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Belén Esteban nos da la espalda
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OPINIÓN

Belén Esteban nos da la espalda

La popular colaboradora de 'Sálvame' ha sobrepasado el millón de seguidores en sus redes sociales y lo ha querido celebrar con un posado

Foto: Belén Esteban . (Ilustración: Jate)
Belén Esteban . (Ilustración: Jate)

Belén le ha dado la espalda a su millón de seguidores. Como regalo. Enterita. De la decolorada coronilla a sus coloridas posaderas. Agradecida, las ha presentado al gran público en toda su magnificencia y muy poco sutilmente apoyadas en un desfasado gresite piscinero. Firma el despropósito estético con un “gracias” de parvulitos. Lo enmarca con un par de corazones que apuntan a su vez al mismísimo corazón de sus prominentes glúteos. Supongo que intentando que no se nos escapara el detalle, supuestamente pícaro, de compartir algún indicio -o inicio- de una de sus más oscuras intimidades. Transcribe en la parte superior, y en mayúsculas, la cifra redonda que alcanzan sus seguidores. Pone el acento en ello, hecho que ortográficamente agradezco dadas algunas dudas, y que en ningún caso menosprecio. La cifra me refiero. No me cuesta creerme el dato. Simplemente me deprime. Un millón es mucha gente mirando el móvil para saber qué hace quien normalmente, sabemos todos, no hace prácticamente nada.

Foto: Belén Esteban, en un photocall. (Getty)

A la supuesta necesidad de la celebración, como mínimo, se le puede discutir lo inapropiado del método empleado. Puedes llamar la atención sobre tu poder de convocatoria y entiendo que el medio debe ser por fuerza una foto, pero me temo que esta en concreto no hay por dónde cogerla. Técnicamente es una oda a la descomposición artística. Un insulto al diseño gráfico. Una patada a los avances en la iluminación artificial del último siglo. Es un atentado a la armonía cromática. Es un reto hasta hoy no planteado al infalible punto de fuga. Es un menosprecio a la luna. Es darle un susto a la noche. Es permitir la existencia de unas líneas que, incluso en la penumbra, no logran pasar desapercibidas en su misteriosa misión de apuntar al peor sitio. Es apostar, en el fondo, todo al negro. Es un mezclar rectas ajenas con todas tus curvas propias que, ni geométrica ni estéticamente, nos llevan a ningún sitio agradable.

En cuanto a la propia modelo, sujeto de tal seguimiento, mejor no prestar detalle. En un mundo en que los gustos tienden a homogeneizarse, y sabiendo que eso no es bueno, no quiero caer en el tópico de la defensa de un canon impuesto comercialmente. Y mucho menos atacar otros preceptos por mucho que no los comparta. Aun así, como a mí personalmente el marketing actual me ha convencido de que otro diseño más fino del cuerpo femenino que el que se presenta en la imagen resulta más atractivo, resumo, a riesgo de lapidación moderna, alguna de mis conclusiones.

La teoría de Newton

La delgadez no extrema, la deportiva, me resulta mucho más atractiva y sobre todo más saludable. No es tan frecuente de obtener por lotería genética. No es fácil de conseguir ni de mantener dependiendo de los casos. Pero si de algún tipo de cuerpo haría yo apología recurriría al canon griego. Actualizados Apolos y Afroditas de belleza equilibrada donde no resalten ni músculos ni pliegues exuberantes. Y nunca con otro tipo de cuerpo publicaría yo mi foto. Desnudo, al menos. No es el caso de la Esteban.

Foto: Belén Esteban, en una imagen de sus redes sociales. (Instagram @belenestebanmenendez)

Viendo esta desnudez en esa noche tan oscura. No sé qué aporta de bueno esa espalda indefinida, esos glúteos prominentes. Son, como mucho, una prueba fehaciente de la existencia de la gravedad. La gravedad de Newton y la gravedad de la falta de criterio que rige en la elección de referentes actuales que nos empieza a algunos a resultar tan preocupante. Es también un claro desaire a la milagrosa industria de la química capilar actual. Un desprecio total al arte de los peluqueros. Es un “no me gusta un pelo”, la verdad.

Supongo que no es tan inapropiado pedir un mínimo decoro a quien se expone de tal guisa. Mi barriga cervecera debe almacenar, a la vez que ciertas grasas, cierta cantidad de pudor que me impediría aventura similar a la de Belén Esteban. Tampoco pretendo demonizarla por su iniciativa. Soy honesto con mis gustos y apunto márgenes de mejora desde la pura perspectiva de la comparación corpórea. Pero si Belén se ve suficientemente bien como para lucir desnuda, no seré yo quien lo critique. Una cosa es no compartir los gustos, y decirlo abiertamente, sin hipocresías, y otra distinta es que no te guste que la gente haga lo que quiera. Por lo que concluyo que bien por Belén por sentirse tan segura a la vez que, humildemente, apunto que le irá bien echar un buen vistazo a su dieta.

Aún con esa empatía intrínseca que genera el reconocimiento de la libertad de los demás me cuesta ocultar que la publicación me ha horrorizado. Y, huyendo de hacer buenismo, no solo porque no me parezca bien presumir de un cuerpo escombro, sino porque la foto, en el fondo más que en la forma, me ha parecido un puro homenaje al desdén. Un ahí os mando cualquier cosa. Si te importan tus seguidores me parece fatal hacerlo de esa antiestética y desganada manera.

Y todo esto lo pienso porque doy por real, e improvisada, la foto. Miles han comentado la imposibilidad de esas curvas que, por excesivas que a mí me parezcan, parecen estar de moda reguetonera. Si Rubens o Rembrant levantaran la cabeza igual pensarían que nada ha cambiado en estos últimos cuatrocientos años. A esos díscolos detractores, que a la vez son seguidores y eso no hay quien lo entienda, se les supone avezados en la identificación del fraude gracias al pormenorizado conocimiento de la anatomía de la presentadora. Convencido de sus miles de horas de improductiva observación televisiva, me han sembrado la duda. Algunos afirman que ni siquiera es ella.

En cualquier caso, si el Photoshop ha actuado retiro lo del desdén y duplico lo del mal gusto. Si la foto es el resultado de un intenso trabajo previo me como mis palabras en torno a la paradoja de celebrar con entusiasmo ser millonaria en seguidores y faltarles al respeto mandándoles lo primero que te salga del móvil. Pero si la composición ha sido trabajada y publicada -perpetrada iba a decir- con reflexión, debate y retoque previo, redirijo mi crítica en torno a la indolencia y me centro en la acreditada inexistencia de cualquier atisbo de sensibilidad estética. Muy bien acreditada, por otra parte, de forma previa a la celebración numérica que desgraciadamente nos ocupa.

Belén le ha dado la espalda a su millón de seguidores. Como regalo. Enterita. De la decolorada coronilla a sus coloridas posaderas. Agradecida, las ha presentado al gran público en toda su magnificencia y muy poco sutilmente apoyadas en un desfasado gresite piscinero. Firma el despropósito estético con un “gracias” de parvulitos. Lo enmarca con un par de corazones que apuntan a su vez al mismísimo corazón de sus prominentes glúteos. Supongo que intentando que no se nos escapara el detalle, supuestamente pícaro, de compartir algún indicio -o inicio- de una de sus más oscuras intimidades. Transcribe en la parte superior, y en mayúsculas, la cifra redonda que alcanzan sus seguidores. Pone el acento en ello, hecho que ortográficamente agradezco dadas algunas dudas, y que en ningún caso menosprecio. La cifra me refiero. No me cuesta creerme el dato. Simplemente me deprime. Un millón es mucha gente mirando el móvil para saber qué hace quien normalmente, sabemos todos, no hace prácticamente nada.

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