Lindsay Lohan vuelve a la pantalla tras un 'catálogo de desastres médico-estéticos'
Su rostro ha pasado de ser el más popular de una generación a resultar irreconocible. El abuso de los retoques estéticos ha llevado a Lindsay Lohan a perder sus facciones. Un médico estético nos ayuda a desgranar sus errores
Casi una década después de que su carrera tocara fondo, Lindsay Lohan vuelve al candelero mediático. En esta ocasión no debido a sus escándalos personales, sino a su carrera profesional. Inmerso en plena campaña navideña, Netflix estrena ‘Navidad de golpe’, una cinta protagonizada por Lohan y Chord Overstreet (chicho ‘Glee’).
Aunque el género de las rom-com se convirtió en el éxito más rentable de su carrera, la más que evidente transformación de su rostro es un elefante en la habitación que puede distraer de la interpretación de Lindsay Lohan en la película. Sus facciones sobredimensionadas, el volumen de sus labios o la total ausencia de arrugas en el entrecejo son quizá los elementos más llamativos del nuevo rostro de la actriz, que comenzaba su complicado idilio con la medicina estética a una edad muy temprana.
Le mostramos al doctor Leo Cerrud, médico estético, varias fotografías de Lohan, desde sus alfombras rojas como estrella adolescente consolidada hasta sus últimas apariciones antes de la pandemia, para intentar comprender en qué momento los retoques estéticos se convirtieron en algo notablemente artificial, llegando a rozar la dismorfia corporal.
Como nota curiosa, el médico estético apunta que la Lindsay Lohan casi preadolescente se caracterizaba por tener una cara llena de colágeno -natural-, con mejillas y pómulos en su sitio y la sonrisa intacta. El primer retoque, muy discreto y difícil de apreciar, fue el cambio en su nariz: “Lo primero que parece retocarse es la nariz, a partir del 2004 luce más fina y con la punta ligeramente levantada”, explica.
El descubrimiento de la medicina estética
Es a partir de entonces cuando la actriz comienza a probar diferentes inyectables, pasando de los rellenos al bótox: “Debuta con un más que evidente aumento de labios tanto superior como inferior (aumento que la va a acompañar el resto de su vida) y con la aplicación de toxina botulínica sobre todo en entrecejo”. Estos dos elementos se convertirán en un básico desde ese momento -más o menos en 2010, con 23 años- hasta la actualidad. En este periodo, su rostro sí refleja retoques, pero está equilibrado. Además de estos cambios, también se aprecia en esta franja de tiempo un aumento de mamas que el doctor centra entre 2008 y 2009.
Es prácticamente al año siguiente cuando el doctor aprecia el inicio del declive: “Empiezan los rellenos faciales y hacen su aparición pómulos y mejillas, al principio bien y luego poco naturales y desproporcionados. Es en 2011 también cuando empiezan a notarse los estragos causados por los abusos de todo tipo. Sus ojos reflejan la decadencia física y probablemente psicológica de la actriz. La mirada ‘gastada’ ha llegado para quedarse”. Este último detalle señalado por Leo Cerrud resulta clarividente.
Es en ese periodo de tiempo cuando las detenciones policiales y los juicios protagonizan la vida de la actriz. El consumo de drogas y el alcohol la llevaron a episodios de agresiones o de conducción en estado de ebriedad. Sus consiguientes fotos policiales, juicios y condenas acapararían titulares con decenas de fotografías de la actriz.
Comenzaba el declive de su vida personal, seguido del declive de su carrera profesional y del declive estético. Es en uno de sus juicios en el que el abuso de los retoques estéticos se ve acentuado además por un maquillaje poco coherente. Un contouring en tonos topo, una tez prácticamente blanca y el uso indiscriminado del iluminador acentúan aún más los cambios en el rostro de la actriz.
El catálogo de desastres médico-estéticos
Pero la desvirtuación se hace patente en 2012, cuando el médico estético detecta la aparición del fenómeno de la ‘sonrisa horizontal’: “Ocurre cuando por culpa del relleno mal puesto o exceso del mismo, al sonreír, las comisuras de los labios se mantienen en la línea horizontal o incluso descienden en vez de inclinarse hacia arriba, como en la sonrisa sin relleno. También le llaman sonrisa de pato, más gráfico y coloquial”, explica.
A partir de ese momento comienza la caída libre de Lindsay Lohan, ya no solo visible a los ojos de un experto, sino evidente para cualquier persona que tuviera un recuerdo de la actriz en sus primeras películas. “En 2013, y con tan solo 27 años, ya parece una mujer mucho mayor y muy retocada”, apostilla el doctor, que señala que este efecto de envejecimiento prematuro ocurre cuando te pones más de la cuenta y antes de tiempo.
“A partir de esa fecha es como observar la decadencia en cascada. Rellenos y toxina botulínica por doquier con más o menos éxito hasta 2017, que aparece irreconocible y horriblemente transformada. Hipercorregida, hiperpomulada, sonrisa horizontal, ojos empequeñecidos y frente congelada. Un catálogo de desastres médico-estéticos. Una catástrofe estética”, apunta con rotundidad el doctor Cerrud.
En estos últimos años, Lindsay Lohan apenas se ha prodigado por las alfombras rojas o los programas de televisión, reduciendo sus apariciones a flashazos en los que apreciábamos que la transformación de sus facciones no había ido a más, pero tampoco a menos, como si hubiera encontrado un término medio entre la artificialidad terrorífica y los volúmenes exagerados pero más habituales en Hollywood. Lo que el doctor observa son retoques más moderados, “una versión hinchada de sí misma, una versión triste de lo que fue una gran belleza, ahora marchita y abotargada”, concluye el médico estético.
Como guinda de este recorrido de catástrofes, esa obsesión por una inalcanzable perfección estética aún es palpable en la vida de Lindsay Lohan, algo tan fácil de comprobar como echar un vistazo a sus redes sociales. En su cuenta de Instagram es imposible encontrar una fotografía en la que el rostro de la actriz aparezca sin retocar o sin un filtro perfeccionador: tez uniforme y sin pecas, dientes ultrablancos, pero, sobre todo, ojos aclarados, varios tonos, un rasgo de lo más llamativo. Abuso de retoques estéticos y gráficos, el triste resumen de otro juguete roto.
Casi una década después de que su carrera tocara fondo, Lindsay Lohan vuelve al candelero mediático. En esta ocasión no debido a sus escándalos personales, sino a su carrera profesional. Inmerso en plena campaña navideña, Netflix estrena ‘Navidad de golpe’, una cinta protagonizada por Lohan y Chord Overstreet (chicho ‘Glee’).
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