Kyril de Bulgaria, el príncipe de cuento que vivió en Marivent con la familia Borbón
Cuando llegaba julio y la familia real se instalaba en Marivent, Kyril se incorporaba como un miembro más a la vida cotidiana de los Borbón Grecia
Al príncipe de Preslav siempre se le conoció en los medios y en la vida social como Kyril de Bulgaria o el príncipe de cuento, por una apariencia física a la que no se le podía poner un pero. A la personal tampoco porque sus relaciones con la prensa siempre fueron correctas, a diferencia del trato que dispensaban Felipe VI y la infanta Cristina cuando eran 'diecisieteañeros'.
En aquellos veranos locos donde los hermanos Borbón cerraban los bares y las discotecas de Palma y los escoltas ahuyentaban a los paparazzi, el príncipe guapo no complicaba la vida. Eran tiempos en que era el único que compartía habitación con el heredero. La razón para esa convivencia familiar tan directa tenía que ver con una decisión del rey Juan Carlos para que su hijo espabilara y no estuviera tan pegado a las faldas de la reina. No es una novedad que, cuando era pequeño, Felipe VI era un niño enmadrado y muy dependiente de doña Sofía. Por eso, se decidió que al cumplir 17 años, cuando le tocaba matricularse en COU (el actual segundo de bachillerato), se fuera a estudiar a Estados Unidos y en los veranos Kyril fuera su compañero de cuarto.
Cuando llegaba julio y la familia real se instalaba en Marivent, Kyril se incorporaba como un miembro más a la vida cotidiana de los Borbón Grecia. El resto de los Bulgaria tenían casa propia. Igual que sucedía durante años con el posado de Ana Obregón, que marcaba el inicio del verano, las imágenes de Kyril practicando windsurf en alguna de las calas de Mallorca eran de obligado cumplimiento. La diferencia entre ambos era que las de Ana eran consentidas y las de Kyril no. Pero tampoco había queja y se lo tomaba como parte del oficio del verano. Lo que sí llegaba a pedir, una vez que aparecía en prensa de esa guisa deportiva y con los abdominales al viento, era que le dejaran tranquilo. Llegó a utilizar el mismo traje de baño para que las fotos no tuvieran interés.
Esto de repetir indumentaria también lo utilizó la reina Letizia en sus primeros veranos como Princesa de Asturias. Llevaba el mismo estilismo cuando acompañaba a la reina Sofía en las jornadas marineras en el Fortuna. En su caso, pantalón corto, polo y gorra todo de color blanco.
Rosario Nadal, isleña de pura cepa que después se casaría con Kyril, formaba parte de la pandilla y siempre fue menos receptiva.
Ahora, con la boda de la hija Mafalda este sábado, el histórico de sus padres se ha vuelto a actualizar. Mientras que el hijo de los reyes búlgaros era sociable, Rosario fue más distante, no solo con la prensa sino con los conocidos de ultima hornada. Este distanciamiento lo remarcaban por el 'carácter isleño'.
La pareja representaba el ideal de las películas de amor y lujo. Se instalaron en Londres y los veranos, como no podía ser de otra manera, viajaban a Mallorca, donde se hicieron su chalet y criaban a sus tres hijos, Mafalda, Olimpia y Tassilo.
Hace dos agostos, cuando a Kyril le otorgaron el premio de 'mallorquín del verano', contaba: “A mis hijos, que siempre han vivido en Londres, cuando les preguntan que de dónde son, dicen que mallorquines. Tengo una unión emocional muy fuerte”. Recordó esa noche sus veranos en palacio: “Pasábamos veranos en Marivent con mis primos y disfrutábamos mucho. Ahora nos vemos menos, al vivir en otra parte de la isla. Es complicado. Estoy con mis hijos, con mi novia y muy relajado”.
Kyril nació en Madrid, como el resto de sus hermanos, y en su carnet de identidad figura como Sajonia-Coburgo. Es el segundo hijo del rey sin trono Simeón y de Margarita Gómez-Acebo. Al fallecer Kardam, se convirtió en el mayor de los hermanos K, que así se les conoce al decidir los padres que el nombre de sus cinco hijos comenzara por esta letra. En el caso hipotético de un cambio en la forma de Estado en Bulgaria, el príncipe Kyril no sería nunca rey y sí su sobrino Boris, hijo de Kardam y Miriam Ungría.
Al príncipe de Preslav siempre se le conoció en los medios y en la vida social como Kyril de Bulgaria o el príncipe de cuento, por una apariencia física a la que no se le podía poner un pero. A la personal tampoco porque sus relaciones con la prensa siempre fueron correctas, a diferencia del trato que dispensaban Felipe VI y la infanta Cristina cuando eran 'diecisieteañeros'.
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