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Maruja Torres recuerda a su amigo Terenci Moix para Vanitatis: "Vivir sin él es como vivir con un brazo menos"
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20 AÑOS DE SU MUERTE

Maruja Torres recuerda a su amigo Terenci Moix para Vanitatis: "Vivir sin él es como vivir con un brazo menos"

La escritora y columnista fue una de las grandes amigas del autor de 'No digas que fue un sueño', de cuyo fallecimiento se cumplen dos décadas

Foto: Terenci Moix, en una de sus provocadoras fotos en 1970. (Cortesía)
Terenci Moix, en una de sus provocadoras fotos en 1970. (Cortesía)

Escritor moderno y amante de los clásicos. Autor comercial y escritor de vanguardia. Amante del Hollywood dorado y fanático de Bergman. Amante de lo exclusivamente catalán y de lo español. Presentador de televisión popular y autor de culto para unos pocos. Los (aparentes) opuestos se mezclan en la figura inclasificable de Terenci Moix. Lo siguen haciendo cuando se cumplen veinte años de su fallecimiento este domingo.

Su sonrisa pícara, el inseparable cigarrillo que lo sentenció a muerte (falleció a causa de un enfisema pulmonar) o su pasión por el cine clásico y Egipto son ahora una leve letanía para las nuevas generaciones, pese a que sus magníficas memorias, la trilogía de 'El Peso de la paja', fueron recientemente reeditadas. Pese a que novelas como 'El día que murió Marilyn' forman parte de la mejor literatura española de la segunda mitad del siglo XX. Pese a que su 'Historia del cine' para la revista 'Blanco y Negro' sigue siendo el relato más ameno, estilizado y rico que se haya hecho sobre la historia del séptimo arte en castellano.

Foto: El escritor Terenci Moix (1942-2003).
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"Sí, señor, soy maricón; para servirle"
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Terenci era, además, una figura televisiva y popular, con don de gentes; alguien que se adelantó en muchos años a izar, sin miedos ni dobleces, la bandera de todo lo LGTBI. Como recordaba un artículo de El Confidencial, en una ocasión alguien le echó en cara su sexualidad tras ganar el Premio Nadal en 1968. Él tenía 26 años y no se pensó la respuesta: "Me han dicho que es usted maricón", le dijeron. "Sí, señor", respondió al susodicho tendiéndole la mano. "Para servirle".

placeholder La escritora Maruja Torres deposita en su nombre su legado en la Caja de las Letras durante un acto organizado por el Instituto Cervantes. Uno de ellos, un ejemplar de 'El peso de la paja'. (EFE/Chema Moya)
La escritora Maruja Torres deposita en su nombre su legado en la Caja de las Letras durante un acto organizado por el Instituto Cervantes. Uno de ellos, un ejemplar de 'El peso de la paja'. (EFE/Chema Moya)

Para recordarle, nada mejor que recurrir a su amiga Maruja Torres, a la que Jordi Évole ha puesto más de actualidad que nunca en las últimas semanas. "Bueno, es algo que también pasará", nos comenta la autora y periodista sobre esa súbita popularidad entre jóvenes a los que solo le sonaba su nombre, cuando la llamamos por teléfono. Maruja es, como vimos en la comentada entrevista de La Sexta y hemos comprobado durante décadas, una leyenda de nuestras letras; una mujer viva, deslenguada y divertida, que lo mismo suelta una boutade que reflexiona sobre la ignorancia predominante cuando le preguntamos si el cine clásico se ha convertido en patrimonio de la derecha ideológica. "Hoy en día hay un adanismo y un evismo que son insoportables. Y esta cosa absurda de que todos tenemos derecho a todo", nos dice. Ella es la persona clave para hablar del escritor y personaje, para saber de primera mano cómo era aquella Barcelona del tardofranquismo en la que ambos compartieron cine y vida.

"Últimamente estoy muy vaga", nos comenta entre carcajadas cuando le pedimos una 'Carta' en nuestro medio dedicada a su eterno amigo. Sin embargo, atiende encantada a nuestra llamada telefónica. Tiene, eso sí, una petición para nuestro reportaje sobre su querido Terenci: "Poned una foto de él en la que salga bien guapo".
Una vez cumplido el trámite de la foto, esto es lo que Maruja nos contó sobre una figura irrepetible y siempre reivindicable:

Si Terenci Moix fue el Truman Capote de nuestro país, salvando las distancias, usted y él formaron una amistad parecida a la que tuvo el autor de 'A sangre fría' con Harper Lee. ¿Cómo empezó ese binomio que formaron los dos?

Yo no le conocía de nada. Tenía una amiga, Amparo, que trabajaba con él en una editorial. Amparo y yo compartíamos libros pero a ella no le gustaba el cine. Me decía: "Con quien tienes que hablar de cine es con Terenci. Pero no te hagas ilusión, que es de la cera de enfrente". Era la forma desprejuiciada que teníamos para llamar a los gays en esa época. Yo tenía la necesidad de ir al cine con alguien.

¿Y cómo fue aquella primera vez en la que se encontraron?

Nos conocimos en las Galerías Condal y subimos por el Paseo de Gracia. Fuimos a ver 'Noches blancas', de Visconti, al Atlántico. Íbamos vestidos como dos pobretones, pero iniciamos la costumbre de ir a las matinés. Cuando nos conocimos, yo tenía 14 años y él 15 e íbamos muy mal vestidos. España era muy fea entonces y los pobres íbamos muy mal vestidos. La gente incluso pedía préstamos para comprarse abrigos.

placeholder Maruja (izda.), junto a Terenci Moix (segundo empezando por la derecha) y otros amigos. (Getty)
Maruja (izda.), junto a Terenci Moix (segundo empezando por la derecha) y otros amigos. (Getty)

Se acuerda de la primera película que vieron. ¿Qué hicieron después? ¿Qué recuerdo tiene de aquella mañana?

Al salir fuimos al Mercado de San Antonio. Los domingos, en el exterior del mercado, había librerías de viejo con tebeos y mil cosas. Buscando allí descubríamos el cine, la literatura...

Habla de descubrir... ¿qué cosas descubrió al lado de Terenci?

Gracias a él fui descubriendo a gente como Néstor Almendros. En un piso que tocaba con la Diagonal nos reuníamos Ana Moix, Terenci, que entonces aún era Ramón, Pere Gimferrer y muchos más. A todos nos gustaba el cine. Todo el cine.

En aquella época de nouvelle vague y nuevos aires era casi pecado mirar hacia Hollywood sin prejuicios, tal y como hacían los dos...

Es que nos gustaba 'West Side Story' pero también Ingmar Bergman. De hecho, 'El manantial de la doncella' la vi con Terenci. Él me enseñó a no avergonzarme de amar Hollywood. En aquella época de cineclubes siempre salía un señor voluminoso (o cadavérico, que lo mismo da) a decirnos qué estaba bien o mal de una película. Nosotros veíamos de todo y luego íbamos a un bar a comentar lo que habíamos visto. Éramos más de ir por nuestra cuenta que de cineclubes.

placeholder Portada de 'El peso de la paja', el volumen que recoge las memorias de Terenci Moix.
Portada de 'El peso de la paja', el volumen que recoge las memorias de Terenci Moix.

Como escritora que es, ¿le daba algún consejo sobre lo que escribir?

¡Yo qué coño le iba a aconsejar sobre cómo o de qué escribir! Él era muy suyo. Rompió la pana cuando escribió 'El día que murió Marilyn'. Además, me hacía mucha gracia porque quería ser el Truman Capote de por aquí. Supo usar muy bien la publicidad y el exhibicionismo. Aquel era el tiempo maravilloso de los modernos, de aquel 'Fotogramas' en color que criticaba la censura y lo que no estaba bien. Y ahí estaba también él con su amor al cine.

A grandes rasgos, ¿qué opina Maruja Torres de la obra de Terenci Moix?

Creo que lo más sublime de su obra literaria es su trilogía autobiográfica. Pero era genial todo lo que hacía. Él te estaba describiendo en 'No digas que fue un sueño' a Marco Antonio y Cleopatra, pero en realidad estaba hablando del amor y de mil cosas más que había por debajo. Además, tenía muy buen ojo para los diálogos. A él le gustaba mucho dibujar; de hecho, al final de su vida hacía sus propias portadas de los libros. Se metía mucho en programas de edición.

placeholder Cartel promocional de 'Sinuhé, el egipcio', película fetiche de Terenci Moix. (Fox)
Cartel promocional de 'Sinuhé, el egipcio', película fetiche de Terenci Moix. (Fox)

Casi se puede decir que Terenci Moix puso de moda la egiptología. E hizo que mucha gente viese 'Sinuhé, el egipcio'...

Es una película que vimos miles de veces en su casa. Le habría encantado lo de las plataformas de ahora. Él fue uno de los primeros en ponerse películas en esos long plays que vendían en la época entre el VHS y el DVD. Compraba un montón para verlos en el salón de su casa con un proyector. Era fantástico su amor por Egipto.

Además era un mitómano y un amante de la cultura pop. Pese a amar a mitos del Hollywood clásico, no se cerraba a nuevas figuras del cine, como Leonardo DiCaprio o Nicole Kidman...

Mira, tengo una anécdota respecto a eso. Una noche tuvimos una cena deliciosa. Estábamos su secretaria, su hermana y yo. La discusión se centraba en un libro suyo sobre Tutankamón. Terenci nos decía: "No sé si ponerle, en mi imaginación, el físico de Leonardo DiCaprio o de Sal Mineo". Y yo le decía: "Hombre, pues por procedencia, sería mejor Sal Mineo, ¿no?".

placeholder Torres, en una imagen de archivo. (EFE)
Torres, en una imagen de archivo. (EFE)

Fiel a la figura que había creado en torno a sí mismo, Terenci Moix cerró la última página de su vida el 2 de abril de 2003. Aquel día se instaló una capilla ardiente en el Salón de Cent del Ayuntamiento de Barcelona por la que pasaron desde Montserrat Caballé a Núria Espert, que leyó un poema para él. Se anunció también que, tal y como había dejado dispuesto, sus cenizas se esparcirían por tres sitios: en la calle Ponent (hoy día Joaquín Costa), del Raval barcelonés; otra en Alejandría, icono absoluto para el escritor; y también en la aldea de Deir-el-Medina, a orillas del Nilo. Ese día de despedida, las lágrimas de los amigos se mezclaban con las músicas de las películas de Disney.

Su funeral estuvo a la altura de lo iconoclasta de su personaje. Sonó el 'Heigh-ho' de los enanitos de 'Blancanieves'. ¿Cómo lo recuerda?

La hermana se encargó de todo. Y poca broma, porque la capilla ardiente fue nada menos que en el Ayuntamiento de Barcelona. La noche antes acompañamos el cadáver los amigos. Recuerdo que le maquillaron y le pusieron una chapa de Sal Mineo en la solapa de la chaqueta. En la ceremonia no solo sonó el 'Heigh-ho' de 'Blancanieves'; también la canción de 'Peter Pan'. Lloramos lo que no está escrito. Había una cola enorme de personas en la plaza de San Jaime. La gente pasaba a ver la tumba y le dejaba encima paquetes de Ducados. Nunca lo olvidaré.

¿Qué significó su pérdida para usted?

No es que le eche de menos, es que tengo la sensación de vivir con un brazo menos. Ese mismo año murió también Manolo Vázquez Montalbán. Fueron dos pérdidas fundamentales en mi vida. Respecto a Terenci, ¿qué sería yo sin haber tenido esos años de formación y de cariño que tuve con él?

¿Qué destacaría de él?

Además de su genialidad, Terenci era muy divertido. En sus memorias acaba con una frase de 'Scaramouche', la novela de Sabatini y luego una película maravillosa: "Había nacido con el don de la risa y la intuición de que el mundo estaba loco".

Escritor moderno y amante de los clásicos. Autor comercial y escritor de vanguardia. Amante del Hollywood dorado y fanático de Bergman. Amante de lo exclusivamente catalán y de lo español. Presentador de televisión popular y autor de culto para unos pocos. Los (aparentes) opuestos se mezclan en la figura inclasificable de Terenci Moix. Lo siguen haciendo cuando se cumplen veinte años de su fallecimiento este domingo.

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