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Deià, el pueblo de Mallorca que siempre eligen los más sibaritas (por qué será)
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Deià, el pueblo de Mallorca que siempre eligen los más sibaritas (por qué será)

Es el Cadaqués de Robert Graves, solo que en verde y piedra en vez de blanco y azul. Aquí no tendrás que elegir entre el mar y la montaña porque, privilegiado él, tiene de los dos. ¿Irás?

Foto: Deià está en plena sierra de la Tramontana. (Cortesía Belmond La Residencia)
Deià está en plena sierra de la Tramontana. (Cortesía Belmond La Residencia)

Mallorca, hay que reconocerlo, por Graves, por Chopin, Miró y por Barceló, es otro mundo. El sibaritismo en estado puro y que nos perdone la vecina Menorca. Solo hay que adentrarse en ese paraíso con curvas que es la Tramontana para darse cuenta de hasta qué punto el lujo se lleva bien con lo natural e incluso agrícola (herencia árabe), lo mismo que el progreso con lo slow. Después de recorrer esta isla tan monárquica, al fin y al cabo aquí está Marivent, nos quedamos en Deià (o Deyá). Ya habrá tiempo de coger el tren de Sóller y entrar en la cartuja de Valldemosa. Es todo tan bonito que arderán las redes y tu Instagram. Nada que ver con la Mallorca abarrotada de turistas. Ponle que está a años luz. Y claro, no podía sino figurar entre nuestros candidatos a ser el pueblo más bonito de España, sin dudarlo. Escápate ya, ¿por qué no en el Puente del Pilar?

Foto: En el Alto Ampurdán, el pueblo que lleva el nombre de Dalí. (Foto: Visit Cadaqués)

La sierra de Tramontana

Mallorca está llena de sitios preciosos, pero la Tramontana es, cómo decirlo, ¿mágica? Será también por el viento que sopla en esa dirección, del noroeste, y ese soberbio paisaje, que igual sube a las alturas (el Puig Mayor tiene 1.436 metros) que baja hasta el mar, a bañarse en algunas de sus espectaculares calas que se abren entre imponentes acantilados. Y aquí es donde se guarece Deià, en lo alto de una colina, tan sofisticado él -sus hoteles, casas rurales y demás son pura excelencia- como tradicional, con su culto a la arquitectura de siempre y a la piedra, sin poder crecer ni querer ser pasto del turismo, así en general. Es exclusivo por naturaleza: solo para unos pocos. Por cierto, tiene mucho de Toscana, con cipreses también.

placeholder Cas Xorc en plena sierra de Tramontana.
Cas Xorc en plena sierra de Tramontana.

Bohemio como Cadaqués... pero no blanco

Esta vez no es un pueblo blanco el que ha sido un imán para los artistas, caso de Sidi Bou Said en Túnez, Santorini en Grecia o nuestro Cadaqués. Lo suyo es la piedra sobre piedra y las mallorquinas (contraventanas) en verde, el mismo mar y una estampa preservada magnífica. Y no tiene un Dalí pero sí un Robert Graves, el escritor y estudioso inglés que nos enseñó a leer los mitos griegos, que vivió aquí hasta su muerte (desde 1925 hasta 1985). Su tumba es hoy un lugar de peregrinación y su casa, un museo. Un apunte: llévate su 'Yo, Claudio' y devorátelo.

placeholder Deiá, un pueblo de Instagram. (Cases de Cas Garriguer)
Deiá, un pueblo de Instagram. (Cases de Cas Garriguer)

Mar y montaña (también en la mesa)

En la Tramontana, la orilla del mar hay que ganársela. No se está así como así a pie de playa. Es el precio que se paga por frecuentar las alturas. Pero hay Deià más allá de este olimpo de la belleza, que habitan no solo los dioses de Homero sino los sibaritas del mundo, atravesado por innumerables caminos, que utilizaban los carboneros (aviso a senderistas). Concretamente a lo largo de sus cotizadísimos cinco kilómetros de costa: ahí están Sa Foradada (la excursión es obligada), la cala de Deià, de difícil acceso y con chiringuito, donde los pescadores antaño guardaban sus barcas, y la más pequeña cala de Llucalcari, un lugar idílico para darse un baño (o dos y más), entre rocas y pinos. Si hay un sueño mallorquín, es este.

placeholder Deià también tiene mar y calas entre los acantilados. (Sa Pedrissa)
Deià también tiene mar y calas entre los acantilados. (Sa Pedrissa)

No solo casas, calles y paisaje

Lo que más te gustará, otra vez, es callejear y prestar atención a sus calles, sus casas, sus puertas y ventanas, envueltas en vegetación. Pero vagabundeo y Graves aparte, puedes visitar la iglesia parroquial, con su museo; el Arqueológico, fundado por el pintor y arqueólogo neoyorquino William Waldren, dicen que el Indiana Jones mallorquín, y Son Marroig, la finca del archiduque Luis Salvador, junto a la Foradada, que él llenó de olivos y donde se celebra el Festival Internacional de Música Clásica. Todo muy novelesco.

placeholder Cas Xorc, ejemplo de casa en Deià.
Cas Xorc, ejemplo de casa en Deià.

En estos hoteles te gustaría despertarte

Y en sus restaurantes, comer. Hablamos del Es Molí, una casa señorial del XVII de las que nos chiflan, donde, como en todo el pueblo, reina la paz, con una cala exclusiva, piscina de agua de mantantial climatizada, soberbios jardines, zona wellness y cuatro restaurantes. Del increíble pero cierto Cas Xorc, que está entre Sóller y Deià, cuajado de naranjos, limoneros y antiguos olivares (era una vieja almazara), mediterráneo y exquisito por demás, y con un restaurante donde podrás probar los productos de su huerta.

placeholder Un rinconcito muy mediterráneo de Cas Xorc.
Un rinconcito muy mediterráneo de Cas Xorc.

Para darse un capricho también Belmond La Residencia, con todos los lujos que te puedas imaginar: una galería de arte, un jardín de esculturas, dos pistas de tenis, el paseo en barco por la escaparda costa mallorquina (solo en verano; habrá que esperar), las suites privadas con piscina ídem, su restaurante El Olivo (gambas de Sóller cocinadas a la sal con judías de mar y aceite de la finca...) y su Café Miró, con 33 pinturas del artista (Joan) y una terraza de quitar el hipo.

placeholder Sa Pedrissa también es un balcón.
Sa Pedrissa también es un balcón.

Otros opciones, igualmente encantadoras, son el agroturismo Sa Pedrissa, un balcón a la Tramontana solo para adultos con un restaurante que hay que probar, Es Pi. Y el hotel rural Cases de Cas Garriguer, ya en Valldemossa, que fue la finca Son Olesa (ahí está la casa del guarda, el garriguer). Y al piano, cómo no, Chopin.

Mallorca, hay que reconocerlo, por Graves, por Chopin, Miró y por Barceló, es otro mundo. El sibaritismo en estado puro y que nos perdone la vecina Menorca. Solo hay que adentrarse en ese paraíso con curvas que es la Tramontana para darse cuenta de hasta qué punto el lujo se lleva bien con lo natural e incluso agrícola (herencia árabe), lo mismo que el progreso con lo slow. Después de recorrer esta isla tan monárquica, al fin y al cabo aquí está Marivent, nos quedamos en Deià (o Deyá). Ya habrá tiempo de coger el tren de Sóller y entrar en la cartuja de Valldemosa. Es todo tan bonito que arderán las redes y tu Instagram. Nada que ver con la Mallorca abarrotada de turistas. Ponle que está a años luz. Y claro, no podía sino figurar entre nuestros candidatos a ser el pueblo más bonito de España, sin dudarlo. Escápate ya, ¿por qué no en el Puente del Pilar?

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