Yoko Ono a los 90: una hija desaparecida, un marido asesinado y una boda anulada
La viuda de John Lennon, considerada la supervillana de la música, es hoy una anciana activista que ha logrado el reconocimiento como artista y ha conseguido cauterizar las heridas de una vida trepidante
"La culpa de todo la tiene Yoko Ono”, cantaba en 1995 la banda Def Con Dos. Y no solo era el título irreverente de una canción de rock española, sino el resumen de la maldición que durante seis décadas ha perseguido a Yoko Ono. Para resumir, la artista multidisciplinar japonesa fue en los 70 a la música lo que hoy Meghan Markle es a la monarquía. Cambie los Beatles por los Windsor y voilà. Una mujer de otra raza, con otros principios, acusada de manipular al 'príncipe' John Lennon y 'alejarlo de su familia' y de deteriorar la institución. Blanco de insultos xenófobos, racistas y sexistas, tachada de cizañera, oportunista, pesetera, panfletaria e hipócrita con sus mensajes de paz e igualdad, además de ninguneada en su trayectoria artística. “Llevo décadas haciendo cosas de las que nadie habla”, llegaría a decir en 2015.
Ahora que cumple este sábado 90 años parece más hiriente que lleve 43 referida únicamente como la viuda de John Lennon. Pero también parece que su prestigio artístico está mejor que nunca: en los últimos 15 años ha visto cómo sus canciones copaban listas dance de Estados Unidos, cómo el MoMA le dedicaba por fin una exposición monográfica y cómo la acreditaban por fin como coautora de 'Imagine'. En las redes sociales ha encajado bastante bien y tiene 4,2 millones de seguidores en Twitter, algo que pocas nonagenarias pueden decir, y hablando de millones, en este caso de dólares, ha convertido los 200 que le dejó John Lennon en 1980 en 700 a día de hoy, según Celebritynetworth.com. Estos días, además, la CBS ha anunciado que prepara un documental titulado 'Daytime Revolution', centrado en la semana de 1972 en la que John Lennon y ella tomaron el control del espacio televisivo más visto del momento, 'The Mike Douglas Show', y lo llenaron de ideas revolucionarias artística y políticamente.
Pero al margen de su reconocimiento como artista, quizá lo más injusto de la simplificación de su figura sucede cuando se mira a su vida personal. Hay mucho que contar antes y después de que John Lennon apareciera en su vida y se casara con ella en 1969 (en Gibraltar, por cierto). Igual que hay mucha más tragedia que el asesinato de la leyenda musical el 8 de diciembre de 1980 frente al edificio Dakota de Nueva York, la que era y es su residencia a día de hoy (“fue mi única casa con él, no quiero irme”, le dijo en una ocasión a Jonathan Ross). Como resumió hace tres años su amigo cercano, el periodista Elliot Mintz, “en estos 87 años, Yoko ha vivido 400”.
Nacida en Tokio en 1933 en lo que sin duda era una familia bien (hija de una artista y un banquero, y con un abuelo adoptivo de tradición samurái), tuvo una educación exquisita entre Japón y Estados Unidos que se vio truncada por la Segunda Guerra Mundial. El conflicto bélico los lanzó a todos a la hambruna y a su padre, en concreto, a un campo de prisioneros de guerra en Saigón. Primer palo.
Una vez recuperado el estatus, la joven Yoko llegó a ser compañera de clase de Akihito, el futuro emperador de Japón, y tras volver a Nueva York acabó casándose en secreto con el músico vanguardista japonés Toshi Ichiyanagi (quien murió, por cierto, en octubre del año pasado). Corría el año 1956, ella tenía 23 años y su relación, que duró seis, terminó en divorcio. Después ella ingresó en una institución psiquiátrica en Japón por una depresión crónica.
Pero el mayor desgarro de su vida llegó con su siguiente marido, el músico de jazz y productor cinematográfico Anthony Cox. Fue él uno de los promotores de que fuera dada de alta en el centro de salud mental en el que se encontraba y se casaron con tanta rapidez que su matrimonio fue inicialmente anulado, ya que el divorcio con Ichiyanagi no se había hecho efectivo todavía. Para cuando le dio el 'sí, quiero' definitivo en 1963, en cambio, lo peor estaba por llegar. En esa segunda ceremonia, Yoko Ono estaba embarazada de siete meses de su primera hija, Kyoko Chan Cox, pero pronto empezaron los problemas matrimoniales, que culminaron en una feroz batalla por la custodia de la niña.
El miedo de Cox a que la fama de John Lennon (que ya había entrado en escena) le alejara de su hija hizo que negara prácticamente el contacto de la pequeña con su madre. Esto llevó a Yoko y a John a secuestrar a Kyoko en Mallorca durante unos días -episodio retratado en un cortometraje español titulado con el nombre de la niña- y Cox se hizo con la custodia total en 1971, amparado en el consumo de drogas de la madre, ya por entonces víctima del odio mediático. No contento con eso, Cox cambió legalmente el nombre a su hija (a partir de entonces Ruth Holman) y la enroló en una secta cristiana en Iowa.
Ni todo el dinero, el tiempo y los recursos, ni siquiera la canción dedicada a ella -titulada 'Don’t Worry, Kyoko (Mummy's Only Looking For Her Hand In The Snow)'- consiguieron que Yoko se reencontrara con su hija, causándole un dolor y una angustia inimaginables. Parece cruel que fuera la misma época en la que los medios solo hablaban de tejemanejes y trapisondas oportunistas por parte de la artista.
Los dos grandes traumas de su vida se solaparon cuando asesinaron al ex-Beatle y Yoko Ono recibió un telegrama de su hija y su marido dándole el pésame, pero sin aclarar su paradero. En 1986, Yoko Ono (que se refugió también en su inseparable relación con el hijo que tuvo con Lennon, Sean) dio por cerrada su búsqueda con una carta abierta a su hija. “Si alguna vez quieres ponerte en contacto conmigo, debes saber que me encantaría y que deseo profundamente saber de ti. Pero no debes sentirte culpable si decides no contactarme. Tienes mi respeto, amor y apoyo para siempre”, escribió.
Doce años más tarde, en 1998, Kyoko decidió finalmente retomar el contacto, tras haber sido madre de su hija Emi y reflexionar sobre lo ocurrido desde la adultez. Yoko la perdonó sin rencor y celebraría en 2000 la llegada de su segundo nieto. Pero la otrora calumniada como parásito de sus maridos nunca más pensó si quiera en casarse. Un final relativamente feliz para quien, pese a todo, no pierde la fe en la humanidad, en el arte, en el amor y en la naturaleza. 'Soy un bruja', fue como tituló su álbum en 2006. “Pero una bruja buena”, aclaró entonces al periodista español Carlos del Amo.
HAPPY BIRTHDAY YOKO!
— Yoko Ono (@yokoono) February 16, 2023
To celebrate Yoko Ono’s 90th birthday on 18 Feb 2023, @SeanOnoLennon has made a virtual ‘Wish Tree’ for people all over the world to post their wishes online and (in association with @OneTreePlanted) plant real trees in Yoko’s honor.https://t.co/TRZsPoh8l5 pic.twitter.com/YPu8akoqFP
Así lo muestra cada día en sus redes sociales, donde sigue mandando mensajes inspiradores con humor y donde ha decidido celebrar sus 90 cumpleaños haciendo una llamada a la gente para que escriba mensajes de buenos deseos y, por cada uno recibido, plantar un árbol.
"La culpa de todo la tiene Yoko Ono”, cantaba en 1995 la banda Def Con Dos. Y no solo era el título irreverente de una canción de rock española, sino el resumen de la maldición que durante seis décadas ha perseguido a Yoko Ono. Para resumir, la artista multidisciplinar japonesa fue en los 70 a la música lo que hoy Meghan Markle es a la monarquía. Cambie los Beatles por los Windsor y voilà. Una mujer de otra raza, con otros principios, acusada de manipular al 'príncipe' John Lennon y 'alejarlo de su familia' y de deteriorar la institución. Blanco de insultos xenófobos, racistas y sexistas, tachada de cizañera, oportunista, pesetera, panfletaria e hipócrita con sus mensajes de paz e igualdad, además de ninguneada en su trayectoria artística. “Llevo décadas haciendo cosas de las que nadie habla”, llegaría a decir en 2015.