Leonardo DiCaprio cumple 50 años: 'Leo Manía', el mito de las chicas de 25 y la paradoja del eterno soltero de Hollywood
El protagonista de 'El lobo de Wall Street', 'Origen' o 'Titanic' ha vivido una lucha continua con su popularidad desde finales de los 90 hasta ahora. Gran parte de su vida sigue siendo un misterio para el gran público
Festival de Tokio, 1 de noviembre de 1997. Millones de chicas (japonesas y no japonesas) aúllan como locas en el estreno mundial de 'Titanic'. Tras cientos de rumores de fumada multimillonaria de su director, James Cameron, pocos sospechan que, en apenas unos meses, la película supuestamente maldita se convertirá en el último fenómeno global del cine antes del uso extendido de Internet. No saben que la cinta sobre el naufragio del trasatlántico ganará 11 Oscars, será comparada con 'Lo que el viento se llevó', hará de su música la banda sonora instrumental más vendida de la historia y se convertirá en la más taquillera de todos los tiempos. Los gritos de las fans, ingenuas antes de asistir al peliculón de final del siglo XX, van dirigidos a su protagonista, un jovencito de 22 años (a punto de cumplir 23) con cara aniñada, rubio, de ojos azules y de nombre paradójicamente italiano pese a su apariencia cien por cien gringa: Leonardo DiCaprio.
Ese día nacía la 'Leo Manía', que hizo de ese joven la persona más popular del planeta Tierra en 1998; la estrella con la que todos querían contar; el esclavo de su propia fama de portada de revista adolescente. Por haber, hubo incluso un documental que se llamó justamente así: 'Leo Manía'. Y aquel chiquillo, que venía de ser nominado al Oscar por su personaje con discapacidad mental en '¿A quién ama Gilbert Grape?' (1993); que había trabajado con DeNiro en 'Vida de este chico' (1993) o había sido el Romeo más punk de la nueva adaptación de 'Romeo y Julieta' (1996 y un Oso de Plata al mejor actor en Berlín con apenas 21 años), correría el peligro de perder su pátina de seriedad y de nuevo Montgomery Clift.
Lo más curioso es que aquel 'twink' (así lo llamaríamos hoy, cuando cumple 50 años) era de todo menos el arquetipo de una estrella. Sus agentes intentaron convencerlo para que se cambiase su nombre, tan mediterráneo, por el de Lenny Williams. Había nacido en un barrio marginal de Los Ángeles y era hijo de un dibujante de cómics underground. Además, lo suyo era el cine independiente, el de personajes 'con carne' como los del poeta Rimbaud (lo interpretó en 'Vidas al límite', 1995) y alejado del cine comercial. De hecho, fue su compañera (y a partir de entonces amiga) Kate Winslet la que lo tuvo que convencer para interpretar a Jack Dawson, el joven pintor enamorado que viaja en tercera clase en el Titanic. Ni siquiera quería hacer una prueba de casting para James Cameron. Por no decir que consideraba a su personaje algo bidimensional.
Meses después del estreno, algún sociólogo dijo que la muerte de Jack, congelado en medio del Atlántico norte y salvando a su amada (dejándole espacio en la dichosa y multirreferenciada tabla de madera) había supuesto una catarsis mundial parecida a la del fallecimiento de la princesa Diana, que se produjo unos meses antes. Perseguido por los paparazzi, enfundado en una gorra y harto de verse en toda la prensa del mundo, de ver su cara en las paredes de los dormitorios de todas las quinceañeras, Leonardo DiCaprio tuvo que asimilar aquel bombazo. Y lo hizo como pudo.
Las anécdotas sobre la enormidad de su fama no tienen precio: en una ocasión intentó dialogar sin éxito con una chica que se le enganchó a la pierna en un aeropuerto. En otra, mientras viajaba por el Amazonas, unos indígenas que ni siquiera sabían su nombre lo señalaron y dijeron: 'Titanic'. Pero la más divertida es que, mientras la película de James Cameron estaba prohibidísima en el Afganistán de aquellos años, circulaban por cada rincón de sus calles numerosas copias pirata. Y eso hizo que los chicos afganos no solo la viesen con más ganas, sino que quisieran replicar su peinado, que los peluqueros realizaban de manera clandestina. El nombre del corte era, como no podía ser menos, 'corte Jack Dawson'.
La huida de la fama, unida a un desesperado intento de esquivar el fenómeno y volver a sus orígenes undergroung, lo llevaron a 'La Playa', película que consiguió los abucheos más apasionados del festival de Berlín del año 2000 donde fue presentada. A partir de entonces, 'Leo' iba a cobrar 20 millones de dólares por cualquier película que hiciese y muchos eran los que querían ver a aquel crío caer en picado. La portada de la revista 'Rolling Stone' que protagonizó el actor, con motivo del estreno de esa nueva película, fue una de las menos vendidas de la historia de la publicación. Demasiado 'Titanic', demasiada Celine Dion, demasiado 'rey del mundo'... Muchos se creyeron con todo el derecho a odiarle.
El mito de las de 25 y su vida más secreta
Fue el compañero Juan Sanguino el que dijo una vez que la filmografía de Leonardo DiCaprio era como un menú del VIPS. Y es cierto. Como una de las ultimísimas estrellas de Hollywood antes de que el mundo Twitter lo cambiase todo, el intérprete huye del cine de suoperhéroes y todo el que va a ver sus películas al cine sabe que va a ver algo de calidad pero también accesible. Como el VIPs Club, vamos.
Cuidadoso a la hora de elegir proyectos, solo trabaja con los mejores, de Scorsese (desde 'Gangs of New York' a 'Los asesinos de la luna', pasando por 'Infiltrados' o 'El lobo de Wall Street', el director ha encontrado en él a su nuevo DeNiro), a Christopher Nolan ('Origen'), Sam Mendes ('Revolutionary Road') o Tarantino ('Django desencadenado' y 'Érase una vez en Hollywood').
A lo largo de estos años, 'Leo' ha soportado estoicamente los memes sobre su falta de Oscar (lo ganaría finalmente por 'El Renacido' en 2016) y las bromas públicas sobre su manía de salir con chicas que no pasan de los 25 años. Los paparazzi ya se hicieron de oro con su primera novia post estrellato, Gisele Bundchen. Mientras rodaba 'Gangs of New York' en los estudios de Cinecittá, Roma, los fotógrafos lo perseguían tanto a él como a la modelo por cualquier calle ubicada entre el Coliseo y el Circo romano. Y, desde aquel momento, ha repetido un patrón muy determinado: casi todas sus novias son rubias, guapas y tienen menos años que él. La última de ellas, con la que este verano ha surcado el mar de Ibiza en el yate que fue propiedad de Amancio Ortega, es la modelo italiana Vittoria Ceretti. Por una vez, esta chica es morena.
Que a lo largo de sus 50 años de vida no se haya casado y siga un patrón determinado con sus respectivas, ha llevado a parte del público a elaborar las teorías más descabelladas sobre su vida secreta. Una de ellas pone en tela de juicio su orientación sexual y asegura que romances como el que mantuvo con Blake Lively, fugaz y ya olvidado, no son más que producto de una estrategia de márketing para ocultarla. Porque DiCaprio, que nunca comparte fotos propias en su perfil de Instagram y odia hablar de su vida privada, es un paradójico desconocido para el gran público pese a ser una de esas últimas estrellas cuyo nombre sabe todo el mundo, tenga la edad que tenga. Como la propia 'Titanic', no tiene target. Su target es, como decíamos, todo el mundo.
De hecho, la sorpresa de la publicación de sus fotos de hace años en las controvertidas fiestas de Puff Daddy, ha sido mayor porque, aparte de su compromiso con el cambio climático, la mayoría de la gente no sabe prácticamente nada de su vida íntima. Siendo ya un anciano, Lew Waserman, el agente más mítico de la historia de Hollywood, le dijo a su representante que, si aquel jovencito de aspecto angelical quería prosperar en su carrera, solo tenía que seguir un consejo: cuanto menos se supiese de su yo real, mucho mejor.
Como escribimos hace tiempo en este mismo medio, así es cómo un querubín rubio de aspecto frágil y vulnerable, nacido en un barrio del extrarradio de Los Ángeles y con un aspecto más propio de una novela de Thomas Mann que de un Hollywood cargado de testosterona, se convirtió en una de las mayores estrellas de todos los tiempos. Esa es, probablemente, la mejor historia que jamás haya protagonizado este (ahora) cincuentón de mirada intensa e infinito poder para la gestualidad al que todos siguen llamando 'Leo'.
Festival de Tokio, 1 de noviembre de 1997. Millones de chicas (japonesas y no japonesas) aúllan como locas en el estreno mundial de 'Titanic'. Tras cientos de rumores de fumada multimillonaria de su director, James Cameron, pocos sospechan que, en apenas unos meses, la película supuestamente maldita se convertirá en el último fenómeno global del cine antes del uso extendido de Internet. No saben que la cinta sobre el naufragio del trasatlántico ganará 11 Oscars, será comparada con 'Lo que el viento se llevó', hará de su música la banda sonora instrumental más vendida de la historia y se convertirá en la más taquillera de todos los tiempos. Los gritos de las fans, ingenuas antes de asistir al peliculón de final del siglo XX, van dirigidos a su protagonista, un jovencito de 22 años (a punto de cumplir 23) con cara aniñada, rubio, de ojos azules y de nombre paradójicamente italiano pese a su apariencia cien por cien gringa: Leonardo DiCaprio.
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