Iluminadores glitter y coloretes altísimos: el rompedor maquillaje de Chanel

Si algo está claro es que la Alta Costura es la pasarela sobre la que los diseñadores dejan volar su imaginación. Pero lo que ocurre en el plano beauty es que, para no robar ni el más mínimo protagonismo a las confecciones, el maquillaje y la peluquería deben ser lienzos en blanco.

Schiaparelli recoge el cabello de sus modelos y les fija una cinta negra en la frente, dejando a la vista tan solo una piel impoluta y luminosa… En esta ocasión, Chanel ha querido romper con la tendencia y ha trasladado su arriesgada apuesta textil de la Alta Costura al maquillaje de sus modelos.

Si de tules rosas e hilos de plata iban los tejidos, los rostros de Vivienne Rohner, Sara Grace Wallerstedt, Mona Tougaard, Louise Roberts, Kim Schell, He Cong o Mathilde Henning, las modelos fieles a la maison francesa, eran cincelados por la misma paleta de colores. La innovación estaba en la zona de aplicación de los productos y en la considerable cantidad de los mismos.

Lo que Virginie Viard y su equipo de estilismo tenían en mente no podemos saberlo (aún), pero de que los altísimos pómulos de toda persona que desfiló por la pasarela estaban colmados de iluminador perlado de ceja a pómulo no hay dudas.

El tono de iluminador elegido jugaba, según la luz incidía sobre la piel, a dibujar reflejos perlados, siempre manteniendo un tono frío, como de escarcha. Lejos de los acabados piel jugosa que se han normalizado sobre la pasarela, la propuesta de Chanel era viajar al pasado, a un brillo metalizado dosmilero, lo que ahora llamamos Y2K.

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En un desfile que denotaba cierto rumor ochentero, el brillo nacarado encajaba a la perfección con la estética que la firma francesa perseguía. Solo había un reto, lograr que el iluminador se adaptara a los tonos de piel de todas las modelos. Era así como veíamos pieles níveas con el clásico efecto highlighter al que estamos acostumbrados para, acto seguido, ver a las pieles cetrinas o negras con un iluminador que parecía polvo glitter.

Más allá del frío iluminador, de brillo entre metalizado y perlado, como los diminutos hilos que caracterizan al tejido tweed, la otra gracia del producto estaba en la zona en la que se depositaba.

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Dibujando una amplísima ‘C’, el iluminador se paseaba desde encima del hueso del pómulo hasta la sien, recorriendo todo el arco de la ceja y extendiéndose sin disimulo. El efecto angelical era ampliamente visible, ya que no parece que se realizara una sola pasada de highlighter, sino capa sobre capa para hacer visible la luz desde cualquier fila.

Esta atrevida forma de aplicar el iluminador no era la única novedad en el siempre sobrio y minimalista maquillaje de la maison; el colorete, un gélido rubor rosa, también se sumaba a la rebeldía. El matiz viene en que parece que no todas las modelos llevaban la misma carga cromática de colorete. En algunas, la piel tan solo estaba ruborizada, mientras que en otras parecía haber estado en una estación de esquí.

De nuevo, la altura y la extensión de la zona en la que se aplicó el colorete rompían con los estilismos Chanel. Sabíamos que llegaría el día en que la firma sucumbiría a los maquillajes que inundan las redes sociales, y la Alta Costura ha sido el escenario en el que hemos visto cómo el truco de aplicar el rubor no en las mejillas, sino en la parte más alta de los pómulos, prácticamente en el área de las ojeras, llegaba a Chanel.

El truco del colorete alto está en que logra hacernos creer que el pómulo está más pletórico y el color del rubor neutraliza el color de las ojeras -en el caso de que se tengan-. El hecho de que el tono del colorete utilizado en el desfile fuera un frío rosa empolvado, idéntico al del tul y la gasa de algunas de las prendas, es parte del encanto de la Alta Costura.

Otro truco de avezado maquillador de backstage es que, en algunas modelos, iluminador y rubor eran el mismo producto, es decir, se trataba de iluminadores rosados que jugaban a ser todo en uno.

Chanel arriesga e innova y, una vez más, acierta. Al fin y al cabo, no olvidemos que las mejillas de esquiadora las inventó la maison francesa y ahora no hay persona de la generación Z que salga de casa sin hacerse el ‘W blush’... Por no hablar de los lazos negros.