Las fastuosas joyas de la reina Sofía en los días previos a su boda: dos tiaras y muchos diamantes
Sofía de Grecia recibió numerosas joyas como regalo de sus suegros, los condes de Barcelona. También sus padres le entregaron muchas alhajas
Sesenta años han pasado ya de una de las bodas reales más únicas de la historia. La que juntó el destino de la entonces princesa Sofía y el entonces príncipe Juan Carlos, la misma que unió para siempre las Coronas de Grecia y España. Un enlace que contó con tres ceremonias debido a las dos religiones distintas que profesaban los novios, la católica y la ortodoxa, además de la civil. Lo que consiguieron esas nupcias, aparte de este trío de rituales, fue la reunión en Atenas de miembros de la realeza de alrededor del mundo que fueron agasajados por los eméritos con una semana llena de celebraciones.
La primera fue el 10 de mayo. El entonces heredero Constantino de Grecia, hermano de doña Sofía, ofreció una cena en honor a los novios en el hotel Grande Bretagne de Atenas, a la que acudieron 300 invitados. Para aquella velada que dio el pistoletazo de salida a los festejos, la madre de Felipe VI eligió un elegante vestido blanco corto, con escote cuadrado y una chaqueta a juego. Sin duda, lo que más llamó la atención fueron las joyas, ya que dos de ellas tenían un significado especial: un brazalete de diamantes y un broche en forma de concha, con una perla, que llevaba prendido del escote. Ambas piezas fueron regalos de sus suegros, los condes de Barcelona.
Sofía también llevaba joyas de su madre, a la que estaba muy unida. Federica, quien fue una de las artífices de que este matrimonio ocurriera, pues siempre buscó a un príncipe para su primogénita, abrió el gran joyero de los Grecia y le cedió a Sofía para su noche especial un collar de perlas del que colgaba una concha de brillantes. Los pendientes que llevaba así como el otro brazalete, también de diamantes, pertenecían también a la que dos días después se convertiría en suegra de don Juan Carlos, una mujer de fuerte carácter a la que en España se la llegó a apodar 'la bruja alemana'.
Al día siguiente, se celebró un baile en el mismo hotel, pero no existen fotografías de doña Sofía, solo de Grace Kelly, preciosa de blanco, la duquesa de Alba y otros invitados a su llegada. Y la noche antes de la boda, el 13 de mayo, fue el gran baile de gala en el Palacio Real de Atenas, en el que Sofía lució por primera vez una tiara de los Borbón. La diadema elegida fue la Mellerio. Su nombre se debe a que fue creada en 1867 por la joyería francesa homónima, aunque también se la conoce como 'la diadema de la Chata', ya que la reina Isabel II la compró para su hija, la infanta Isabel, conocida con ese apodo, con motivo de su boda.
Ella legó años más tarde la joya a su sobrino, el rey Alfonso XIII, y este a don Juan. De sus manos pasó a la reina Sofía, que la recibió como regalo por su boda y la estrenó esa noche. La pieza presenta un diseño de conchas en pavé de diamantes y varias perlas en forma de pera. Del centro cuelga un diamante. Esta ha sido durante años una de las tiaras favoritas de doña Sofía, no así de doña Letizia, quien solo la ha lucido en una ocasión. Fue en 2007, para recibir en el Palacio Real a la entonces presidenta de Filipinas, y nunca más se la ha vuelto a poner.
No era la Mellerio la única tiara que llevaba la entonces princesa Sofía. Del cuello también lucía una, que convirtió en collar. Hablamos de la diadema floral, un regalo del general Franco en nombre del pueblo español. Aunque no se sabe con certeza su origen, todo apunta a que fue creada en Rusia en el siglo XIX. Doña Sofía llevó con asiduidad durante su reinado esta tiara, que tiene mucho éxito entre las damas de la familia real, pues la infanta Cristina la eligió en su boda con Iñaki Urdangarin. Asimismo, es una de las favoritas de doña Letizia, quien la ha llevado en numerosas cenas de gala en el extranjero.
La joven Sofía se decantó esa noche por un vestido azul celeste de Jean Dessès, el mismo que realizó su vestido de novia, sobre el que llevaba la banda de la orden griega de Santa Olga y Sophia, prendida con un broche que también perteneció a la Chata y regalo de los condes de Barcelona. La emérita también recibió joyas de otros invitados, aunque no los luciría hasta meses después. Por ejemplo, la reina Victoria Eugenia, abuela de don Juan Carlos, le entregó un collar de zafiros y diamantes, mientras que el armador griego Stavros Niarchos le regaló una parure de rubíes de Van Cleef & Arpels.
Sesenta años han pasado ya de una de las bodas reales más únicas de la historia. La que juntó el destino de la entonces princesa Sofía y el entonces príncipe Juan Carlos, la misma que unió para siempre las Coronas de Grecia y España. Un enlace que contó con tres ceremonias debido a las dos religiones distintas que profesaban los novios, la católica y la ortodoxa, además de la civil. Lo que consiguieron esas nupcias, aparte de este trío de rituales, fue la reunión en Atenas de miembros de la realeza de alrededor del mundo que fueron agasajados por los eméritos con una semana llena de celebraciones.