Ricardo Bofill Jr: de cuando le daban tres meses de vida a un día a día sano y anónimo
El hijo del emblemático arquitecto Ricardo Bofillm, exmarido de Chabeli Iglesias, decidió apartarse de la vida pública para centrarse en el trabajo al frente de su estudio
El fallecimiento hace más de dos años del emblemático arquitecto Ricardo Bofill causó una enorme conmoción internacional. No en vano siguió activo hasta el final y su firma aparece en edificios y complejos de todo el mundo. El hotel Vela de la Ciudad Condal, los complejos de viviendas Walden 7, la Muralla Roja, el aeropuerto de Barcelona, la sede de Shiseido Ginza en Tokio y la de Cartier en París son solo algunos ejemplos del currículum de un profesional trabajador y brillante que todavía a sus 82 años consideraba que podía reinventar la arquitectura.
Más allá de su labor profesional, su vida personal tuvo su continuidad en la crónica social y sería su hijo Ricardo quien llevara a la familia a las portadas y a programas de televisión en los que a veces su imagen no salía bien parada. Algo que el propio Bofill júnior se ha encargado de enmendar optando por una vida sana, entregado al trabajo y apartado voluntariamente de los focos, aunque ocasionalmente concede alguna que otra entrevista para, quizás, recordar que cualquier tiempo pasado no siempre fue mejor.
Ricardo tiene perfil de Instagram, no es ajeno a los tiempos actuales, pero en el momento de escribir estas líneas, no llega a 6.000 seguidores, y los posts que comparte están estrictamente relacionados con su trabajo o con sus aficiones, como el deporte. Junto a su hermano Pablo (15 años más joven que él y fruto de la relación de su padre con Annabelle D'Huart), está al frente del despacho RBTA –Ricardo Bofill Taller de Arquitectura. Es director de diseño y en los últimos años ha estado volcado en proyectos en Rusia, China e India. Entre los que ha llevado adelante en este último país, están la remodelación de las oficinas de Google en Nueva Delhi o un barrio residencial en Chennai.
Bofill hijo no reniega de su pasado ni intenta ponerse de perfil, como dejó patente en una entrevista con 'El País' en 2019: "No me escondo, pero decidí que quería acabar con ello, porque no era óptimo para una trayectoria seria. Me enseñaron que era joven y debía vivir, tener experiencias". Y respecto a cómo es su día a día, daba algunas pistas muy concluyentes: "Estoy muy centrado en el trabajo y soy muy casero. Tengo diez amigos de toda la vida. Salimos en moto, voy a conciertos en el Palau de la Música, practico el surf. Vivo frente a la playa de Barcelona, al final de la Diagonal, en una zona en la que no se me conoce. Estoy soltero y no tengo hijos. Ayer le llevé la mona de Pascua a mi ahijada. Disfruto mucho de los niños de mis amigos".
De cachorro de la 'gauche divine' a profesional de éxito, el camino no ha sido precisamente en línea recta. Cómo olvidar la época en la que emparentó con los Iglesias-Preysler, una etapa en la que no evidenció demasiada madurez y que no acabó bien, como rememoraba la inspiradora de la canción 'De niña a mujer' hace algo más de una década: "La gran diferencia entre Christian (Altaba, su actual marido) y Ricardo (Bofill) es que uno no tiene vicios y el otro sí los tenía. Por lo demás, mi exmarido es un hombre muy capacitado, una gran persona".
Chábeli y Paulina, sus ex
En febrero de 2020 y en las páginas de '¡Hola!', Ricardo Bofill también se pronunciaba sobre su primer matrimonio, pasando de puntillas: "Sé que está bien, al igual que Enrique (Iglesias) y el resto de una familia fantástica y admirable. Todos mantenemos una relación cordial. Piensa que nos hemos vuelto a encontrar en muchos sitios. Sin dar muchos nombres, tengo una relación con todas las personas que han sido importantes en mi vida".
La misma diplomacia que empleó para referirse a Paulina Rubio, con quien sí protagonizó momentos algo más salvajes, como cuando ella vino a España a presentar una gala de Miss España y los vecinos de habitación de Marina d'Or se quejaban de que no habían podido pegar ojo en toda la noche y el equipo de Telecinco, cadena que retransmitió la gala, se quejaba de que la 'chica dorada' no se había presentado a los ensayos con su compañero Jesús Vázquez, algo que presenció quien firma este reportaje.
"Me alegro de que le hayan ido las cosas tan bien a Pau y a su madre, Susana (Dosamantes), que es una persona especial y sigue haciendo teatro. Viven en una casa que les hice en Miami Beach. La casa se llama Ananda (el nombre de uno de los discos más populares de Paulina), que en sánscrito significa 'felicidad", decía Bofill en la aludida entrevista.
Ya en esas declaraciones dejaba patente que había cambiado de vida y señalaba que "intento ir hacia la salud. A medida que te haces mayor, tienes que cuidarte más y hacer más deporte". Nada que ver con un desgarrador artículo publicado por el escritor Miquel de Palol hace ya dos décadas, en el que el arquitecto entonaba el mea culpa: "Me había vuelto un egoísta, me había convertido en una 'bête du cirque', en un exhibidor folclórico de mí mismo, metido en una espiral de falta de respeto por la familia, por las mujeres y por mí mismo. Era un sádico hedonista que causaba daño a los demás sin que me afectase. Mi padre me aconsejó un doctor, una eminencia apreciada internacionalmente. Me reconoció y recomendó el ingreso inmediato. Ni un minuto más. Cuando entré aquí, me daban tres meses de vida si continuaba con ese ritmo".
Sus momentos más mediáticos
¿Cómo llegó Ricardo Bofill a ese nivel de deterioro de sus costumbres y a tener una visión tan dura de sí mismo? Pues lo cierto y verdad es que hijo del recordado arquitecto y de la bella actriz italiana Serena Vergano lo tenía todo a su favor -creció rodeado de bonanza económica, la mejor formación y los mejores contactos- para que su vida no hubiera tenido estos baches tan severos ni para verse sometido a un escrutinio público como el suyo.
Así como con Chábeli Iglesias dio tanto que hablar con el vídeo que comercializaron sobre su historia de amor, sería con Paulina, con la que tuvo una relación que duró entre los años 1995 y 2004, cuando más se prodigó en espacios como 'Tómbola' o 'Crónicas marcianas', se convirtió en carne de paparazzi, especialmente para los desnudos, y protagonizó con ella aquella pintoresca boda africana celebrada en 1999, pero sin validez legal alguna.
Tras el 'huracán Paulina', Ricardo comenzó una relación sentimental con la actriz Ana Turpin, quien sería la protagonista de su ópera prima y hasta el momento única película como director, 'Hot Milk' (2005), que no tuvo mayor repercusión que la notoriedad derivada del artífice de la misma, lo mismo que ocurrió con su libro 'Perséfone' (1995). De todas formas, tras estos escarceos artísticos de 'enfant terrible', pronto empezaría a dar los primeros pasos para apuntalar su actual vida, en la que no ha habido lugar para el escándalo ni las 'boutades' verbales a las que fue tan proclive en esos tiempos oscuros.
Homenaje a su padre
Ya en 2016, en una entrevista en 'RT', desvelaba el carácter cosmopolita de su trabajo y la trascendencia que tenía para él. "Nos hemos centrado, sobre todo, en países de Norteamérica y Centroamérica. Latinoamérica es una asignatura pendiente y espero que hagamos más cosas allí. Es un reto importante, otro reto". Y así ha sido, pues, como ya hemos dicho, ha tenido proyectos en otras latitudes y con notable éxito.
Ricardo aprovechaba entonces para rendir homenaje a su padre. Unas palabras que cobran ahora particular significado: "Es un arquitecto legendario, un maestro, es mi tutor, mi mentor, además de padre. Me ha llevado en la solapa por todas partes. Él tiene un equipo, algunos de ellos ya retirados, y mezclamos la experiencia de la vieja guardia con el frescor y lo nuevo de los jóvenes dinámicos, radicales en términos diseño".
El fallecimiento hace más de dos años del emblemático arquitecto Ricardo Bofill causó una enorme conmoción internacional. No en vano siguió activo hasta el final y su firma aparece en edificios y complejos de todo el mundo. El hotel Vela de la Ciudad Condal, los complejos de viviendas Walden 7, la Muralla Roja, el aeropuerto de Barcelona, la sede de Shiseido Ginza en Tokio y la de Cartier en París son solo algunos ejemplos del currículum de un profesional trabajador y brillante que todavía a sus 82 años consideraba que podía reinventar la arquitectura.