Bertín quiere ser The Rock y otras viejas masculinidades

Norberto quiere ser The Rock. The Norbertock. Porque aunque tenga 68 años ha interiorizado -y hace bien- que la vida no te da una, sino cien oportunidades. Que llega un punto en el que nada ni nadie te dirá cómo hacer las cosas. Norberto es Bertín, apellidado Osborne (como si hubiera otro) y portada de la revista ‘¡Hola!’, convertida esta semana en ‘Men’s Health’. Cómo se nota que es personaje de la casa. Si no, jamás pondrían en portada a un señor con camiseta de tirantes. Al menos, la pelambrera de la axila no asoma.

Dentro, todas las líneas rojas de estilismo de la que escribe. Jerséis de pico y de cuello vuelto bien ceñiditos en tonos azul cielo y verde lima. Porque el reportaje parece más bien un ‘branded content’ de El Capote, esa marca que tan pronto viste al cantante de ‘Amor mediterráneo’ como a Enrique Ponce y Santiago Abascal. Son las viejas masculinidades de siempre remozadas por obra y arte de la mancuerna, la esterilla y la dieta mediterránea.

Osborne es un tipo muy simpático. De esos que bromean por casi cualquier cosa y se ríen mucho de sí mismos. De lo regular que se le da la cocina y esas tareas propias del otro sexo. De esos que un día ponen la mesa y quieren un aplauso como premio. Torpezas que suplen con galantería. Siempre te recuerdan que el sexo fuerte somos nosotras y que somos muy superiores por el mero hecho de dar vida. Me estoy mareando.

Son caballeros de los que ya no quedan. Son personas nada conscientes de su privilegio, que pueden permitirse hacer ejercicio todos los días y te dicen que llega un momento en la vida en que no te puedes dejar ir. “No es tan difícil ni tan complicado, es cuestión de proponérselo y eso es salud, es bienestar y eso es satisfacción personal”, nos cuenta. Son personas que llevan pulseras gordas de cuero y plata en su día a día.

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Bertín es el Jorge Pérez del futuro, otro de los protagonistas de la semana. Pérez es un guardia civil que ganó hace años la edición de ‘Supervivientes’ y que decidió dedicarse al noble arte del famoseo y la tertulianía en programas de corazón. Esta semana es noticia porque fue a la cena de Navidad de su empresa y le pillaron contentillo susurrándole al oído a su compañera de trabajo Alba Carrillo. A quién se le ocurre beber con la gente del trabajo. A quién se le ocurre ir a cenas de Navidad. A quién se le ocurre mezclar las dos cosas.

Jorge es un tipo con tupé de Travolta, me recuerda mi amiga Inés, y camisetas ceñidas que se puso hace tiempo gafas de ver de palo porque de miope no tiene un pelo. Para la cena de Navidad de marras, por cierto, se puso una de esas corbatillas cortas que cierran con broche de brillantes.

Es, como Bertín, de esas personas que juran y perjuran que su familia es su máxima prioridad, cuando todos sabemos que el gimnasio también lo es una barbaridad. “Echo de menos a Kike y a Carlos, pero tampoco me da mucho tiempo, porque los veo todas las semanas”, dice Bertín, otro convencido de que tras una separación lo mejor es pasar “tiempo de calidad”. Declaraciones que podría llegar a hacer Jorge si su mujer lo pone de patitas en la calle después de un roneo visto por toda España que el susodicho resume como “un cruce de labios”. Yo solo por ese concepto ya habría pedido la nulidad, porque entre mis líneas rojas también está la cursilería.

Jorge y Alicia tienen cuatro hijos. Ella es ‘coach’ -en ‘El programa de Ana Rosa’, dicen de ella que “trabaja con los sentimientos”- y ha emitido un comunicado en su perfil de Instagram donde explica que este episodio tan desagradable no afectará a los suyos porque tienen muchísimos valores. “Somos luz y somos familia”, escribe. Me da muchísimo miedo este lenguaje de seguidora de Bolsonaro, la verdad.

Es una pena que ‘¡Hola!’ haya eclipsado este culebrón de personajes de Mediaset, porque tiene todos los ingredientes de una buena trama. El padre y esposo entregado puesto en entredicho. La mujer doliente que dice que el amor todo lo cura. La rubia modelo y soltera a la que le caen las críticas. Ella se puso a tiro, ella sabía a lo que iba. El suegro diciendo que su yerno de bueno es tonto y le han pillado por tolai, pero que no es lo mismo un beso que “darse el lote o echar un kiki”. Alba Carrillo defendiéndose y recordando que ella también tiene una familia y que una mujer soltera puede hacer lo que le venga en gana. Señores en las mesas camilla concluyendo que “tiran más dos tetas que dos carretas”.

Viejas masculinidades en portada. Padres amantísimos y pícaros de playa seducidos por un buen par de piernas. Un poco lo de siempre: machismo aseado pero que sigue oliendo a alcanfor. Porque aquí lo único nuevo son los bíceps de Bertín.