Las desgarradoras palabras de Mario Conde tras la muerte de su hermana Ana
El banquero se ha despedido de su hermana este fin de semana: "Desparramaba bondad envuelta en una ingenua e inteligente a la vez, amplia sonrisa", ha escrito en sus redes
"La fragilidad de la vida, esa inmensa capacidad de alterar nuestro surco vital de manera brusca, tan potente como imprevista, la sentimos de modo especialmente intenso cuando acontecimientos inesperados nos golpean en lo más profundo, dejando tras de sí, no solo una sensación de vacío, la presencia de una ausencia, sino, adicionalmente, una áspera sensación de injusticia existencial". Así empiezan las desgarradoras palabras que el banquero Mario Conde le ha dedicado a su hermana pequeña, Ana Conde, fallecida recientemente.
La familia ha querido despedirse de ella este fin de semana en el panteón familiar de su localidad de origen, Tui, donde han enterrado sus restos en la intimidad. Conde tiene otra hermana, Carmen. Ana Conde deja dos hijos treintañeros.
Es sabido que Mario Conde tiene el don de la palabra y gusta de compartir sus reflexiones, a menudo prolijas, desde sus redes sociales. En el fallecimiento de su hermana pequeña no ha querido dejar de hacerlo, destacando ante todo la "bondad", como una forma de estar en el mundo para Ana Conde. "Ella, Ana, nuestra hermana pequeña, era sobre todo y por encima de todo la bondad personificada. Vivió soportando un injusto sufrimiento, lo que incrementa exponencialmente la calidad de lo sufrido".
"La acidez de lo injusto"
"Pero sobre el dolor quiso edificar un rotundo silencio, consumiendo en su interior la acidez amarga del sabor de lo injusto", continúa. "Dios no le dio buena salud desde su nacimiento, pero a cambio le dotó del corazón más generoso, amplio, afectuoso y sincero que imaginarse pueda. La querían todos los que con ella convivían, porque desparramaba bondad envuelta en una ingenua, e inteligente a la vez, amplia sonrisa".
Mario Conde ha superado varias tragedias personales y profesionales. Tuvo que decir adiós al que fue el amor de su vida, su mujer Lourdes Arroyo; vivió el éxito social con la misma intensidad que vivió su caída (en varias ocasiones), y también tuvo que apoyar a su hija Alejandra cuando la enfermedad visitó a su familia. Quizá su 'experiencia' en estos casos le ha permitido ir más allá en sus reflexiones.
"Hoy, mi hermana Carmen y yo, en compañía de mi cuñado Fernando, y algunos, pocos, íntimos, hemos dejado sus cenizas en el panteón familiar. Allí permanece lo que queda de su estructura corporal, pero su alma sigue viva en nosotros, con más fuerzas que nunca", escribe en una emotiva carta.
"Los tres hermanos hemos vivido juntos dolorosos acontecimientos que, si cabe, nos han unido más aún. Hemos entendido que la sangre no es suficiente. Se reclama el amor y la bondad para poder utilizar la palabra hermandad. Nosotros tres tuvimos y cultivamos en momentos difíciles esa hermandad. Permanecemos de momento, dos de los tres con estructura corpórea, en lo que algunos llaman esta 'manifestación', pero seguimos los tres, Ana, Carmen y yo unidos en la comunicación espiritual".
"La fragilidad de la vida, esa inmensa capacidad de alterar nuestro surco vital de manera brusca, tan potente como imprevista, la sentimos de modo especialmente intenso cuando acontecimientos inesperados nos golpean en lo más profundo, dejando tras de sí, no solo una sensación de vacío, la presencia de una ausencia, sino, adicionalmente, una áspera sensación de injusticia existencial". Así empiezan las desgarradoras palabras que el banquero Mario Conde le ha dedicado a su hermana pequeña, Ana Conde, fallecida recientemente.