial amistad que tenían la princesa noruega y el mandatario norteamericano. De hecho, la propia Astrid, que contaba con ocho años cuando llegó a Estados Unidos, describiría años más tarde en la misma televisión a Franklin D. Roosevelt "como un abuelo", unas palabras que dejaban claro el enorme vínculo que se estableció entre ellos.

placeholder Roosevelt, junto a Marta de Noruega en la Casa Blanca en 1939. (Cordon Press)
Roosevelt, junto a Marta de Noruega en la Casa Blanca en 1939. (Cordon Press)

La familia pudo volver a Noruega en 1945, unos meses antes de que terminara la guerra. Astrid y su hermana, Ragnhild, eran ya dos adolescentes, así que no tardaron en llegar sus primeros amores. Precisamente, a su regreso la hermana mayor conocería en la comitiva que les recibió en el aeropuerto al hombre con el que se casaría ocho años después, Erling Sven Lorentzen, que murió hace solo unos meses. No lo tuvo fácil: él era guardaespaldas y de origen plebeyo, por lo que se trataba de una relación a todas luces imposible tanto para la Casa Real como para la realeza europea. Finalmente, y tras renunciar al tratamiento de alteza real y a la asignación que tenía, pudo casarse con él, convirtiéndose en la primera princesa europea que pasaba por el altar con un plebeyo.

Con esta unión de su hermana, Astrid podría haberse encontrado con su camino más allanado, pero no fue así. Más bien todo lo contrario, ya que ella además tenía más obligaciones. Su madre, la princesa Marta, había muerto en 1954 y Ragnhild se había trasladado a vivir a Río de Janeiro con su marido. El resultado es que Astrid tuvo que asumir funciones institucionales antes de lo previsto, ejerciendo de primera dama y acompañando a su padre en muchas citas cuando se convirtió en rey. Pero, unos años antes, la princesa ya había conocido a Johan Martin Ferner, del que se enamoró perdidamente.

placeholder La princesa Astrid y Johan Martin Ferner,  el día de su boda. (Cordon Press)
La princesa Astrid y Johan Martin Ferner, el día de su boda. (Cordon Press)

Pero la joven Astrid, entonces una adolescente, se encontró con la oposición total de su padre. Johan era el hijo del dueño de unos grandes almacenes en Oslo. Su poder adquisitivo no era bajo precisamente, pero el entonces príncipe no estaba dispuesto a que sus hijas se unieran a plebeyos. Y en ese momento la sociedad noruega tampoco. El joven Johan también se cansó de esperar la aprobación de su suegro y se marchó a Londres, donde comenzó a trabajar en Harrods. En 1952 ganó una medalla olímpica en vela y en 1953 contrajo matrimonio con una modelo profesional de la que se divorciaría tres años después.

Fue a su regreso a Oslo cuando las cosas ya se pusieron más serias. Astrid seguía enamorada de él y quería casarse a toda costa. Pero, en ese momento, a la condición de plebeyo de él había que sumarle que era un hombre divorciado. Así que, ante las reiteradas negativas de su padre, la princesa, que ya ejercía de primera dama por la muerte de su madre unos años antes, decidió que no cumpliría con más compromisos institucionales hasta que no tuviera el consentimiento para casarse. Una huelga por amor que le salió bien: el rey Olaf claudicó y permitió a su hija casarse con el amor de su vida.

placeholder El rey Harald, consolando a su hermana en el funeral de Johan Martin Ferner. (Getty/Ragnar Singsaas)
El rey Harald, consolando a su hermana en el funeral de Johan Martin Ferner. (Getty/Ragnar Singsaas)

Eso sí, a Astrid no le salió gratis. Como su hermana, también perdió el tratamiento de alteza real, aunque en su caso le mantuvieron la asignación pública por el servicio que había dado al país y a la monarquía. La princesa pagó muy gustosa ese precio por poder estar durante más de cinco décadas con el amor de su vida, hasta que Johan Martin Ferner falleció en 2015.

Luna de miel en Torremolinos

La boda tampoco fue precisamente color de rosa. Supuso un auténtico escándalo en el país, que no habían tenido bastante con Ragnhild, e incluso el obispo de Oslo se negó a casarlos. Pero, en 1961, la pareja pudo por fin pasar por el altar, dando paso a uno de los capítulos de su vida que más nos ha llamado la atención. Porque Astrid y Johan, los recién casados, decidieron pasar su luna de miel en Torremolinos, concretamente en el hotel Pez Espada, que en la época alojó a nombres tan conocidos como Frank Sinatra.

La pareja se registró en el hotel el 18 de enero de 1961, acaparando toda la atención mediática de la zona. La visita quedó registrada en los medios locales y también se puede leer en un libro que el propio hotel editó por su 50º aniversario. No era raro que hubiese una celebridad en el alojamiento, puesto que fue el primero de lujo que se inauguró en la Costa del Sol. Así que era normal que, de cuando en cuando, pasearan por sus instalaciones nombres ilustres de todo el mundo. Según las informaciones de la época, Astrid y Johan estuvieron por la zona más de una semana, visitando rincones de Marbella, de Nerja o de Estepona, o simplemente paseando por la piscina o por la playa.

placeholder La llegada de la princesa Astrid al hotel queda reflejada en el libro de aniversario. (Cortesía Hotel Pez Espada)
La llegada de la princesa Astrid al hotel queda reflejada en el libro de aniversario. (Cortesía Hotel Pez Espada)

Previamente, habían hecho escala en Madrid, visitando el Museo del Prado. Volvería a la capital española treinta años después de forma oficial, cuando acudió a la inauguración de la exposición 'Luz polar' en el Museo Reina Sofía, acompañada de la infanta Cristina, hoy su homóloga al ser la hermana del monarca. Junto a ellas, Benedicta de Dinamarca y Cristina de Suecia, por lo que Cristina hizo de anfitriona de las tres hermanas de los monarcas nórdicos.

Los que la trataron en Torremolinos y en el hotel Pez Espada quedaron encantados por el interés que mostró por todo, por las costumbres, por el folclore y por la poca notoriedad que se daba. De hecho, tuvieron que convencerla para llevarla en coche hasta la escalerilla del avión que tomaría después hasta Oslo, ya terminada su luna de miel y para empezar su vida con su gran amor, con el que había conseguido casarse después de trece años de negativas por parte de su padre.

Querida por el pueblo noruego

Aunque su boda fue un shock hace seis décadas, Astrid se convirtió en un miembro muy querido de la familia real. Durante su infancia y su juventud tuvo dislexia -problema que comparte, por ejemplo, con Carlos Gustavo de Suecia o el príncipe Carlos Felipe-, por lo que gran parte de su trabajo institucional ha sido enfocado a las dificultades de aprendizaje.

A sus 90 años, ya son escasas sus apariciones públicas. Vive una vida muy tranquila en Nordmarka, una zona de Oslo, arropada por sus cinco hijos, sus seis nietos y toda la familia real, que la adora. No solo por su persona, sino por su entrega a la Casa Real. De hecho, en 2002 incluso el Gobierno le otorgó una pensión honoraria en nombre de Noruega en reconocimiento a todos sus esfuerzos, no solo como 'reina consorte' improvisada, sino también en años posteriores. Había demostrado que podía seguir a su corazón sin olvidar su obligación.

Repasando la historia de la princesa Astrid, hermana del rey Harald, podemos comprobar que, además de la sangre azul, tiene muchas cosas en común con las princesas de su generación que sabían que no tendrían que asumir el trono. Principalmente, que no le importó renunciar a muchos privilegios reales para casarse con la persona que quería, aunque en su caso su determinación llegó a puntos extremos. Un hecho que marcó la vida de Astrid de Noruega, que llega este sábado a los 90 años, pudiendo presumir de haberse puesto en huelga por amor o haber ejercido de 'reina consorte' en unos años tristes de su vida.

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