Florence Nightingale Graham: la granjera canadiense que creó el imperio Elizabeth Arden antes de que las mujeres tuvieran derecho a voto
Identificamos la puerta roja como el emblema de Elizabeth Arden, pero la historia de Florence Nightingale Graham, la mujer que tuvo que pedir un préstamo para crearla, es aún una gran desconocida
Con una vida apasionante, llena de secretos y de primeras veces, descubrir la historia de Florence Nightingale Graham, a la que desde Elizabeth Arden hoy aciertan en llamar 'una girl boss', es una tarea propia de cuentacuentos.
Nació en Canadá, pero en su partida de nacimiento bailan tanto la localización como la fecha. En eso de quitarse años, Florence era una experta y podrás encontrar cifras de 1878 a 1874 (lo que supondría que estaríamos en su 140 aniversario) o incluso a 1871, pero el día nunca cambia: el 31 de diciembre.
Hija de inmigrantes ingleses, de ahí su nombre en honor a la enfermera Florence Nightingale, y criada en una granja, a su muerte el 18 de octubre de 1966, logró un imperio global de belleza que recaudaba 60 millones de dólares por año.
Como muchas mujeres de su tiempo, Madam C. J. Walker o una de sus supuestas enemigas acérrimas Helena Rubinstein (cuyas disputas han sido noveladas e incluso llevadas al teatro), Florence Nightingale Graham se hizo a sí misma con un puñado de buenas ideas, una fórmula cosmética inesperada y una brillante mente marketiniana.
De granjera a empresaria
Tras abandonar los estudios de enfermería en Toronto, la canadiense se mudaría a casa de su hermano en Manhattan. Fue en Nueva York donde, trabajando en la E. R. Squibb Pharmaceuticals Company, se adentró en el mundo de laboratorio, orientado al cuidado de la piel. Otro de sus trabajos en aquella época sería el de asistente de la esteticista Eleanor-Adair.
Con aquel conocimiento, las inquietudes de Florence le llevaron a asociarse con la experta en belleza Elizabeth Hubbard, pero un año más tarde, la sociedad se disolvió. De esa relación quedará el nombre Elizabeth, supuestamente como una medida económica para ahorrarse quitar el nombre de los establecimientos.
Así, en 1910, Nightingale continuando con su idea de abrir un salón de belleza y ante la negativa de los bancos que no le querían prestar dinero por su primer negocio fallido y porque no les parecía respetable que una mujer soltera tuviera un negocio, le pidió 6.000 dólares a su hermano. Devolvió la totalidad del préstamo en solo seis meses.
En 1910, abre el salón Red Door en la 5ª Avenida de Nueva York, consolidando así la llamativa puerta roja que se convertiría en el emblema de Elizabeth Arden y que respondía a su idea de “que todos sepan dónde encontrarnos".
Sobre el cambio de su nombre, igual que sobre su año de nacimiento, existen varias versiones. Por un lado, la idea de que se quedó con el nombre de Elizabeth por su primer salón, tiene sentido, pero ¿qué ocurre con Arden?
Hay quienes aseguran que se debe a un pueblo del condado de Orange (O.C.), pero también hay una versión más literaria que asegura que se debe al poema de Alfred Tennyson b y que, a su vez, Elizabeth viene de la novela de Elizabeth von Arnim, ‘Elizabeth and her german garden’ (Isabel y su jardín alemán).
La fórmula del éxito
Abrir el lujoso salón en el que las mujeres recibían tratamientos de cabina, orientación sobre alimentación y tutoriales de autocuidado, fue solo el comienzo. Uno de los cosméticos referencia a nivel mundial de Elizabeth Arden, tanto es así que incluso se colaba en el neceser de la reina Isabel II de Inglaterra, la 8 Hours Cream, tiene mucho que ver.
Como en toda buena historia, todo ocurrió por casualidad. Amante de la hípica, Florence cuidaba las rodillas de sus caballos con un ungüento que ella misma había formulado. Cuenta la leyenda cosmética que, cuando el hijo de una clienta se hizo una herida en la rodilla, le aplicó su mágico mejunje y, 8 horas más tarde, la herida estaba curada. En 1930 y bajo el nombre 8 Hours Cream se comercializaba la crema que sustentaría el imperio Elizabeth Arden.
Le siguieron muchas innovaciones como la cosmética en formato viaje o en 1935, el Perfume Blue Grass, un perfume floral verde con notas innovadoras y difíciles de combinar, como geranio o aldehídos con jazmín, nardos, rosas o flor de azahar. La inspiración, de nuevo, venía del mundo del caballo, concretamente de la zona de Bluegrass, en Lexington, Kentucky, donde los caballos de Florence competían (y ganaban: su purasangre, Jet Pilot, ganó el Kentucky Derby, siendo la primera mujer en tener un caballo ganador).
Mensajes que, a día de hoy nos parecen superinnovadores, como la protección solar o la importancia del ejercicio físico, entraban dentro del Sistema de belleza total Elizabeth Arden ya en 1920. En su centro se incorporaba un estudio de ejercicio con clases de fitness y yoga y se hablaba de la alimentación, la hidratación del organismo, los masajes o la protección solar.
En un artículo publicado por el Evening star (Washington, D.C.) el 1 de octubre de 1956 Arden recalcaba que, más allá de la cosmética o el maquillaje, el ejercicio era lo más importante, “una mujer no debe dejar que su cuerpo envejezca”.
En esa línea, en 1934, abrió el Maine Chance Spa, cerca de Mount Vernon, en Maine, creando el primer retiro beauty de la historia, aterrizando el concepto de que uno tiene que mimarse a sí mismo… ¿No te suena todo muy actual?
Allí, por 250-500 dólares a la semana, los huéspedes eran orientados sobre la actividad física más recomendable para ellos, se les elaboraba una dieta con una cocina de kilómetro cero, se realizaban tratamientos, clase de yoga, paseos a caballo y todos los cuidados del ‘régimen de belleza de la Sra. Arden’. El centro permaneció activo hasta 1970.
Una mente marketiniana
Casi tan importante como la formulación de sus cosméticos era, sin duda, su forma de venderlos. En esto, Florence Nightingale Graham también fue una pionera. Podría decirse que fue la primera podcaster de belleza y que creó el concepto del tutorial de belleza.
En 1920 publicó el libro ‘The Quest for the Beautiful' , algo así como la búsqueda de la belleza. Se trata de un verdadero compendio de todos los cosméticos, para qué están hechos y cómo se deben aplicar. Por incunable que parezca, aún se vende en Amazon e incluso puedes leer el original en la web de los Hagley Digital Archives.
Si creías que eso de desmaquillarse con un bálsamo limpiador o aplicar el tónico a toquecitos era algo nuevo, no, Florence Nightingale lo supo antes. En 1933, consiguió otra forma de llegar a su público objetivo: a través de la radio. En la NBC era la presentadora del primer programa de radio dedicado a la belleza, el ‘Elizabeth Arden Way to Beauty’ (el camino de Elizabeth Arden a la belleza). No se trataba solo de espacios orientados a la venta, también se buscaba educar en el cuidado de la piel y el cuerpo.
La siguiente pantalla en el juego sería la gran pantalla. En 1939, Elizabeth Arden logró colar los anuncios de sus productos en el cine, siendo también la primera marca de belleza en hacerlo. En el proceso ayudó mucho que las estrellas del celuloide eran fieles clientas y consumidoras de sus centros de belleza y sus cosméticos.
La mente adelantada a su tiempo de Florence también saltó de los medios de comunicación habituales o los emplazamientos publicitarios a la publicidad directamente en la calle. Un ejemplo es el Chrysler Imperial rosa de 1960, una edición rosa del automóvil que incorporaba un estuche con tratamientos y productos de maquillaje de Elizabet Arden.
Como guinda a su visionaria forma de vender la marca, también exploraba nuevas ideas, asociándose con diseñadores de moda, aprovechando sus salones como expositor de tendencias. En 1962, actuaría un poco como descubridora de Oscar de la Renta, al que ya le compraba ropa, “lo contrató para diseñar una colección homónima de alta costura, que se vende en The Red Door Salon en la Quinta Avenida”, indican desde Elizabeth Arden.
Feminista y comprometida
Antes de que existiera la responsabilidad social corporativa (RSC), Florence Nightingale Graham ya tomo partido en varias causas, tomando siempre los medios de los que disponía. Por ejemplo, una de sus preocupaciones más marcadas era el sufragio femenino, pues ella logró ser empresaria una década antes de que en Estados Unidos las mujeres tuvieran derecho al voto.
Por ello, en 1912 para mostrar su apoyo al movimiento sufragista femenino, durante la marcha que tuvo lugar en la Quinta Avenida, regaló una barra de labios roja a juego con el uniforme de las sufragistas, “convirtiéndose en un símbolo contra la opresión masculina”, como apuntan desde Elizabeth Arden.
Durante la II Guerra Mundial, además de desarrollar una crema que curara las cicatrices y quemaduras de guerra, lo largo de la contienda también recorrió hospitales, sobre todo las salas infantiles. A otro nivel, en 1944 y “para apoyar a las mujeres en las fuerzas armadas durante la Segunda Guerra Mundial, Elizabeth Arden crea un nuevo tono de maquillaje, ‘Montezuma Red’. Disponible en barra de labios, esmalte de uñas y colorete combina perfectamente con los ribetes rojos y los galones de los uniformes militares de las mujeres”, apuntan desde la marca.
Los éxitos económicos, las fórmulas efectivas (uno de sus claims es y sigue siendo “funciona”), la visión marketiniana y la labor social de Florecen, ya convertida en Elizabeth Arden, la encumbraron tan alto que se convirtió en la segunda mujer de la historia en protagonizar la portada de Time, concretamente el número del 6 de mayo de 1946. Su frase al respecto es el mejor resumen de su poder y seguridad en sí misma: “solo hay otra Elizabeth, y es la Reina”. Lo decía en referencia a la reina Isabel II de Inglaterra, la primera mujer portada de Time.
Con una vida apasionante, llena de secretos y de primeras veces, descubrir la historia de Florence Nightingale Graham, a la que desde Elizabeth Arden hoy aciertan en llamar 'una girl boss', es una tarea propia de cuentacuentos.