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100 años de Marlon Brando, el mito que comió con un niño en Granada y esquivó paparazis en Segovia
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CENTENARIO

100 años de Marlon Brando, el mito que comió con un niño en Granada y esquivó paparazis en Segovia

Recordamos al protagonista de 'La ley del silencio' y 'El Padrino' a través de tres españoles que, de una u otra forma, estuvieron vinculados con él

Foto: La sonrisa de Brando, en otra de sus instantáneas. (Gtres)
La sonrisa de Brando, en otra de sus instantáneas. (Gtres)

"Soy egoísta y egocéntrico. Los otros constituyen, con demasiada frecuencia, un notable y desagradable fastidio". Ninguna persona que conociese de cerca a Marlon Brando negaría que esta frase la dijo el mítico actor, que este miércoles habría cumplido cien años. Su carácter difícil en los rodajes fue parejo al de su leyenda, esa que lo considera el mejor actor del siglo XX; la que habla de cómo cambió para siempre el mundo de la interpretación gracias al famoso método Stanislavski, que él popularizó en el Actors Studio.

Cuando ya se ha escrito prácticamente todo sobre él, desde su camiseta sudada y su sex appeal en Un tranvía llamado deseo a sus apósitos en la boca para encarnar al Vito Corleone de El Padrino, cabe preguntarse si queda algo por contar. A estas alturas de siglo, y de la película, cuesta encontrar testimonios vivos de su mirada penetrante, de su furia interpretativa y su descarnada forma de ver un mundo que, a menudo, fue cruel con él. Ejemplos de esto último hay a montones: perdió a un hijo de la manera más trágica posible (el suicidio) y se quedó varias veces en la ruina. Eso lo llevó a aparecer en películas de tres al cuarto únicamente por dinero. Vanitatis ha rastreado las personas que pudieron ver al mito cara a cara en España. Y nos encontramos, por ejemplo, con Juan Luis Álvarez, el dueño del difunto restaurante Sevilla en Granada.

placeholder Marlon Brando, en 'Un tranvía llamado deseo'. (CP)
Marlon Brando, en 'Un tranvía llamado deseo'. (CP)

Cuando el granadino solo era un niño, a finales de los 50, Brando rodaba, entre la ciudad de la Alhambra y la localidad de Guadix, El baile de los malditos. Ya por entonces había ganado un Oscar por La ley del silencio y era una especie de leyenda precoz. En la película, en la que interpretaba a un teniente del ejército alemán, tenía que llevar el pelo de color rubio ario. Y así es como lo conoció Juan Luis en el restaurante de su padre de la calle Oficios, donde aquel día comía el astro de Hollywood. "Yo era un chaval de unos 11 o 12 años y hablaba un poquito de inglés. Y, claro, había visto La ley del silencio o Un tranvía llamado deseo. Yo era pelirrojo. Tenía el pelo muy muy rojo. Él se sentó a la mesa y yo me acerqué. Le dije que yo era el hijo del dueño del restaurante. Él vio el aspecto que tenía y le llamó la atención que en Andalucía, en Granada, hubiera alguien con el pelo de ese color", nos cuenta.

Lo cierto es que el actor, bastante joven, ya apuntaba maneras de divo. Todo aquel que se acercaba a él para pedirle un autógrafo recibía una negativa acompañada de una mirada iracunda: "Además, les daba voces en una jerga inentendible a los cuatro guardaespaldas que iban con él, que eran cuatro armarios empotrados. Les decía que solo los niños podían acercarse. No quería firmar un solo autógrafo a nadie que no fuera un niño". Al lado de la catedral granadina, del mismísimo sepulcro de Isabel y Fernando, el dios del cine comió ajoblanco y mostró su preferencia por el cordero. "También se tomó un whisky. Recuerdo que me dijo si quería otro y yo no podía, claro. Tengo un gratísimo recuerdo de aquella reunión con él", concluye Juan Luis, que incluso se quedó para los restos con un autógrafo del intérprete que publicamos en este mismo artículo.

placeholder Autógrafo de Marlon Brando para Juan Luis Álvarez. (Cortesía)
Autógrafo de Marlon Brando para Juan Luis Álvarez. (Cortesía)

Él no fue el único que conoció personalmente a Brando dentro de nuestras fronteras. El atormentado Brando también se dejó caer, como el resto de personalidades de Hollywood, por el flamenco Corral de la Morería de Madrid. Nos recuerda Luis Aznar, otra leyenda (autóctona en este caso) a la que muchos llaman el guardián de las memorias del Corral, que el protagonista de ¡Viva Zapata! pasó varias veces por allí en los años 60. "Y subió al tablao para bailar con la bailaora Lucero Tena. Es lo que más recuerdo de él". La famosa antipatía del intérprete, que tanto sorprendió a Isabel Gemio cuando el granadino Juan Luis Álvarez se la narró en uno de sus programas, no estuvo presente en aquellas jornadas de música española y copas de whisky del Corral de la Morería. "Era un cliente simpático al que le gustaba conocer mundo. No estuvo muchas veces en el Corral, unas dos o tres. Pero lo conocí, como al resto de personalidades que pasaban por allí", nos dice Aznar.

placeholder Marlon Brando, en su pleno apogeo. (Gtres)
Marlon Brando, en su pleno apogeo. (Gtres)

En España junto a 'Cristóbal Colón'

Quien no lo conoció, pero también está vinculado a él, es uno de nuestros productores más emblemáticos, el hombre que más ha hecho por preservar la memoria de un cine que, como el de Brando, se resiste a quedar sepultado bajo el manto del olvido: Enrique Cerezo. Asegura a este medio que ya era un admirador del actor cuando vino a España a rodar una película que él distribuiría posteriormente, Cristóbal Colón: el descubrimiento. En ella, interpretaba a una figura histórica, Torquemada, y ya su carrera estaba en declive, a juzgar por los títulos en los que se veía obligado a participar. "La película quien realmente la produce es toda la organización que se hizo en torno al Quinto Centenario. Nosotros ya la vimos prácticamente entera. La verdad es que no era maravillosa, pero creo que contaba mejor la realidad de Cristóbal Colón que la de Depardieu de Ridley Scott", dice Cerezo.

placeholder El actor, en sus años jóvenes. (Gtres)
El actor, en sus años jóvenes. (Gtres)

Él también es un apasionado del mito. Ha conocido, a través de terceros y de su propia filmografía, muchos datos de la leyenda Brando: "Yo siempre me acuerdo de Un tranvía llamado deseo y de Hombres, que es una de sus mejores películas, de las primeras. Recuerdo que era un niño cuando la vi en un cine de Segovia. También hubo una época en la que todos los tíos jóvenes, no solamente en España, sino en todo el mundo, llevaban esa chaqueta de cuero con el cuello subido y unos pantalones vaqueros muy estrechos. Y eso fue después de verle a él en Salvaje, en la que también estaba Lee Marvin".

Lo cierto es que el rodaje de aquel desastre, por el que el laureado mejor actor del siglo recibió una nominación a los Razzie como peor actor secundario, fue controvertido. Brando se embolsó unos 500 millones de pesetas por aparecer en unas pocas secuencias. Estaba necesitado de dinero: recientemente, su hijo Christian acababa de ir a prisión, acusado del asesinato de la pareja de su hermana Cheyenne (llamada así, por cierto, por el compromiso del actor con el pueblo indio. No olvidemos que su segundo Oscar por El Padrino lo recogió una nativa).

placeholder El actor, en la también polémica 'El último tango en París'. (CP)
El actor, en la también polémica 'El último tango en París'. (CP)

Los paparazis patrios quisieron retratarlo en algunas de las localizaciones del film. Se pasearon, cámara al hombro, por Talamanca del Jarama, el Castillo de Sigüenza o el Alcázar de Segovia. Fue misión imposible, ya que aquel rodaje estaba controlado, en argot periodístico, por fuertes medidas de seguridad. De la fugaz presencia de Marlon ni los lugareños tuvieron el menor rastro.

Una leyenda del cine también famosa por su vida privada

El dineral que cobró por aquella película que conmemoraba el V Centenario no suponía nada nuevo bajo el sol. En 1978, cuando Warner le propuso encarnar al padre de Superman, él exigió el mayor sueldo que un actor hubiese exigido jamás: siete millones de dólares. La jugada le salió redonda, ya que apenas aparecía siete minutos en pantalla.

Su vida privada, aparte del disgusto relacionado con la acusación y posterior muerte de su hijo, también dio juego a una prensa ansiosa por conocer los entresijos de su día a día. Cuando en 2014 se publicó La sonrisa de Brando, una escandalosa biografía en la que se narraban sus escarceos sexuales, algunas de sus compañeras profesionales no salieron muy bien paradas. Por ejemplo, cuando tuvo la ocasión de dormir con Sophia Loren, con la que rodó La condesa de Hong Kong (1967), dijo que la rechazó porque “su aliento era peor que el de un dinosaurio”. De Elizabeth Taylor aseguró, entre toma y toma de Reflejos en un ojo dorado (1967), que su culo era “demasiado pequeño”.

placeholder Fotografía de estudio de la estrella. (CP)
Fotografía de estudio de la estrella. (CP)

Hombre sin pelos en la lengua y epítome del legendario 'método' que cambió para siempre la interpretación en el cine, su final fue agridulce. En los últimos años, se quedó en la ruina tras pagar la defensa legal del mencionado Christian, su hijo. Tras la ayuda judicial, Chris se suicidó en 1996. Hundido en la tristeza y con esos kilos de más que le restaban movilidad, Brando se vio obligado a vivir con una escueta pensión como actor. Además, abandonó su mansión en Mulholland Drive por lo único que dicen que podía pagar: una sencilla habitación.

Hasta el final de sus días (falleció en el verano de 2004), incluso cuando rodó anuncios peregrinos por dinero, tuvo esa aura de dios de un olimpo cinematográfico cada vez más difícil de imitar en estos tiempos de democratización de la fama.

"Soy egoísta y egocéntrico. Los otros constituyen, con demasiada frecuencia, un notable y desagradable fastidio". Ninguna persona que conociese de cerca a Marlon Brando negaría que esta frase la dijo el mítico actor, que este miércoles habría cumplido cien años. Su carácter difícil en los rodajes fue parejo al de su leyenda, esa que lo considera el mejor actor del siglo XX; la que habla de cómo cambió para siempre el mundo de la interpretación gracias al famoso método Stanislavski, que él popularizó en el Actors Studio.

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