Verónica Forqué, retrato de la mujer y la artista a través de quienes la conocieron

Decir que la muerte de Verónica Forqué ha causado una conmoción y ha dejado una herida que tardará en cicatrizar es poner en palabras sencillas el sentir de un país y de un panorama artístico que sigue llorando su pérdida. Fueron muchos los que se acercaron al tanatorio a rendirle tributo y a apoyar a su única hija, María Forqué, y muchos más al Teatro Español, donde estuvo instalada su capilla ardiente. Sobre la naturaleza humana y profesional de esta intérprete, varios compañeros se pronunciaron públicamente, entre ellos Pedro Almodóvar, artífice de dos de sus mayores 'exitos, '¿Qué he hecho yo para merecer esto!' y 'Kika', por la que ganó el Goya, o Fernando Colomo, en cuyas manos se puso en 'Bajarse al moro' y 'La vida alegre', en la que compartió reparto con Massiel, quien nos remite a sus palabras de despedida en la capilla ardiente y nos dice que "no puede hablar" y que hay que "dejarle hacer el tránsito en paz, como todos conocéis de sobra su carisma".

Pocas veces se escucha tanta unanimidad a la hora de hablar de un artista, especialmente en lo que respecta a su persona y sus cualidades morales, y por eso nos parecen especialmente significativas las palabras que nos hace llegar Alexandra Jiménez, uno de los rostros imprescindibles de nuestro cine y la televisión en los últimos años por títulos como '100 metros' , 'Las distancias', 'Súperlópez' y 'Toc Toc', en la que coincidió fugazmente con Verónica Forqué: "Vinieron a hacer un cameo de final de la película y solo alcancé a presentarme antes de que empezaran a rodar su escena. Fue maravilloso compartir la película con Verónica, ya que, como la gran mayoría de los actores, la admiraba muchísimo desde niña. Y la ilusión de que apareciera en 'Toc Toc' la teníamos todos".

Una de las personas que más estrechamente ha trabajado con Verónica Forqué y que mantuvo una relación que trascendió lo profesional fue Juan Luis Iborra, quien la dirigió en dos películas muy significativas de su filmografía, 'Tiempos de azúcar', en la que compartía reparto con Roberto Álvarez, aunque no compartían secuencias juntos ("no tuve la suerte de coincidir con ella, porque eran dos tiempos narrativos y yo no estaba en el suyo, pero cuando coincidíamos nos saludábamos como si nos conociéramos de toda la vida y en la profesión todo el mundo la quiere", nos dice), y 'Enloquecidas', donde trabajó con Concha Velasco, quien está muy afectada, según nos cuenta su hijo, Manuel Martínez Velasco.

Iborra nos habla de la actriz con un cariño inmenso, Guionista también de dos taquillazos de la Forqué' '¿De qué se ríen las mujeres?' y '¿Por qué lo llaman amor cuando quieren decir sexo?', rememora con nosotros cómo la conoció y lo que significo para él: "Para mí Verónica, más allá de actriz, era amiga, porque la conocí nada más llegar a Madrid, hace ya cuarenta años de esto. Cuando uno se quiere dedicar a esta profesión y conoce a una actriz tan famosa... Es la primera que conocí en mi vida e hice amistad con ella enseguida. Verónica era muy sencilla, tenía una dulzura especial. Su mirada lo marcaba todo".

Unos ojos azules inconfundibles

El artífice de películas como 'Amor de hombre' o 'Kilómetro 0' subraya una cualidad de la ganadora de cuatro premios Goya que la hacía inconfundible: "De hecho, en la última película que rodé como director, 'Enloquecidas', había un momento en el que se disfrazaban para entrar en un sexshop con unas máscaras de piel, que les tapaban todos los gestos menos los ojos... Fue una noche divertidísima con Concha Velasco, Silvia Abascal -inolvidable protagonista junto a Verónica de 'Pepa y Pepe'- y ella. Le decíamos que estaba hablando con los ojos, con esos ojos azules que además destacaban tanto dentro de esa máscara de piel".

Y, por último, nos cuenta una anécdota que entronca directamente con su biografía y a la que la recordada estrella imprimió un toque muy emotivo: "Verónica era una gran actriz cómica, indispensable en el cine español de los 80 y los 90, pero, como las grandes actrices cómicas, era una gran actriz dramática. Yo me quedo más con la acriz de sentimientos, que los hacía muy bien. Con muy poco sabía crear las emociones. En una de mis películas, 'Tiempos de azúcar', ella atendía a una mujer que estaba de parto, a quien interpretaba Elisa Matilla. Ella era la matrona y de pronto le digo que la casa y la cama donde se estaba rodando era exactamente donde yo había nacido. Se quedó flipada y me dijo que había que hacer otra toma y darle todavía más verdad. Se puso a atender el parto de una manera más especial aún. Ella era muy especial, toda ternura, muy inteligente y un ser especial".

Juanjo Puigcorbé compartió reparto con Verónica Forqué en el exitazo 'Salsa rosa', de Manuel Gómez Pereira, aunque "la mayor parte de las secuencias las tenía con Maribel Verdú y ella con José Coronado, porque interpretábamos a dos parejas. Lo pasamos muy bien dentro y fuera del rodaje, y era una persona muy divertida. En realidad, yo con quien tuve una gran amistad fue con su padre -el director José María Forqué, fallecido en 1995- y con su hermano Álvaro, que era ayudante de dirección -murió el 31 de diciembre de 2014 a los 61 años-. El padre era una bellísima persona y su hermano era un ángel, la mejor persona que he conocido en mi vida".

La muerte de sus seres queridos supuso un momento muy difícil para Verónica, algo que nos recuerda el protagonista de 'El amor perjudica seriamente la salud', 'Mi hermano del alma' o 'Todos los hombres sois iguales': "Piensa que yo estuve rodando con ellos durante ocho meses por toda España la serie 'Miguel Servet, la sangre y la ceniza' (1988) y se forjó una amistad muy bonita. José María tenía un sentido del humor inglés maravilloso. Entiendo que para ella perder a esos seres queridos fue durísimo y fue cuando se deprimió. También le debió de afectar mucho la muerte de Rosa Maria Sardà -el 11 de junio de 2020-, de quien era muy amiga".

Tras reponerse de esos momentos tan duros, en 2019, Verónica Forqué, cuya fama logró trascender nuestras fronteras, se sometía a un enorme reto interpretativo en la función 'El último rinoceronte blanco', basada en la obra 'El pequeño Eyolf', de Henrik Ibsen, en la que fue dirigida por Carlota Ferrer. En la obra, la actriz interpretaba a la muerte ('la mujer de las ratas' en el texto original y 'la mujer de las lágrimas' en este montaje) y en plena promoción de la misma destacaba en una entrevista en 'El País' que pasó "una depresión muy dura hace cuatro años". "La pasé en el escenario, fue el teatro lo que me dio vida", ponderando así el valor terapéutico de su trabajo.

"Su luz es infinita"

Carlota Ferrer, artista multidisciplinar y directora de montajes como 'Esta no es la casa de Bernarda Alba' o 'Los cuerpos perdidos' (esta también protagonizada por Verónica), subraya la entrega de la actriz, pese a su ya larga trayectoria en ese momento: "Véronica fue para toda la compañía un regalo de vida, qué suerte haberla vivido. Sus críticas artísticas siempre eran constructivas desde el respeto y la admiración, a pesar de su trayectoria, quería seguir jugando y aprendiendo en cada montaje".

Desvela también un rasgo muy importante de los valores de la protagonista de la miniserie 'Días de Navidad' y ''Salir del ropero', que había rodado con Rosa Maria Sardà, antes de incorporarse a esta obra: "Tras cada ensayo siempre me preguntaba '¿lo he hecho bien, jefa? ¿Estás contenta? Porque yo lo que quiero es que tú estés contenta'. Era generosa en todo. Nunca olvidaré la entrega en sus ojos observando a sus compañeros cuando no le tocaba escena. Sé que donde quiera que esté, estará brillando porque su luz es infinita".

Nacho Artime, uno de los productores más legendarios de nuestra escena y adaptador al español junto a Jaime Azpilicueta de 'Jesucristo Superstar', protagonizada por Camilo Sesto y Ángela Carrasco, trabajó con Verónica Forqué en dos ocasiones. En ambas con resultados excepcionales, aunque con algunas sorpresas 'de guion' introducidas por ella misma... "Nosotros nos conocíamos a través del teatro, aunque no habíamos trabajado juntos nunca... Se me ocurrió hacer una obra de Woody Allen, 'Adulterios', y se lo ofrecí a ella como actriz. Iba a ser la protagonista, la típica mujer de Woody Allen. Empezamos a hablar, tuvimos una reunión y me dijo que lo que le apetecía era dirigir. No era mala idea. Se le ocurrió que María Barranco fuera la protagonista. Le dije que muy bien, pero que quién convencía a María, porque, según tenía entendido, no le gustaba mucho el teatro. Me dijo que no me preocupara, que de eso se ocupaba ella. Así fue. Cambiamos la historia, fue la directora y convecimos en una reunión a María, a quien le encantó la propuesta. Y fue un exitazo", nos cuenta.

Una obra emblemática

"Cuando se me ocurrió hacer 'Shirley Valentine' -función de Willy Russell, que cuenta la historia de una mujer madura que decide dejar su aburrida vida para buscar el amor en Grecia-, fue al revés. Nos reunimos y la tuve que convencer de que fuera la protagonista y no la directora. Ella decía que era imposible, que cómo se iba a meter con ese monólogo tan complicado... Le dije que estaba muy capacitada. Ella no quería, pero después de varias horas y unos vinos, estaba tan seguro de que lo haría bien que le dije que le pagábamos un viaje a Londres, porque la estaban reponiendo allí y estaba siendo un bombazo. Es uno de los mejores monólogos junto a 'Cinco horas con Mario'. Los años van pasando y la obra no pasa. Fue a Londres y vino enamorada y asustada a la vez. No es lo mismo leerla que verla y ver la reacción del público, con una cómica inglesa maravillosa".

Ante la magnitud del reto, Verónica Forqué mostró ciertas inseguridades hasta el último momento. "Se le ocurrió que la dirigiera su chico, Manolo Iborra. Así empezamos... Esa cosa que no quería hacer, que costó tanto trabajo... fue uno de los mayores éxitos de su carrera en el teatro. Cinco minutos antes del estreno en Avilés me acerqué a desearle mucha mierda entre bastidores y me dijo que no sabía si alguien se iba a reír con la obra. A cinco minutos de salir a escena, me dejó impresionado... ¡Claro que se iban a reír! Me decía que a ella no le hacía ninguna gracia. Yo estaba asustadísimo por si no salían bien las cosas. Salió y desde el minuto uno la gente se partía de risa. Estuvo año y medio en el teatro Maravillas de Madrid, que tiene 500 localidades", nos cuenta Artime, quien espera poner en marcha próximamente el musical 'Notre Dame de París' y recuperar el que ya estrenó hace unos años en pequeño formato sobre Rocío Jurado.

"Una profesional impecable"

Pese a que el éxito de la obra era apabullante y se sigue representando en todo el mundo, hubo un momento en el que Verónica decidió bajar el telón: "No quiso seguir más porque requería un enorme esfuerzo. Dura dos horas, es larguísimo. Ella tenía ya 58 años y eso le casca a cualquiera. Hubo que quitarle una función, tenía seis y lo dejamos en cinco. Tengo que decirte que, eso sí, fue una de las actrices mejor pagadas en la escena en esos años. Podía haber estado como Lola Herrera con la obra de Delibes, haciéndola todo el tiempo que hubiera querido", nos dice el productor del debut teatral de Lolita Flores, 'Ana en el trópico', hace ya 16 años.

Sobre Forqué, cuya pérdida se le hace muy dura, abunda en sus enormes cualidades: "Era listísima, cultísima y hablaba inglés, que hay muy pocas actrices en España de su generación que lo hablen. Tenía una gran capacidad literaria, una cultura que no es habitual en una actriz española, compárala con todas las demás. Sabía de todo, de cine, de teatro, lo leía todo. Tenía una sensibilidad tremenda para dirigir. Fue ella quien hizo la adaptación de la obra. Daba gusto trabajar con ella. Te podía discutir cualquier cosa y convencerte, porque tenía un poder de convicción enorme. Era una profesional impecable. Una profesional de arriba abajo. Nunca dio un problema, llegaba puntualísima. Fue ejemplar y maravillosa. Daba gusto charlar con ella. Yo iba con frecuencia a verla. La despedida del Maravillas fue increíble, llorando y todo".

Como toda España llora su pérdida. Descanse en paz.