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El príncipe Harry intenta una reconciliación en los Juegos Invictus 2027: ¿qué tendría que pasar para que Carlos III y Guillermo acepten?
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ENTERRAR EL HACHA DE GUERRA

El príncipe Harry intenta una reconciliación en los Juegos Invictus 2027: ¿qué tendría que pasar para que Carlos III y Guillermo acepten?

El duque de Sussex ha invitado a su hermano y su padre a la competición de veteranos de guerra que organiza y que celebra en dos años su edición más ambiciosa en Birmingham

Foto: Carlos III y sus hijos, Guillermo y Harry, en una foto de vacaciones en el 2000. (Gtres)
Carlos III y sus hijos, Guillermo y Harry, en una foto de vacaciones en el 2000. (Gtres)

No habrá reencuentro en palacio, ni alfombra roja, ni discursos ante la BBC. Si la reconciliación entre los Windsor ocurre, será lejos de Buckingham y a años luz de la pompa oficial. El escenario elegido por el príncipe Harry para lanzar su último gesto de acercamiento ha sido la arena de los Juegos Invictus, la competición para veteranos de guerra que él mismo fundó en 2014 y que en 2027 celebrarán su edición más ambiciosa en Birmingham.

El duque de Sussex ha extendido una invitación directa a Carlos III y al príncipe Guillermo. Pero la verdadera pregunta no es si aceptarán, sino qué tendría que pasar para que lo hicieran.

Desde su salida de la familia real, ha dejado de ser únicamente “el hijo pequeño de Diana” y se ha convertido en un símbolo incómodo, a veces contradictorio, del cambio. En su libro 'Spare', en la serie de Netflix que protagonizó con Meghan Markle y en sus numerosas intervenciones públicas, ha repetido una idea central: quiere ser escuchado, no simplemente perdonado. Eso implica un reajuste emocional y simbólico dentro del núcleo más duro de la Corona británica.

placeholder Carlos III y sus dos hijos, los príncipes Guillermo y Harry en el funeral de su madre. (Gtres)
Carlos III y sus dos hijos, los príncipes Guillermo y Harry en el funeral de su madre. (Gtres)

Una conversación sincera y privada, sin filtraciones ni estrategias palaciegas, eso es lo que se puede extraer de las declaraciones de los tres implicados y sus círculos cercanos. No se trata de volver a formar parte de la maquinaria real, sino de reparar un vínculo familiar dañado por el silencio, la distancia y la imagen pública.

Harry: dejar de vender la intimidad familiar

Durante años, ha sido él quien ha impulsado —y rentabilizado— el relato. Su salida, sus quejas, sus heridas. En parte, el distanciamiento se alimentó de esa narrativa pública en la que la familia real aparecía como un bloque frío y funcional, incapaz de dar apoyo emocional. Y aunque muchos de sus argumentos fueron bien recibidos por la opinión pública, la constante exposición ha dificultado la posibilidad de un diálogo genuino.

Para que su gesto tenga efecto, Harry necesita también dar un paso atrás y dejar de contar, detallar y editorializar cada desencuentro. Su intención, o al menos lo que ha contado, es dejar de ser el "díscolo". Aspira a ser validado como alguien que actuó desde el dolor, no desde la rebeldía.

placeholder Meghan y Harry, el verano pasado. (Gtres)
Meghan y Harry, el verano pasado. (Gtres)

Aunque en su última entrevista para la BBC volvió a arremeter contra los suyos, de fondo había una intención de recuperar el tiempo perdido: “No sé cuánto tiempo le queda a mi padre y no me habla por este asunto de la seguridad”. Y ahora que ha logrado contar su versión, quizá su mayor gesto de acercamiento sea el silencio para recuperar la confianza que han perdido en él.

Pero Guillermo y Carlos no son los únicos que tienen demandas hacia el pequeño de la casa. A su padre le reprocha haber protegido más a la institución que a sus hijos. A su hermano, la falta de empatía en los momentos más difíciles, especialmente tras el huracán mediático que supuso su relación con Meghan.

Guillermo: reconocer el dolor del distanciamiento

El príncipe de Gales ha sido el más dolido y el menos dispuesto a perdonar desde que su hermano y su cuñada se alejaron de la familia real y empezaron a hablar públicamente. Guillermo ha guardado silencio, como marca el manual del heredero. Pero ese silencio también ha sido leído como un muro.

placeholder El rey Carlos, Guillermo y Harry tras el féretro de Isabel II. (Reuters)
El rey Carlos, Guillermo y Harry tras el féretro de Isabel II. (Reuters)

Por ello, lo primero que le reclama el duque de Sussex es hacer el esfuerzo de admitir —aunque sea internamente— que esta distancia le ha dolido, y es que quizá la herida no solo viene de lo que se ha dicho, sino también de lo que no se ha podido decir en privado. A diferencia de su padre, representa el presente y el futuro de la monarquía, lo que significa que no puede permitirse vacilaciones. Sin embargo, lo personal siempre acaba asomando.

Él y Harry fueron inseparables durante años, primero como los dos hijos de la mujer más adorada —y más perseguida— del planeta, y después como los jóvenes que caminaron detrás del féretro de Diana con el mundo mirándolos en silencio. Lo que compartieron en la infancia, tras la muerte de su madre, los convirtió casi en un bloque emocional. De ahí que la ruptura actual no sea solo una diferencia entre adultos, sino la herida profunda de una fraternidad rota.

Una reconciliación real implicaría que Guillermo reconociera, al menos en lo privado, que el vínculo con su hermano se ha erosionado. No se trata de dar la razón, sino de aceptar el daño. Para alguien que ha crecido bajo el mandato del deber, mostrar humanidad sería un acto de valentía. Tal vez eso es lo que Harry más necesita: un gesto que no venga del protocolo, sino del hermano.

placeholder Kate Middleton y Meghan Markle, juntas en las navidades de 2018 (Gtres)
Kate Middleton y Meghan Markle, juntas en las navidades de 2018 (Gtres)

Pero el marido de Kate Middleton también se siente traicionado. Lo que más le ha dolido, según fuentes cercanas a palacio, es que Harry expusiera conversaciones y dinámicas íntimas de su relación —como el famoso desencuentro entre ellas por la supuesta actitud “grosera” de Meghan hacia personal de palacio— y que lo hiciera en espacios públicos sin darle oportunidad de responder. En el fondo, el príncipe de Gales no parece esperar una reconciliación escénica, sino una disculpa íntima y sincera, alejada de los focos y las productoras.

Carlos III: mostrar afecto y apertura públicamente

El rey británico siempre ha sido un personaje complejo: pasional, culto, sensible… pero también profundamente institucional. Como monarca, su agenda no deja demasiado espacio para lo emocional. Pero como padre, su legado dependerá también de cómo resuelva esta fractura. La figura de Diana sigue proyectándose sobre sus hijos, y con ella, la imagen de un progenitor que no supo protegerlos, aunque lo intentara.

En el caso de Carlos, el perdón no se mide en palabras, sino en actos simbólicos. Durante estos años ha tenido algunos de ellos, incluso pidió consejo espiritual para ver cómo podía atajar la situación. Una foto juntos, una presencia compartida en un evento como los Invictus, una frase amable ante la prensa... No es necesario el gran discurso. Bastaría con un gesto visible que indicara que hay voluntad de reconstruir algo.

placeholder Carlos III y el príncipe Harry en una foto de archivo. (Gtres)
Carlos III y el príncipe Harry en una foto de archivo. (Gtres)

Pero el rey también tiene su línea roja, y esa línea es la Corona. Aunque ha mantenido el contacto con Harry en momentos clave —como la muerte de Isabel II—, le ha dolido profundamente que su hijo pusiera en duda la lealtad y la sensibilidad de la familia real como institución. Las referencias a Camila como "peligrosa", los reproches por no haber protegido a Meghan, y las acusaciones veladas de racismo en el entorno real han herido no solo al padre, sino al soberano.

Carlos puede perdonar como padre, pero como rey espera respeto público hacia la institución que encarna. Para que su gesto de apertura sea posible, Harry debería dejar claro que no busca destruir, sino sanar sin volver a incendiar el puente que está pidiendo cruzar.

Pocas familias han librado sus batallas con tanta exposición como los Windsor. Y pocas veces la herencia emocional pesa tanto como la de estos tres hombres que, en el fondo, han vivido la misma tragedia con máscaras distintas. La reconciliación no se construye con invitaciones públicas, ni con libros de memorias, se construye con tiempo, con respeto y con voluntad de ver al otro no como amenaza, sino como alguien que sufre. Harry ha hecho su jugada, falta saber si los suyos aceptan jugar. Y, sobre todo, si están dispuestos a que gane la familia por encima del relato.

No habrá reencuentro en palacio, ni alfombra roja, ni discursos ante la BBC. Si la reconciliación entre los Windsor ocurre, será lejos de Buckingham y a años luz de la pompa oficial. El escenario elegido por el príncipe Harry para lanzar su último gesto de acercamiento ha sido la arena de los Juegos Invictus, la competición para veteranos de guerra que él mismo fundó en 2014 y que en 2027 celebrarán su edición más ambiciosa en Birmingham.

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