Casa Real se pone de canto ante el posible divorcio de la infanta Cristina y Urdangarin

Las imágenes de Iñaki Urdangarin paseando de la mano con su compañera de trabajo, Ainhoa Armentia, que publicó este miércoles la revista ‘Lecturas’ fueron noticia de informativos y tema de debate en las tertulias políticas. La prensa internacional también se encargó de dar cobertura a esta información. La importancia que tiene este romance es que, de no ser una de las protagonistas la séptima en la línea de sucesión de la Corona española y hermana de Felipe VI, jefe del Estado, se habría circunscrito a titulares de la prensa social.

Las infidelidades funcionan en las revistas del corazón y menos en los apartados estrictamente políticos. Esta vez, Urdangarin ha vuelto a convertir su vida en el tsunami del escándalo, como ya fue su ingreso en prisión.

Hay opiniones para todos los gustos. Unas versiones consideran que es una pillada de manual donde un ciudadano anónimo captó las imágenes amorosas y contactó después con un tercero para facilitar las fotos. Y otras más realistas, dicen que se trata una puesta en escena para dar cobertura a una realidad que ya venía de largo. Sería una caso parecido a la irrupción de Ana Soria en la vida de Enrique Ponce. Un matrimonio, el del torero y Paloma Cuevas, aparentemente consolidado, y donde hubo alguien a quien le interesaba publicitar la historia para animar a Ponce a dar un paso al frente. Lógicamente ese interés no venía por Paloma. Como en las novelas de Agatha Christie, ¿a quién le interesaba que se hiciera pública la noticia? La interrogante quedaba en el aire y allá cada cual con sus resultados.

En este caso habría que hacerse la pregunta de a quién benefician las fotos del ciudadano 'paparazzi' que 'casualmente' paseaba por una playa solitaria en pleno mes de enero. De pronto, se dio cuenta de que tenía frente a él la exclusiva del año. El interés podría ser compartido. Por un lado, por la que puede ser la futura novia oficial del cuñado de Felipe VI de validar una relación, y por otra, por el propio exduque.

Según las informaciones publicadas por Vanitatis, el matrimonio de la Infanta y Urdangarin hacía tiempo que había terminado. En este sentido, para el exjugador el paseo por Bidart era una manera de liberarse de todas sus ataduras después de los años pasados en prisión. En este caso se daría otra 'casualidad'.

Urdangarin tiene asignados dos escoltas, que por protocolo legal no pueden acompañarle fuera de España, según confirman fuentes del Ministerio del Interior. Incluso cuando debía desplazarse desde la prisión de Brieva al centro Don Orione en Pozuelo de Alarcon (Madrid), donde realizaba voluntariado, le acompañaban tres escoltas. Uno conducía y los otros dos permanecían en el establecimiento hasta la hora de salida. En Bidart la pareja no tenía testigos de este tipo.

Comunicado sí, comunicado no

La cuestión ahora es si finalmente habrá un comunicado por parte de la infanta Cristina informando de su divorcio. Ahora ya no vale el eufemismo que se utilizó con su hermana donde la separación era un hecho disfrazado de “cese temporal de la convivencia”. Por parte del departamento de comunicación del palacio de la Zarzuela, la respuesta a la pregunta del posicionamiento del rey Felipe a esta situación es la siguiente. No la hay “por una razón tan elemental como fácil de comprender: esta Casa no está concernida por los asuntos relacionados con miembros de la familia del Rey. Y este es, evidentemente, uno de los mil casos”.

Pero no siempre fue así. Cuando saltó el caso Nóos, como pieza separada del caso Palma Arena, donde estaba investigado el presidente balear Jaume Matas, el nombre de Iñaki Urdangarin aparecía como receptor de fondos que luego resultaron ilegales. En aquel momento, desde la Casa Real ya se intuía que tanto el marido de la Infanta, y por extensión la propia hija 'real', estaban metidos en un buen lío. La investigación del juez instructor Castro derivó en la imputación de ambos.

Como ya forma parte de la historia, Urdangarin fue condenado y la Infanta desimputada. Hasta llegar a ese punto previo al juicio hubo una especie de hoja de ruta donde a la duquesa de Palma se le ofreció un divorcio regulado. Un pacto diseñado por Zarzuela para salvar a la institución y a la propia Infanta de una posible condena cuando la implicación de su marido en temas delictivos era ya un hecho.

Cristina lo tuvo clarísimo y presentó su lado más combativo. Ni se divorciaría, ni renunciaría a sus derechos como Infanta de España, como le habían sugerido. Desde el primer momento, no sentía que fueran culpables de las acusaciones de corrupción, fraude y otros delitos. Por mucho que su padre, los asesores reales y hasta su hermano Felipe le aconsejaron establecer un cortafuegos, se negó en redondo. En aquel momento la frase que acuñó la prensa para escenificar esa unión matrimonial fue “no sin mi Iñaki”.

Años después de esta oferta, el matrimonio ya no existe. El exduque comienza otra vida donde la Infanta solo tiene sitio como madre de los cuatro hijos. Ahora solo hay que gestionar un buen divorcio para que los temas económicos no conviertan la ruptura en un 'Corina II'.