El misterioso primer apellido de Javier Bardem
Para conocer más datos sobre el origen paterno del actor y sus hermanos, tenemos que desplazarnos a Gejuelo del Barro, un pequeño pueblo salmantino de 35 habitantes
Por las calles de Gejuelo del Barro no recuerdan haber visto nunca a ningún famoso. De hecho, últimamente no ven a casi nadie. De los 35 habitantes censados viven, de continuo y a lo sumo, tres o cuatro matrimonios en este minúsculo pueblo salmantino. Fueron más antes y muchísimos más mucho antes. El dolmen de la Casa del Moro, fechado en el cuarto milenio antes de Cristo, así lo atestigua. El monumento megalítico se puede contemplar en la finca de Muélledes, el mismo lugar en el que en los primeros días de agosto de 1931 nació un niño al que se puso el doblemente compuesto nombre de José Carlos Bonifacio Antonio. Sus apellidos, el charrísimo Encinas y el probablemente irlandés Doussinague, poco dicen a la mayoría, pese a que millones de personas en todo el mundo conozcan perfectamente a su hijo pequeño, Javier Bardem, de primer apellido Encinas.
La mayoría de los datos que aparecen en el párrafo anterior ni siquiera figuraban en el libro de memorias que la fallecida Pilar Bardem, esposa del salmantino y madre del actor, publicó en abril de 2005 bajo el título de 'La Bardem', mis memorias. Sin embargo, las referencias a Carlos (con ese afortunadamente sincopado nombre le conoció ella) son constantes en aquel volumen y aparecerán salpicando las siguientes líneas, que intentan poner luz a la prácticamente desconocida familia paterna del actor español más universal y que tratan de demostrar, también y por otra parte, que el indiscutible y extraordinario talento interpretativo de los tres hijos de Carlos y Pilar, Carlos, Mónica y Javier, no procede sólo de la rama cómica y dramática de los afamados Bardem, sino también de los excesivos Encinas, con vidas tan ocultas hasta el momento como dignas de ser llevadas de igual modo a las pantallas.
“Una mariconada detestable”
Pero, antes de nada, vayamos a una generación anterior, incluso a dos. Después de saltar a la fama por protagonizar la polémica 'Las edades de Lulú', esa “mariconada detestable” por la que su padre le dejó de hablar pese a no haberla visto nunca, Javier Bardem consiguió su primer gran reconocimiento, de nuevo a las órdenes de Bigas Luna, al protagonizar 'Jamón, jamón'. Era 1992 y en el rodaje conocería a Penélope Cruz, su mujer desde julio de 2010. De las inolvidables secuencias de aquella película ya de culto, una viene más al caso que las demás. En un momento del metraje, Bardem salta un cercado de ganado bravo para torear bajo la única compañía de una portentosa luna llena. Lo intenta desnudo, una licencia muy propia del hiperbólico director catalán, para demostrar su virilidad ante la bellísima joven de los pechos que olían a jamón, tortilla de patatas, cebolla y ajo. Si aquella escena la hubieran visto su abuelo y su bisabuelo, una sonrisa al menos les habría sacado.
Quizá sea José Encinas Fernández del Campo, en lo que nos ocupa, el abuelo, el gran protagonista de esta historia. Pepe, así le llamaban todos, nació con el siglo pasado. Y también lo hizo en la comarca salmantina de la Tierra de Ledesma. Su padre, Antonio Luis Encinas García, bisabuelo del actor, fue uno de los mayores terratenientes de la zona, poseedor, entre otras, de la citada finca de Muélledes. Había sido ganadero y sus toros, con divisa verde y amarilla, fueron lidiados en algunos de los más importantes cosos de la península. Su afición quedó inoculada en su hijo José, Pepe Encinas en los carteles, que también fue criador de bravos astados, en este caso con divisa azul y grana, y muy conocido en las primeras décadas del siglo XX tanto en España como en Francia.
“Magnífico, esplendoroso, brillante triunfo del joven y entusiasta ganadero don José Encinas”. Quien así escribe el 15 de septiembre de 1928 en las páginas de 'El Adelanto de Salamanca' es José Sánchez Gómez, el prestigioso cronista taurino que firmaba como El Timbalero y que ocho años después sería ejecutado sin juicio previo en el salmantino monte de La Orbada, como tantos otros opositores que habían visto cómo su querida ciudad era escogida por los alzados golpistas como tristísima base de operaciones. Escribía de toros como los ángeles, si es que estos hubieran cogido algún día una pluma de las de juntar letras y no de las que utilizaban para volar; y el único motivo que se alegó para tan injusto fin fue que militaba en Acción Republicana.
Aquella tarde de las fiestas septembrinas del 28, El Timbalero contó que Pepe Encinas lloró en el ruedo salmantino mientras daban una vuelta triunfal al bravísimo quinto de la tarde y su criador era obligado a pisar la arena para agradecer la atronadora ovación del gentío que llenaba La Glorieta.
Según contó Pilar Bardem en su libro de memorias, “Pepe era un hombre muy guapo, grande y con un parecido extraordinario a John Wayne”. Ella, que nunca lo conoció en persona, se lo había escuchado contar a su suegra, Flora Doussinague y Brunet, quien, relata la actriz, nunca pudo ver películas del inolvidable actor de 'El hombre tranquilo' por la prematura muerte de su esposo. “Tenía un gran defecto, le gustaba el juego. Demasiado. En el viaje de novios saltó la banca del casino de Biarritz, pero acabó perdiendo lo ganado y mucho más. Tuvo que ir hasta Francia el mayoral de la ganadería con dinero para rescatarles y traerles de vuelta. Ahí acabó la luna de miel. Luego, mi suegra me contó que se fue jugando la ganadería y la pequeña fortuna que Flora aportó al matrimonio. Todo, hasta arruinarse”.
Suicidio en Montevideo
Los últimos y tormentosos años de su vida los pasó Pepe Encinas al otro lado del charco. En concreto, en Montevideo. Hasta Uruguay desembarcó para gestionar algunas propiedades que habían llegado a la familia de su mujer a través del primer matrimonio de la tía Martina Doussinague Casares, pero, tampoco allí, el prestigioso ganadero salmantino, el abuelo paterno del ganador de un Oscar de Hollywood, pudo levantar cabeza. Un día del mes de marzo de 1949, Pepe Encinas se cansó de vivir, cogió una pistola y se pegó un tiro.
A España la noticia del suicidio llegó justo el día de San José. La viuda, según relata Pilar Bardem, prefirió no contarle nada a su vástago, pese a que Carlos estaba cerca ya de cumplir los 18 años. Como era tradición en esa fecha, las familias solían ir a las corridas de toros que se programaban por todo el país. Madre e hijo no fueron una excepción, aunque Flora nada disfrutó de aquella tarde de marzo en Las Ventas.
A 10.000 kilómetros de distancia del lugar en el que falleció, los más veteranos de Gejuelo del Barro recuerdan a Pepe Encinas, al que sí conocieron. El paso de los años ha hecho su lógica mella y la memoria, ya de por sí frágil, se convierte en puro cristal. Pero sí que se atreven tímidamente a recordar su extremada afición por el juego y al ser preguntados por el suicidio de ultramar mueven la cabeza de arriba a abajo en reiteradas ocasiones. “Como Caín y Abel”, decían en el pueblo que eran Pepe y su hermano Bonifacio. Y no parece muy necesario aclarar quién hacía de malo. Precisamente, la tumba de Bonifacio Encinas Fernández del Campo, nacido el 12 de noviembre de 1900 en Gejuelo y fallecido sólo un mes antes de cumplir los 20 años, es el único rastro que por allí queda de los antepasados paternos de Javier Bardem. Allí nació el padre del actor el 6 de agosto de 1931. La inscripción del nacimiento se hizo ante el juez municipal, José Antonio Hernández García, y el secretario, Juan José García Martínez, y con la presencia de Luis García García y Juan Antonio Herrero Ruano, que actuaron como testigos.
Cuando Pilar Bardem conoció al que sería su marido el 24 de octubre de 1957, este se presentó como José Carlos Encinas Doussinague Lancaster y McFarrel. “Se decía descendiente de Ricardo Corazón de León y de una princesa navarra”, apunta la actriz, ocho años menor que el padre de los Encinas Bardem. “Mi primo tenía mucho de fabulista”, recuerda desde Navarra Joaquín Ignacio Mencos Doussinague, marqués de la Real Defensa. “Era un hombre extraordinariamente listo”, abunda el marqués, “muy culto, con una memoria muy amplia. La verdad es que era apasionante escucharle”.
Físicamente no había duda de que Carlos era hijo de quien era. Su impresionante complexión corporal, medía más de 1,90 y sobrepasaba los 100 kilos de peso, procedía de su padre y aterrizó después en sus hijos. El padre del actor estudiaba Económicas en Madrid y ya en el primer encuentro con su futura esposa le dijo que su padre era ganadero en Salamanca y le ofreció la posibilidad de ir a ver sus toros al Campo Charro. En realidad, y si las fechas y la memoria son consecuentes, en aquel primer momento su padre llevaba ya unos cuantos años muerto y de los históricos toros de Encinas no quedaba mucho más allá de alguna que otra deuda.
Tras cuatro años justos de noviazgo, José Carlos Encinas y Pilar Bardem se casaron a las cinco de la tarde, “por la filia taurina de mi novio”, del 24 de octubre de 1961 en la madrileña iglesia de Santa Gema. “Aunque le quería mucho, tenía un sexo estupendo con él y seguía con mi obsesión por los hijos, en ese momento yo ya no estaba enamorado de Carlos. Tardé poco en comprender que fue un terrible error casarme con él”, contaba la hermana menor del director Juan Antonio Bardem en su libro de recuerdos.
Los hijos llegaron pronto y en cantidad. Fueron cuatro, aunque uno, el que hacía tercero con el nombre de Javier, falleció al poco de nacer. Carlos, también actor, nació en 1963; Mónica, mucho más apartada del foco mediático que sus hermanos, lo hizo en mayo del 64, y el oscarizado Javier, el 1 de marzo de 1969 en Las Palmas de Gran Canaria, uno de los múltiples lugares en los que 'trabajó' el padre a lo largo de su vida.
Las comillas vienen muy al caso después de leer detenidamente las memorias que la fallecida actriz publicó en 2005, en las que el padre de los actores sale bastante mal parado. “Cambió más de 10 veces de empleo y se pasó la mitad de su vida sin dar un palo al agua. Cada vez que dejaba un trabajo llegaba a casa con la misma excusa: me he despedido porque he tocado techo”. Y, pese a ello, llegaban las continuas penurias económicas, que se repitieron en numerosísimas ocasiones. Aún en febrero de 2009, 14 años después de su fallecimiento, la Agencia Tributaria conminaba al pago de una multa a un tal José Carlos Encinas Doussinague. Tampoco ellos debieron de saber nunca de dónde sacaba el dinero.
Carlos pasó, o al menos eso decía, por innumerables trabajos, a cuál más surrealista, y uno de ellos le llevó hasta Bagdad, donde, con el matrimonio ya roto y en presencia de sus hijos, amenazó a su mujer con una pistola, episodio que se repetiría años después, con los papeles de separación ya firmados, en la casa familiar de la calle Lope de Rueda, junto al Retiro.
La madre de Carlos, doña Flora Doussinague y Brunet, falleció el 19 de febrero de 1981, cuatro días antes del intento de golpe de Estado de Tejero, hecho que provocó que Carlos cargase todas las escopetas que poseía, que no eran pocas. “Por lo que pueda pasar”, les contó a sus hijos. La muerte de su madre supuso un durísimo golpe para el padre de Carlos, Mónica y Javier Encinas Bardem; un trauma del que nunca fue capaz de recuperarse. A partir de ese momento, se recluyó en la casa que había heredado de doña Flora, situada en el quinto izquierda del número 4 de la madrileña plaza de Chueca. Desde allí llamaba a sus hijos contando historias verdaderamente increíbles. Ellos, que por aquel entonces le apodaban 'El Gordo', dejaron muy pronto de creérselas.
Del cementerio al teatro
Pese a la cuanto menos extraña relación que mantuvo siempre con sus hijos, ninguno de los tres, no así su mujer, faltó a la habitación del Clínico de Madrid en la que Carlos permaneció semanas acuciado por una leucemia galopante. Finalmente, José Carlos Encinas Doussinague murió a las siete de la tarde del 14 de noviembre de 1995 en su propio domicilio y posteriormente sus restos fueron incinerados y entregados a la familia. Aquel día, Pilar Bardem fue a trabajar al teatro como cualquier otro, no sin antes dar un beso a Carlos en su frente helada. “Le dije que le perdonaba todo el daño que me había hecho y que marchara tranquilo”. Sus tres hijos se derrumbaron por completo.
Sólo habían pasado dos meses del fallecimiento de su padre cuando Javier Bardem acudió a la ceremonia de entrega de los premios Goya. Al recoger el galardón por su participación en 'Boca a boca', elevó su mirada y dijo: “Quiero dedicarle este premio a una persona a la que amo y que no está conmigo en este momento, que es mi padre. Va por él”. Lo hizo después de que Cristina Marcos y, quién si no, Penélope Cruz, le entregaran el premio. El círculo se comenzaba a cerrar.
Por las calles de Gejuelo del Barro no recuerdan haber visto nunca a ningún famoso. De hecho, últimamente no ven a casi nadie. De los 35 habitantes censados viven, de continuo y a lo sumo, tres o cuatro matrimonios en este minúsculo pueblo salmantino. Fueron más antes y muchísimos más mucho antes. El dolmen de la Casa del Moro, fechado en el cuarto milenio antes de Cristo, así lo atestigua. El monumento megalítico se puede contemplar en la finca de Muélledes, el mismo lugar en el que en los primeros días de agosto de 1931 nació un niño al que se puso el doblemente compuesto nombre de José Carlos Bonifacio Antonio. Sus apellidos, el charrísimo Encinas y el probablemente irlandés Doussinague, poco dicen a la mayoría, pese a que millones de personas en todo el mundo conozcan perfectamente a su hijo pequeño, Javier Bardem, de primer apellido Encinas.
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