Yael Barnatán, la diseñadora de prendas de piel que ha vestido a las Kardashian: "Mi madre Elena Benarroch era más mediática"
Diseños oversize y reversibles, piezas únicas que se adaptan a cada persona y una forma de entender el lujo más personal e íntima
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Son las 10 de la mañana, el barrio madrileño de Malasaña ya ha amanecido, sus calles se llenan de camionetas y paseantes. En la calle Escorial, concretamente en el número 22, Yael Barnatán, diseñadora y actual gestora de la firma que fundó su madre, Elena Benarroch, está al frente de una nueva forma de entender la piel, que vuelve a la moda, pero no de la misma manera. Desde su tienda-taller en Malasaña, que es como una cueva de Alí Babá, te abre su pequeño universo suave en texturas, pero plagado de la energía de la Kashbah de Tánger que transmite la actriz.
Sí, porque ahora, la que era intérprete ha dejado a un lado las tablas para concentrarse en el proyecto familiar, que nunca ha dejado de lado. Allí trabaja este material, tan familiar de otra forma, teniendo en cuenta el reciclaje, la circularidad y una visión que combina el lujo con la sostenibilidad.
Yael no solo diseña, sino que transforma piezas antiguas y reutiliza pieles, evitando la compra de nuevas materias primas. Con una larga trayectoria que la llevó de Madrid a Nueva York y de vuelta a España, ha vestido a grandes celebridades como Kylie Jenner, Khloé Kardashian, Future y Lil Yachty. Su madre, Elena Benarroch, revolucionó la moda de la piel en los años 80, en Ortega y Gasset, en un concepto muy diferente, y vistió a personalidades como Isabel Preysler o a Carmen Romero (ex de Felipe González). Ahora ella quiere revolucionar el S. XXI desde su pequeño zoco en el que vende joyas de su padre, el escultor Adolfo Barnatán, acompañada por su hermano Jaime, Yael propone una experiencia distinta: diseños oversize y reversibles, piezas únicas que se adaptan a cada persona y una forma de entender el lujo más personal, íntima y con un enfoque que como el proyecto pase de generación en generación porque como dice Rosa Pereda: "la vida media de un abrigo de piel es de cincuenta años, cinco décadas, cinco ciclos de cambio en la moda, en las estructuras de las prendas. Pero el abrigo de piel, cincuenta… Pues cambiemos el abrigo, que tendrá cinco vidas, a la moda, a diferencia de la velocidad con que se desecha la indumentaria que está contaminando el planeta."
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Conversamos con Yael sobre su visión, su proceso creativo y el futuro de la moda en piel:
Pregunta: ¿Cómo recuerdas tu primer contacto con el mundo de la peletería?
Respuesta: Bueno, yo me he criado en el taller de mi madre. Creo que abrió en el 79, si no me equivoco. Me iba al taller, no a la tienda, al taller. Y allí, Charlotte iba con todas, hacían unas escuchas de café, había como una máquina que claro, aquello me parecía genial, y estaba sentada ahí con las formadoras, las cortadoras, rodeada de piel.
P: En los 80 la piel era lo más. Ahora relanzas el proyecto con una visión diferente.
R: No, nunca paré porque he estado ocho años en Nueva York vistiendo a todo Dios y vendiendo como loca.
P: ¿Quién ha llevado tus piezas en Estados Unidos?
R: Kylie Jenner, las Kardashian… Aquí también he vestido a Bad Gyal, Aquí a Rosario de siempre, a Martirio. También hago pieles para cine, para Pepe Reyes. Oye, que necesito un puño, una piel, que estamos en una serie del año 40 y había un abrigo… Eso también lo hago.
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P: La piel ha sido denostada en los últimos años. ¿Cómo se cuenta su vuelta a la moda?
R: Yo creo que es la vuelta al no plástico y a lo natural. La piel es sostenible, reciclable. Tiene una duración de 50, 80 o 100 años, depende de la calidad. Entonces, ¿qué hacemos con la piel que ya está ahí? No la vamos a tirar, podemos hacer genialidades con ella, y es lo que estoy haciendo de la mano de mi persona de confianza, que llevamos 30 años trabajando juntas, Esther Moreno, una artesana peletera única. Ella a la máquina y yo con el diseño.
P: ¿Cómo logras transformar una pieza tradicional en algo contemporáneo?
R: Lo hago con mis clientas que quieren transformar abrigos heredados. Pero siempre hay que mirar el cuero, porque si ha pasado más de un siglo, puede rajarse. Yo llevo diseñando para mi madre 30 años, desde mis 20.
P: ¿Qué te diferencia de otros peleteros?
R: He seguido con la misma sensación de tela en piel, de no pensar que es piel al cortarla, sino darle ligereza, hacerla reversible. Quitarle el peso, el forro, los botones… Tratar la piel no como un lujo, sino como una necesidad, como un abrigo que cumple su función.
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P: Tu madre tenía una forma innovadora de tratar la piel, ¿cómo sigues esa línea?
R: Quitó los forros, las hombreras, los ganchos de piel horrendos. Yo he seguido en esa línea y ahora estoy dándole elasticidad a la piel, mezclándola con elástico.
P: ¿Sigues algún consejo que te dio tu madre?
R: Aprendí con ella y con mi padre de forma natural. No sé de dónde me sale el impulso, pero lo tengo. No estudié moda, soy actriz, así que lo mezclo todo.
P: ¿Cómo afecta el taller a tu proceso creativo?
R: Es un taller, es un olor, es un sentirse bien. En Nueva York no tenía taller, trabajaba por teléfono. Cuando volví aquí y monté el taller de nuevo, me di cuenta de lo importante que es para estar organizada.
P: La industria ha sustituido la piel por materiales sintéticos, pero con precios similares. ¿Qué opinas?
R: Un abrigo de marta cibelina puede valer 25.000 euros. ¿Cuánto vale un abrigo de plástico? No es lo mismo por mucha etiqueta que le pongas, no vale lo mismo. Y hay que tener en cuenta los residuos que dejan en el planeta las. Yo no me voy a meter ahí porque respeto la opinión de cada diseñador. Pero la piel, de forma responsable, cuidando la trazabilidad, lleva volviendo temporadas a las marcas: Armani, Fendi... puede durar décadas.
P: ¿Sigues teniendo clientas de tu madre?
Vienen muchas. Me dicen: “¡No me lo puedo creer, qué felicidad!”.
P: ¿Mantienes como ella la conexión con la política?
R: No. Yo. Yo soy más artista. Soy más pequeñita y más discreta. Siendo actriz, soy más tímida. Mi madre era más personaje, tengo una personalidad muy marcada, pero no soy tan mediática. Me cuesta más.
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P: ¿Qué pesa más en ti, la diseñadora o la actriz?
R: Soy diseñadora. Me gusta el tacto con la piel, y es lo que sé hacer. No hay mucha gente de mi edad haciendo piel. Mi última obra de teatro fue en Nueva York, la queríamos volver a hacer aquí, pero no me da tiempo a todo. Vamos por partes. Y ahora estoy pensando en este proyecto.
P: ¿Por qué elegiste Malasaña para tu tienda-taller?
R: Me crie aquí, mi casa estaba en la calle La Palma. Este espacio es más mío, más pequeño, más acogedor, más personal. Un lujo diferente, íntimo.
P: Tu concepto se acerca más a ese lujo, es más cercano...
R: Sí, es en el que creo, en el da la personalización. Prefiero que mis clientas vengan con cita, hablemos, tomemos un café y creemos algo juntas.
Son las 10 de la mañana, el barrio madrileño de Malasaña ya ha amanecido, sus calles se llenan de camionetas y paseantes. En la calle Escorial, concretamente en el número 22, Yael Barnatán, diseñadora y actual gestora de la firma que fundó su madre, Elena Benarroch, está al frente de una nueva forma de entender la piel, que vuelve a la moda, pero no de la misma manera. Desde su tienda-taller en Malasaña, que es como una cueva de Alí Babá, te abre su pequeño universo suave en texturas, pero plagado de la energía de la Kashbah de Tánger que transmite la actriz.