Seis razones para enamorarte de Sintra, sobre todo en Navidad (es de cuento)
El muticolor Palacio de la Pena, donde le habría gustado vivir a Dalí (con Gala), es solo una de ellas. Las demás tienen la forma de increíbles palacios también, un castillo, bosques y con un toque dulce
Sintra, si no has estado nunca, ya estás tardando. Y aunque hayas estado una o mil veces, ya estás tardando en volver igualmente. El lugar es mágico, tanto que parece salido de la factoría Disney o de los sueños de un inspirado Hans Christian Andersen, que por cierto vivió aquí, o tal vez del onírico Dalí. Esta fantasía hecha realidad, aristócrata y no poco extravagante, para colmo, está al ladito de Lisboa y con playas cercanas que son una tentación, más ahora en invierno cuando la arenas infinitas se autoproclaman marineras. Pero Sintra es sobre todo el Palacio de la Pena, sin duda un sueño que paradójicamente te dará muchas alegrías, y el Castelo dos Mouros, una muralla china en pleno Portugal. Solo dos de las seis razones (y hay más) por las que seguramente te vas a enamorar. Advertencia: ya lo hizo con Lord Byron y con Eça de Queirós.
1. Su ubicación: entre Cascais y Ericeira
Sintra lleva todas las de ganar también por su ubicación. Sin ir más lejos, al sur tiene la también aristócrata y muy noble Cascais, y al oeste, el espectacular Cabo da Roca, que es el punto más occidental del continente europeo y al que es obligado ir (la belleza manda). La alegría por estar en semejante hito geográfico no tiene igual, sobre todo si vienes del Algarve y has pisado ya el de San Vicente. Además, Sintra es también el nombre de la sierra en la que se ubica. Una zona montañosa y doblemente evocadora con la Cruz Alta, un pico de 528 metros sobre el mar vecino, como altura máxima.
Es el Parque Natural de Sintra-Cascais. Que la emoción de Sintra no te ciegue y te impida ver, por ejemplo, Azenhas do Mar, un pueblo encaramado a un acantilado encantador, la playa de Maças (podrás ir en tranvía) o la Praia Grande, paraíso (otro) del surf. Que se lo digan a Ericeira, donde las olas alcanzan proporciones épicas.
2. Un palacio soñado: Palácio da Pena
Este palacio de ensueño se alza sobre un escarpado cerro de la sierra de Sintra y está compuesto por el antiguo convento manuelino de la orden de San Jerónimo, el ala que mandó edificar Fernando II en el XIX, rey artista y muy inspirado, después de remodelar el primero, y toda la sinfonía propia del Exin Castillos, almenas, torreones, paseos de ronda y puente levadizo, que fue levantada a continuación. De un lado, el Palacio Viejo, de color rosa, y del otro, el Nuevo, en ocre, y todo rodeado de un parque con pabellones, bancos de piedra, caminos sinuosos y árboles y plantas traídos de todo el mundo.
El conjunto no podía ser más romántico, a imagen y semejanza de los castillos alemanes de Stolzenfels y Rheinstein, que se levantan a orillas del Rhin, y el de Babelsberg, en Postdam. No te pierdas el Chalet de la Condesa (o Casa do Regalo), el refugio de verano de dicho rey Fernando y su segunda esposa, Elisa Hensler, condesa de Edla.
3. Un mirador top: el Castelo dos Mouros
Ahora hay que retroceder en el tiempo, al siglo X, que nos legó este Castillo de los Moros, tras la conquista musulmana de la Península Ibérica. Y atención, porque ciñe la sierra con dos cinturones de muralla, desde donde se avista el Atlántico y los palacios de la Villa y de la Pena, componiendo una estampa de lo más romántica. Es terreno abonado para la arqueología y la historia. Y para el turismo, claro. En la iglesia románica de San Pedro de Canaferrim, que es el Centro de Interpretación de la Historia del Castillo, te darán todo tipo de explicaciones. Forma parte de eso que se llama Paisaje Cultural de Sintra, privilegio más que real. Un cóctel de lo morisco, lo gótico, lo mudéjar, lo manuelino, lo barroco y más.
4. Su aire royal: los otros palacios
El de la Pena es el más sorprendente, pero no es ni mucho menos el único. Aquí, en Sintra, se halla también el Palacio de la Villa, en medio de la plaza principal, ejemplo único de arquitectura medieval, con sus dos chimeneas cónicas, lugar de veraneo de reyes y todo un museo del azulejo, con elementos del siglo XVI; el Palacio de Seteais, del XVIII, actualmente un impresionante hotel, con jardines y mirador, al que iremos después; la Quinta da Regaleira, este del siglo XIX, al que se llega cuando uno se pierde por las callejuelas, maravilloso como el que más, colmado de símbolos en sus piedras, con su mítico pozo iniciático de nueve pisos, sus túneles y cascadas.
Y hay más: el de Monserrate, el delirio neogótico de un millonario inglés, con el novelesco nombre de Francis Cook, y que visitó Byron (¡oh!) en el parque del mismo nombre; o el de Queluz, ya saliendo, camino a Lisboa, del XVIII e inconfundiblemente rococó y majestuoso.
Y hablando de edificios, aún queda el Convento dos Capuchos, del XVI, adherido al voto de pobreza de los de San Francisco de Asís, a años luz del éxtasis ornamental de los palacios.
5. Sus pastelerías y otras delicias gastro
Sintra es el Palácio da Pena y el Castelo dos Mouros, pero también sus pastelerías, esos templos donde ser felices con sus queijadas y travesseiros, caso de la legendaria Casa Piriquita, con 100 años de antigüedad. Además de pasear por la villa con los ojos más que abiertos, subir a la sierra (se puede hasta en coche de caballos en plan aristócrata decimonónico o miembro de la realeza más arquetípica), disfrutar de la panorámica desde el Palácio da Pena y callejear como si no hubiera un mañana, para recordar una vez más cuánto amamos Portugal, hay que caer en esta dulce tentación. Para probar los otros manjares de la tierra, bacalao, pulpo y demás, restaurantes como Nau Palatina, Santo Bife, Sâo Pedro 26 o Sabores do Mercado son buenas y muy alabadas opciones. Y luego están los vinos de Colares, dicen que los más selectos del país.
6. Sus hoteles palaciegos: dormir en Sintra
En Sintra es difícil resistirse al canto de sirena que es alojarse en un palacio. Sobre todo si se trata de uno como la Pousada Palácio de Queluz, en la torre del reloj, junto al Palacio Nacional de Queluz, y con el restaurante Cozinha Velha, en el que también el tiempo se detiene, siglo XVIII, a tu disposición (desde 92 euros). Todo muy royal.
Una sensación que también tendrás en el Tivoli Palácio de Seteais, desde donde verás tanto el Castelo como el Palácio da Pena, casi como soñar (desde 271 euros). Y lujoso al cien por cien.
Sintra, si no has estado nunca, ya estás tardando. Y aunque hayas estado una o mil veces, ya estás tardando en volver igualmente. El lugar es mágico, tanto que parece salido de la factoría Disney o de los sueños de un inspirado Hans Christian Andersen, que por cierto vivió aquí, o tal vez del onírico Dalí. Esta fantasía hecha realidad, aristócrata y no poco extravagante, para colmo, está al ladito de Lisboa y con playas cercanas que son una tentación, más ahora en invierno cuando la arenas infinitas se autoproclaman marineras. Pero Sintra es sobre todo el Palacio de la Pena, sin duda un sueño que paradójicamente te dará muchas alegrías, y el Castelo dos Mouros, una muralla china en pleno Portugal. Solo dos de las seis razones (y hay más) por las que seguramente te vas a enamorar. Advertencia: ya lo hizo con Lord Byron y con Eça de Queirós.