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Paloma Cuevas y Eugenia M. de Irujo arropan al Litri en la misa funeral de su madre Conchita
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murió el 5 de junio

Paloma Cuevas y Eugenia M. de Irujo arropan al Litri en la misa funeral de su madre Conchita

Olimpia, la nieta mayor de 17 años, le dedicó una carta a su abu (así la llamaban) que emocionó a los presentes

Foto: El Litri junto a su mujer, Casilda Ybarra. (Gtres)
El Litri junto a su mujer, Casilda Ybarra. (Gtres)

A las ocho de la tarde comenzaba la misa funeral por Conchita Spínola en la iglesia de los Jerónimos, oficiada por el cardenal Carlos Osoro, amigo de la familia, y concelebrada por el párroco José Luis Bravo. Hubo también palabras de recuerdo para Miguel Báez Espuny, que falleció el 18 de mayo a los 91 años. No por esperada, menos triste. Lo que nadie podía imaginar, ni en los peores presagios, como aseguraban algunos de los invitados, era que su mujer muriera de un infarto quince días después. “En medicina lo llaman el síndrome del corazón roto. Han sido almas gemelas y no podían vivir el uno sin el otro. Conchita tenía muy buena salud. Era la alegría personificada, activa, divertida, siempre organizando reuniones familiares y con los amigos. Pero le falló el corazón”, explicaban amistades íntimas de la que fue una gran mujer.

La de los Jerónimos era la iglesia a la que acudía el matrimonio cuando estaba en Madrid. Vivían muy cerca, en la Puerta de Alcalá, y era habitual ver a la pareja paseando por el Retiro y tomando un café en la terraza de uno de los locales que hay en la plaza. En el mismo barrio vivieron mientras estuvieron casados el hijo Miguel Báez y Carolina Adriana Herrera, hija de la diseñadora venezolana. Tuvieron a Olimpia, Miguel y Atalanta, que estaban muy unidos a su abuela, a la que veían casi a diario dada la cercanía de las viviendas.

placeholder Paloma Cuevas y su padre, en el funeral de Conchita Spínola. (Cordon Press)
Paloma Cuevas y su padre, en el funeral de Conchita Spínola. (Cordon Press)

Olimpia, la nieta mayor de 17 años, le dedicó una carta a su abu (así la llamaban) que emocionó a los presentes. Ya lo había hecho en Azuaga (Badajoz), donde se celebró la primera misa antes del entierro en el panteón de los Spínola. Nadie esperaba el fallecimiento de Conchita y el funeral se convirtió en un lugar para recordar anécdotas y vivencias. Todos coincidían en lo mucho que la iban a echar de menos y lo difícil que era administrar ese luto. Se hacía querer y tenía amigos en todas partes. Muchos de ellos no se han podido desplazar a Madrid para participar en la liturgia y por eso está previsto que se celebre una misa en Sevilla el 28 de junio y al día siguiente, el 29, en Huelva, donde el matrimonio pasaba cada vez más tiempo.

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Ni ella misma pensaba en la muerte, pero en ocasiones sí había comentado que cuando muriera quería que sus cenizas estuvieran junto a las de sus padres en el panteón familiar de Azuaga. En el cementerio de La Soledad está enterrado el torero, una de las grandes figuras de los años 50. En Punta Umbría se conocieron cuando Conchita tenía 15 años y Báez Espuny 28. Se casaron cuatro años después de ese primer encuentro en la playa y siempre estuvieron juntos. Cumplieron sus votos matrimoniales hasta el final: "Prometo protegerte de hoy en adelante, para bien y para mal, en la riqueza y en la pobreza, en la salud y en la enfermedad, para amarte y cuidarte hasta que la muerte nos separe". Así lo ratificaron en 1967, en la basílica de Guadalupe, y así lo recordó el cardenal Osoro en los Jerónimos.

Arropados por amigos y familiares

En el funeral, Litri estuvo acompañado por su mujer, Casilda Ybarra, con la que se casó el 14 de mayo en la finca El Carrascalejo, en Sanlúcar la Mayor. Conchita fue la madrina y nada hacía presagiar la tragedia familiar. Tanto es así que la pareja se fue de viaje de novios a Italia al día siguiente. Tuvieron que regresar cuatro días después al fallecer el padre. Lo volvieron a retomar y quince días después el torero recibía la triste noticia de la muerte de su madre.

placeholder Carmen Posadas, a su llegada a la iglesia de los Jerónimos. (Gtres)
Carmen Posadas, a su llegada a la iglesia de los Jerónimos. (Gtres)

Litri y sus dos hermanas, Miriam y Rocío, y las tías, Mamen y Mayte Spínola, estuvieron arropados por familiares y amigos, tanto del mundo del arte como del taurino y el social, a los que aún costaba procesar su fallecimiento. Entre ellos, Paloma Cuevas, Carmen Posadas, Eugenia Martínez de Irujo y María Ángeles Sanz.

Conchita era fija en las fiestas culturales que Mayte, la hermana mayor, organizaba en su casa y a la que acudía gente de lo más variopinta. “Ellas siempre han estado muy unidas. Se llamaban todos los días por teléfono, se comentaban todo y cada una aportaba ideas que las enriquecían. Si una estaba decaída, las otras decían lo que fuera para animarla. Más de una vez han volado o han tomado un AVE si alguna de ellas tenía problemas”, cuentan a Vanitatis.

placeholder Eugenia Martínez de Irujo. (Gtres)
Eugenia Martínez de Irujo. (Gtres)

Conchita no faltaba a esas reuniones, donde era una de las mujeres más divertidas y cariñosas: “Era increíble, alegre, inteligente, buena, generosa y con una capacidad de trabajo impresionante. Ella se encargó desde siempre de gestionar el patrimonio. Comenzó a estudiar la carrera de Económicas, que no terminó, y tenía buen ojo para los negocios”. Son las palabras de los artistas del Grupo Pro Arte y Cultura, fundación a la que pertenecía en calidad de pintora y escritora.

A las ocho de la tarde comenzaba la misa funeral por Conchita Spínola en la iglesia de los Jerónimos, oficiada por el cardenal Carlos Osoro, amigo de la familia, y concelebrada por el párroco José Luis Bravo. Hubo también palabras de recuerdo para Miguel Báez Espuny, que falleció el 18 de mayo a los 91 años. No por esperada, menos triste. Lo que nadie podía imaginar, ni en los peores presagios, como aseguraban algunos de los invitados, era que su mujer muriera de un infarto quince días después. “En medicina lo llaman el síndrome del corazón roto. Han sido almas gemelas y no podían vivir el uno sin el otro. Conchita tenía muy buena salud. Era la alegría personificada, activa, divertida, siempre organizando reuniones familiares y con los amigos. Pero le falló el corazón”, explicaban amistades íntimas de la que fue una gran mujer.

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