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Las mujeres de Bosé: la tata protectora, el amor platónico por Marisol y "las demonios"
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LIDERAZGO FEMENINO

Las mujeres de Bosé: la tata protectora, el amor platónico por Marisol y "las demonios"

En general, el universo femenino ha tenido mucha importancia en la vida del artista, desde su madre Lucía a Jacqueline, la esposa de Picasso, de la que no guarda buen recuerdo

Foto: Miguel Bosé, en la presentación de su libro. (EFE/Chema Moya)
Miguel Bosé, en la presentación de su libro. (EFE/Chema Moya)

Miguel Bosé ha volcado en su libro ‘El hijo del Capitán Trueno’ (Espasa) sus vivencias. Buenas, regulares, malas y malísimas como eran los desencuentros con su padre, Luis Miguel Dominguín. El torero, como se referían a él tanto Lucía Bosé como el resto de familia, tiene una presencia importante por lo que supuso para el artista la falta de entendimiento con el que se consideraba un dios. Pero si esta figura forma una parte interesante del relato autobiográfico para entender su vida, la presencia de las mujeres en su trayectoria vital es fundamental.

Unas fueron las amantes de su padre; otras, sus primeros amores. Un tercer grupo estaría formado por las que le hicieron poco caso como Marisol (Pepa Flores), las alumnas del Liceo Francés y "las demonios" del clan Dominguín que hicieron “la vida imposible a mi madre desde el primer día”. Sin olvidar a Lucía Bosé, a la que defendió contra las iras del torero y a la que admiraba y quería con locura aceptando sus contradicciones y sus claroscuros.

placeholder Luis Miguel Dominguín y Miguel Bosé. (Getty)
Luis Miguel Dominguín y Miguel Bosé. (Getty)

Sobrevolando ese universo femenino, Miguel Bosé tuvo a su lado, en esa infancia con pocos abrazos maternos y una juventud sin una brújula paterna, a Remedios, la mujer más importante y fundamental en la estructura familiar de los niños González Bosé Dominguín. “La tata fue nuestra salvación, la que nos transmitió los valores porque mis padres nunca estaban. Era de una nobleza extrema y la única que se atrevió a darle un bofetón al torero”.

La Reme

Remedios de la Torre Morales, la Reme, era de Saelices (Cuenca), donde estaba la finca Villa Paz, y la persona que cuidaba de la casa antes de que llegara a la vida de Dominguín la actriz Lucía Bosé. Después se convirtió en ama de llaves y la protectora de la italiana. Y más aún, de los niños, a los que quitaba de en medio cada vez que sus padres entraban en contienda física.

Una de las historias referidas a ella habla sobre la admiración que Picasso sentía por la tata: “Enloqueció literalmente por ella. La proponía en público como la mujer que ‘yo hubiera querido que fuese mi mujer’, y lo hacía con descaro delante de Jacqueline. En especial delante de Jacqueline”. En otro capítulo cuenta cómo la mujer del pintor era una mala persona que consiguió aislarle de todas las personas que lo querían, incluido Dominguín, Lucía y los hijos.

placeholder Lucía Bosé, junto a sus tres hijos, Miguel, Lucía y Paola. (Cordon Press)
Lucía Bosé, junto a sus tres hijos, Miguel, Lucía y Paola. (Cordon Press)

La tata es la única que figura en todas las páginas del libro. El torero le encargó el cuidado exclusivo, primero del heredero Miguel y después de Lucía y Paola. Cuando aceptó ese trabajo, lo único que pidió, y sorprendió al jefe con su propuesta, fue que renunciaba a su sueldo. “En adelante usted se hará cargo de mi persona. Solo quiero comida, cama y uniformes limpios. Nada más. Y los gastos pagados y un techo”. Tampoco pedía libranzas porque “los niños son como el campo. No entienden ni de domingos ni de fiestas de guardar”. Remedios, la Reme, fue el verdadero sustento en todos los sentidos de los tres hijos, que en la sociedad actual se les habría considerado abandonados por sus padres.

Amores primeros y platónicos

Mónica fue su primer amor en el Liceo Francés. “Caí enamorado de una rubia dorada de pelo largo, ojos celestes y rasgos renacentistas. Sus raíces judías y su amorosa familia, a la que fui presentado, me hicieron entender que Mónica no era una niña del montón”. Sus amigos no estaban muy de acuerdo con esa visión idealizada. Le decían que solo tenía culo y “ni tetas para su edad”. A Miguel le daba igual y cuenta: “Yo seguía flotando embelesado y hormonando desesperadamente”. Como siempre, ahí estaba la tata que le acompañaba a la casa de “la novia”. Después llegarían Cristina Zamoyski, Beatrice, la hija del profesor de Historia...

Para Miguel Bosé, su encuentro con Marisol fue como una aparición en la casa de Somosaguas: “Fue mi amor platónico y a quien escribía cartas que después la tata (otra vez Remedios) se encargaba de mandar por correo”. Se conocieron por casualidad. Marisol estaba en la casa de Somosaguas para hacer un reportaje y fue un encuentro mágico: “Se me paró el corazón”. Solo se vieron ese día y le enseñó a bailar el Hully Gully. Aquel Miguel de once años la describe como un ángel con luz aunque nunca volvió a coincidir. “Salió de mi casa, de mi vida, pero nunca de mis sueños”. Sus primas Carmen, Belén Ordóñez y la hermana Lucía le tomaron el pelo durante mucho tiempo por este encuentro fortuito donde solo hubo un beso de despedida.

placeholder Marisol, en una imagen de archivo. (CP)
Marisol, en una imagen de archivo. (CP)

El enemigo en casa

En general, las mujeres que han formado parte de su vida las recuerda con cariño salvo a Jacqueline, la esposa de Picasso, y a "las demonios". Cuenta en el capítulo ‘Mi casa, mi país, mi tierra, mi familia’ cómo hicieron la vida imposible a su madre cuando llegó casada a la finca Villa Paz sin saber español y siendo actriz, lo peor en aquellos años oscuros. Se trataba de la tía Ana Mari, hermana del abuelo Domingo, cuya hija, Mariví, fue con el tiempo amante de Dominguín. Formaban parte del clan Carmina (madre de las Ordóñez) y Pochola. El grupo no se dio por vencido una vez que el torero dejó las cosas claras al mostrar que Lucía, su mujer, era quien mandaba en Villa Paz, después de él, por supuesto. Y así lo narra Bosé: “Hasta que mi padre se hartó del engaño, la desobediencia, de chismes envenenados que le quitaban la cabeza de donde tenía que tenerla, entre dos astas, y desterró para siempre a los Gutiérrez González de la finca”.

Miguel Bosé ha volcado en su libro ‘El hijo del Capitán Trueno’ (Espasa) sus vivencias. Buenas, regulares, malas y malísimas como eran los desencuentros con su padre, Luis Miguel Dominguín. El torero, como se referían a él tanto Lucía Bosé como el resto de familia, tiene una presencia importante por lo que supuso para el artista la falta de entendimiento con el que se consideraba un dios. Pero si esta figura forma una parte interesante del relato autobiográfico para entender su vida, la presencia de las mujeres en su trayectoria vital es fundamental.

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