Crítica de 'La Suerte' (Disney+), mucho más que una serie sobre toros, precariedad y entendimiento

Si hay algo que divida a la población de esta, nuestra querida España, es la tauromaquia. Arte para unos y barbaridad y maltrato animal para otros. Precisamente por eso, una serie sobre un chico taxista que, por azares de la vida, se convierte en el chófer de un torero, un 'Maestro' en horas bajas que cree que el joven le da suerte, puede despertar cierto recelo.

Pero, tal y como los protagonistas, un contenido Ricardo Gómez y un sobrio Óscar Jaenada, nos contaban la semana pasada, los toros son solo el trasfondo de esta comedia (si se puede definir así) creada por Paco Plaza y Pablo Guerrero. Un relato inclasificable que resulta ser una de las series españolas del año.

A priori, y si solo se ve el primer capítulo, 'La Suerte' apunta a ser un sainete costumbrista sobre un antitaurino obligado a entenderse con un torero. Pero, con el paso de sus seis capítulos, va derivando en mucho más que eso.

Con un estilo propio, en el que tiene mucho que ver el rodaje en 16 mm, los creadores nos hablan de precariedad (David, al que da vida Ricardo Gómez, se ve obligado a hacer algo que no encaja con él por pura supervivencia), de crisis existenciales (el torero supersticioso que, en el fondo, no encuentra su lugar en el mundo) o de miradas compasivas hacia el que está en las antípodas de lo que nosotros pensamos.

Una idea, esta última, que no viene nada mal en la época en la que nos estamos lanzando trastos a la cabeza con demasiada frecuencia y en la que las faltadas de todo tipo se han convertido en opiniones supuestamente respetables.

La ficción explora el fondo de lo cañí y la fascinación estética que despiertan rituales como el de la tauromaquia pese a sus no pocas contradicciones (los autores de la serie no muestran una sola corrida, lo cual deja claro que su fascinación por explorar dicho ritual no significa estar de acuerdo con el acto de torear en sí).

Además, propone una producción de autor en la que un toro huido sirve, por ejemplo, como metáfora de libertad en mitad de Benidorm (grande Ricardo Gómez, que no tiene que decir una sola palabra y elabora como nadie los planos de reacción de su personaje en ese episodio).

Una serie en la que el blanco y negro de un capítulo (el cuarto, que también apuesta por el 4:3) que nos cuenta, mediante esas costuras visuales, la historia de un hombre que, paradójicamente, siente miedo en cualquier sitio que no sea una plaza de toros.

Y en la que los intertítulos con el nombre de cada uno de los integrantes del reparto vienen a simbolizar que la vida diaria de esos personajes es más mediocre y rutinaria de lo que ellos mismos piensan.

Tales sutilezas, poco habituales en la comedia pura y dura, se van sucediendo con el apoyo de los protagonistas y de los personajes secundarios; de una cuadrilla que, si bien no está del todo perfilada, sí que sostiene la trama de manera admirable. Y también, por qué no decirlo, muy divertida.

Plaza y Guerrero logran, además, una poesía visual que en muchos momentos no tiene nada que envidiar a la laureada 'Tardes de Soledad', evitando el panegírico y consiguiendo que conectemos con unas figuras de las que, en principio, jamás seríamos amigos.

Uno empieza a ver 'La Suerte' pensando que se va a reír con las peripecias de dos personajes antagonistas y la finaliza sintiendo que le han hecho reflexionar sobre el sentido de su propia existencia y sobre las conexiones intermitentes con el prójimo.

No es poco logro para una amalgama (o revoltijo, ya que estamos en modo andaluz) que, sorprendentemente, funciona como un reloj y cuya osadía, estando en los tiempos en los que estamos, no puede ser más que aplaudida.