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Santiago Pedraz, entre la toga y el photocall
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OPINIÓN

Santiago Pedraz, entre la toga y el photocall

Esta semana aparece con una morena pimpante y muy sonriente. Él lleva unas zapatillas de deporte de la marca Veja, que abundan en los códigos postales acomodados de la capital

Foto: El juez Pedraz. (Ilustración: Jate)
El juez Pedraz. (Ilustración: Jate)

En los últimos tiempos le he prestado mucho más interés al devenir amoroso del juez Pedraz que al desbloqueo del Consejo General del Poder Judicial. Cosa que, reconozco, me convierte en una malísima profesional de lo mío, pero también en una persona sumamente interesante para algunos de mis amigos.

Solo así, hace unas semanas terminé la cena del cumpleaños de un amigo estrenando un grupo de WhastApp que se llama Pedraz y las Doñas. El homenajeado -un hombre cultísimo, leído, mucho más atractivo que el juez- mostró, durante buena parte de la fiesta, un interés inusitado por la pareja formada por Esther Doña y Santiago Pedraz. Y ahí seguimos desde entonces, añadiendo nuevos personajes, como él añade nuevas acompañantes. El juez, no mi amigo.

Pedraz, de 64 años, es un señor con una carrera notabilísima en la Audiencia Nacional. En su currículo aparecen procesos judiciales como el caso Couso, políticos chinos en el Tíbet, terrorismo etarra, la manifestación de ‘Rodea el Congreso’, el asesino de Juana Chaos... Ya era atractivo y apuesto entonces, con esa melena perfectamente despeinada. Hay mucho trabajo en esa cabellera, que nadie los lleve a engaño.

placeholder Santiago Pedraz, el juez de la Audiencia Nacional que salió con Esther Doña. (EFE)
Santiago Pedraz, el juez de la Audiencia Nacional que salió con Esther Doña. (EFE)

Pero el juez ahora tiene mucha más presencia en la prensa del corazón que en la de tribunales. Es una información muy útil si acaso a alguno de ustedes les toca ser interrogados por él. Por ejemplo, le gustan mucho las señoras. Esta es una manera elegantona de decir que golfea, o que ejerce en cuanto puede su libertad amatoria. Porque los jueces, y en general el resto de las personas que pertenecen a la clase alta, no zorrean, sino que pirulean. Un término que suele utilizar el periodista Carlos Pérez Gimeno.

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También sabemos que le gusta posar. Fue especialmente intensa esta faceta durante su relación con Doña, viuda del marqués de Griñón. Un personaje fascinante en sí mismo, la única mujer que conozco que se añade años en vez de quitárselos; la única mujer que conozco que le crea una cuenta de Instagram a su perra a la que apellida como si fuera la hija que no tiene. Información de servicio: se llama Chloé Falcó Doña. Es de esos perretes a los que les ponen lazos y kikis en el pelo. La ley de bienestar animal debería tener en cuenta también estas atrocidades.

A este noviazgo estuve entregada de forma desmedida. En cada photocall, en cada demostración de amor. En aquel cuadro que pintó el atractivo Pedraz y que regaló a su entonces pareja. A esa carta de amor que le entregó con un anillo cuando le pidió matrimonio. Esta faceta cultural, la de escribir y pintar, lo convierte en un superhombre. Si ya supiera cocinar bien, me plantearía pedirle que me pasee.

placeholder Esther Doña y Santiago Pedraz, en la entrega de los premios Flamenco en la Piel. (EFE)
Esther Doña y Santiago Pedraz, en la entrega de los premios Flamenco en la Piel. (EFE)

Si alguno de ustedes queda por enterarse de cómo acabó esta historia, sepan que esa boda nunca tuvo lugar. El 24 de agosto, mientras España vacacionaba viendo a Pedraz con menorquinas y camisas de lino por fuera anunciando su enlace en ‘¡Hola!’, la historia ya estaba rota.

Dijo ella que él la dejó por WhatsApp. Salió la anterior ex del juez con que a ella la dejó también con un mensaje. Tanta oposición de altura y tanta bajunería para partir peras.

Doña, por cierto, se paró pasados unos días delante de los periodistas y confesó que estaba deseando volver a su vida normal, “pasear a mi perrita y volver al gimnasio”. Más personas así necesitamos. Él, nunca dando la cara, dijo que la ruptura tuvo lugar porque no era la mujer que esperaba.

Desde entonces, Pedraz sigue paseando y posando, pero sin cobrar por ello. Y ha perdido casi todo el interés que profesé por él. Acude a saraos con señoras que siempre son estupendas. Apuestas y atractivas como él. Tiene la calle de Almagro como centro neurálgico para mover sus piernas, cerca de la Audiencia Nacional.

Esta semana aparece con una morena pimpante y muy sonriente. Él lleva unas zapatillas de deporte de la marca Veja, que abundan en los códigos postales acomodados de la capital. También lleva una camisa de la marca El Capote, que hemos visto lucir a Santiago Abascal, Bertín Osborne y Enrique Ponce. Pedraz estuvo “charlando y compartiendo risas”, dice ‘Lecturas’. Para ‘¡Hola!’ serían “confidencias”. Me encandila uno de los pies de foto: “En un momento de su paseo, la amiga de Pedraz le mostró al juez un mensaje en su móvil. Algo que demuestra la confianza que hay entre ellos”.

Bastante decepcionada me he quedado al saber de su periplo. Fueron al museo Thyssen, se tomaron el aperitivo y luego vieron el partido del Madrid en una terraza. Un plan demasiado normal para un superhombre como él. No voy a pedir cambio en el nombre del grupo de WhatsApp, pero ganas no me faltan.

Mientras, Chloé Falcó Doña posa en un silloncito blanco el día 12 de octubre, con sus lacitos rosas, y nos felicita por el Día de la Hispanidad. Quizá la que más cariño merece en este asunto de personas a las que no deberíamos conocer para seguir teniendo respeto. Porque hay cosas que no debemos saber, y hemos sabido. Como que la toga y el photocall tampoco casan. Y que hay que dar la cara -sobre todo- si vas a mandar a alguien a paseo, señor juez.

En los últimos tiempos le he prestado mucho más interés al devenir amoroso del juez Pedraz que al desbloqueo del Consejo General del Poder Judicial. Cosa que, reconozco, me convierte en una malísima profesional de lo mío, pero también en una persona sumamente interesante para algunos de mis amigos.

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