Quién es Adriana Abascal, la mujer de moda que no quiso ser socialité en España
Su relación con Filiberto de Saboya, nieto del último rey de Italia, ha vuelto a poner a Abascal en el centro del foco mediático
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Adriana Abascal se ha convertido de nuevo en noticia por un tema amoroso. De vez en cuando, aparecía en una revista de moda y nada más. Se sabía que vivía en París con su segundo marido y que viajaba a menudo a Sevilla por temas laborales.
En la entrevista que concedió a nuestro medio, en julio de hace dos años, explicaba que le fascinaba la ciudad andaluza por su alegría. “La gente siempre está en la calle y eso me gusta. Me siento muy querida, muy bienvenida y eso es muy atractivo”. Esos viajes tenían que ver, como contaba, con la búsqueda de artesanos para incorporar sus diseños a uno de sus proyectos. Ya tenía una producción de calzado de lujo que utilizaban sus amigas superstar.
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Así estaban las cosas, apareciendo y desapareciendo, como el Guadiana, hasta que ha vuelto a dar la campanada. Esta vez, por la información que publicó Ana Romero en LOC, donde destapaba un romance inesperado e interesante para los medios. Se trataba de la relación de Abascal con Filiberto de Saboya, nieto del último rey de Italia e hijo del pendenciero Víctor Manuel, que falleció el año pasado. El calificativo dedicado al padre no es gratuito. Forma parte de las anécdotas que sucedieron en el banquete de boda del príncipe Felipe y Letizia Ortiz. Los dos aspirantes al trono de Italia, Víctor Manuel de Saboya y Amadeo de Aosta se liaron a tortas. Según testigos, fue el padre de Filiberto el que empezó la gresca.
Parece que el hijo, con muy buena presencia, no tiene el carácter belicoso de su progenitor, sino todo lo contrario. Cuentan que es un tipo trabajador, educado, sin ínfulas de rey sin trono y más parecido a la madre, Marina Doria, que fue campeona mundial de esquí acuático.
Adriana Abascal no es el tipo de mujer sumisa sino de mucho carácter. Se definía en la entrevista concedida a Vanitatis, dcomo una persona muy independiente y así lo ha demostrado a lo largo de su vida. Tuvo tres maridos, como la letra del tango, pero no hubo veneno. Cuando se acababa el amor, cerraba esa puerta y abría ventanas para que corriera el aire. En una de esas ventoleras ha entrado Filiberto de la Casa de Saboya. La bella Adriana volvía a enamorarse.
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Los que la han (hemos) tratado, podemos decir que transmite simpatía, buen rollo, energía, y ganas de vivir. Nació en Veracruz y reconoce que ese punto mágico y esotérico de México lo mantiene casi intacto a pesar de ser una mujer nómada. ”Mi infancia fue muy libre. Con historias y leyendas de espíritus que nos contaban en casa. Ese lado esotérico que impregna todo. Yo navego mucho por instinto y me gusta visualizar las cosas”, contaba.
Ha vivido en Estados Unidos, Latinoamérica y en ciudades como Madrid, Londres y en los últimos años en su casa de París. Pero todo puede cambiar por amor. “No soy nada apegada a los lugares. He vivido en tantos países y he cambiado tantas veces de casa que soy de todas partes y de ninguna. Mi hogar es mi gente, mis amigos”, nos decía.
El príncipe italiano también viaja por el mundo y para él tampoco es problema cambiar de ubicación. Su cuartel general se encuentra entre Monte Carlo y Perugia.
La primera vez que se supo de ella en España fue cuando se hizo novia de Juan Villalonga, en la primavera de 1998. El que fuera presidente de Telefónica hasta el año 2000 y compañero de pupitre de José María Aznar en el colegio de El Pilar era un hombre poderoso, tanto por su cargo como por lo que significaba su amistad con el presidente del gobierno. Se divorció de su mujer, que a su vez era íntima de Ana Botella, y esto hizo que la “nueva”, es decir, Abascal, no fuera recibida con buen talante. Sobre todo, entre el grupo de mujeres que el periodista Jesús Mariñas definió como “el club de las segundas y terceras esposas”.
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Para algunas, la bella Adriana, pareja del magnate mexicano y dueño de Televisa, Emilio Azcárraga, era un peligro. Ellas lo sabían porque habían llegado a sus matrimonios respectivos por ser jóvenes y guapas. Abascal podía convertirse en la tentación que vive arriba.
Villalonga quiso introducirla en la sociedad madrileña más conservadora y no cuajó ese interés por parte de la que hoy es novia del nieto del rey de Italia. Hay una anécdota que vivimos algunos periodistas en una presentación de joyas donde ella era la imagen. Su aburrimiento era llamativo y el interés por los vips oficiales nulo. Así que decidió divertirse con la prensa que acudió al restaurante. Una vez que finalizó el acto y la mayoría de los invitados se fueron, Adriana Abascal decidió seguir con la fiesta. Alaska pinchaba la música y cantaba mientras la mujer de Villalonga le hacía los coros. El fin del encuentro acabó de madrugada sin famosos y con la bella bailando encima de la mesa y la prensa jaleándola.
Otra anécdota de aquellos años fue su boda con Villalonga, a la que los personajes vips nacionales no acudieron. Solo estuvieron los primos Cortina. La ausencia de caras conocidas llamó la atención y la disculpa que se dio fue cómica para muchos: demasiada distancia entre Madrid y la mansión de Bel Air, en la costa oeste de Estados Unidos, donde se firmó el matrimonial. Al recordarle en la entrevista de hace dos años si sintió alguna vez que le hicieran el vacío, su respuesta acompañada de una gran sonrisa fue muy clara: “Si me lo hicieron, que pudo ser, no me afectó. Nunca me lo tomé a mal”.
Adriana Abascal se ha convertido de nuevo en noticia por un tema amoroso. De vez en cuando, aparecía en una revista de moda y nada más. Se sabía que vivía en París con su segundo marido y que viajaba a menudo a Sevilla por temas laborales.