Christina Onassis y la tragedia griega de una heredera infeliz
La multimillonaria hija del legendario armador Aristóteles Onassis habría cumplido hoy 70 años
Un cálido día de noviembre de 1988 en el Tortugas Country Club de Buenos Aires, Christina Onassis, la única heredera de la enorme fortuna de la naviera Onassis, moría en casa de un amigo. Tenía tan solo 37 años. Como destinataria de una ingente cantidad de millones, su vida estaba destinada a ser feliz y libre de preocupaciones, pero su corta estancia sobre este planeta estuvo marcada por la depresión, las desgracias familiares y sus desafortunadas elecciones amorosas.
Casada y separada cuatro veces, sus luchas contra el aumento de peso y las adicciones a diversas drogas fueron legendarias. Sus padres se divorciaron en 1959 cuando ella tenía nueve años, y el escándalo resultante de la noticia de que su padre, Aristóteles Onassis, había tenido una aventura con la famosa cantante de ópera María Callas fue una vergüenza de por vida para ella.
La situación empeoró aún más para ella cuando su padre se casó en 1968 con 'la viuda de América', Jackie Kennedy, veinte años menor que él. Christina veía a la que fuera esposa de John F. Kennedy como una cazafortunas, llegando a referirse a ella como "la desafortunada obsesión de mi padre".
"Es la unión perfecta. Mi padre adora los apellidos y Jackie adora el dinero", dijo sobre aquella boda celebrada en la isla de Skorpios su hermano Alexander. "Jackie, un mito desvanecido", titulaba la revista '¡Hola!' en su portada dedicada a un enlace que causó polémica en todo el mundo.
Golpeada por la tragedia
Christina tenía veinte años cuando las desgracias comenzaron a cebarse con su familia. Su único hermano, Alexander, moría en un accidente de avión en 1973. Su aeronave anfibia personal, en la que viajaba como pasajero, se estrelló en el Aeropuerto Internacional Hellinikon de Atenas.
Su padre, como en la leyenda urbana sobre Walt Disney, consideró congelar criogénicamente el cuerpo de su hijo, pero fue persuadido para que no lo hiciera. Finalmente fue enterrado en la isla privada de Onassis.
Un año más tarde fallecía su madre, Athina Livanos, víctima de una supuesta sobredosis de drogas que muchos especularon que era en realidad un suicidio. Su fallecimiento dejó a su hija una herencia valorada en 77 millones de dólares.
Meses después, Christina también perdió a su padre, que murió en marzo de 1975 por problemas de salud. Tras la muerte de su progenitor, la heredera renunció a la ciudadanía estadounidense –nació en Nueva York– aunque mantuvo la doble nacionalidad griega y argentina durante el resto de su vida. "Estoy sola en el mundo ahora", dijo tras la muerte del armador.
Cuatro fracasos matrimoniales
Convertida ya en responsable del imperio Onassis, Christina fue reforzando gradualmente su dominio sobre el grupo de empresas familiar mientras los medios de comunicación no dejaban de hacerse eco de su lujoso tren de vida y de sus excesos.
Entre los titulares más llamativos de aquella época está la ocasión en la que gastó 30.000 dólares para enviar un avión privado a Estados Unidos solo para comprar Coca-Cola light o la vez que pidió un helicóptero para volar de Austria a Suiza para recuperar una cassette de David Bowie que había olvidado allí.
Además, se contaba que cuando sus amigos decían que estaban demasiado ocupados para pasar tiempo con ella, Onassis les daba dinero en efectivo, hasta 30.000 dólares al mes, para que pudieran hacerle compañía.
Pero la prensa detalló también con pelos y señales sus constantes fracasos en el amor. Se casó cuatro veces y tantas otras las relaciones fracasaron. Sus maridos fueron sucesivamente Joseph Bolker, que era 27 años mayor que ella y padre de cuatro hijos; el rico heredero griego Alexander Andreadis; el armador ruso Sergei Kousov, y Thierry Roussel, el conquistador al que se dice que Cristina Onassis pagó 75.000 dólares por cada día de matrimonio. Al menos con él tuvo un pequeño atisbo de felicidad con el nacimiento de su única hija, Athina, en 1985.
Centrándonos en ella, la nieta de Aristóteles Onassis es dueña de una fortuna estimada en unos 3.000 millones de euros, lleva una vida privada alejada del mundanal ruido, sin redes sociales, sin conceder entrevistas ni hacer concesiones de ningún tipo de cara a la galería.
A sus 35 años, soltera y sin hijos, la gran amiga de Marta Ortega se mantiene de manera permanente en un segundo plano, frisando el anonimato, y sus apariciones públicas vienen marcadas por la agenda de las competiciones ecuestres en las que participa.
Un cálido día de noviembre de 1988 en el Tortugas Country Club de Buenos Aires, Christina Onassis, la única heredera de la enorme fortuna de la naviera Onassis, moría en casa de un amigo. Tenía tan solo 37 años. Como destinataria de una ingente cantidad de millones, su vida estaba destinada a ser feliz y libre de preocupaciones, pero su corta estancia sobre este planeta estuvo marcada por la depresión, las desgracias familiares y sus desafortunadas elecciones amorosas.