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Acompáñanos a un fin de semana altamente gastronómico en El Puerto de Santa María
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NOS VAMOS EL DOMINGO

Acompáñanos a un fin de semana altamente gastronómico en El Puerto de Santa María

Recorremos la histórica y marinera localidad gaditana en una escapada gourmet con sabor a brandy, tortilla de camarones y vino amontillado. Un lujo, vaya

Foto: El castillo de San Marcos y la luz de Cádiz. (Cortesía)
El castillo de San Marcos y la luz de Cádiz. (Cortesía)

Viajar al Sur es siempre un plan más que apetecible. Un planazo, vamos. Sabemos que comeremos y, por supuesto, beberemos muy bien. Así que, ¿por qué no continúas leyendo y nos acompañas en un viaje a mesa y mantel con el que disfrutar de dos días de bodegas centenarias y restaurantes con mucho encanto a El Puerto de Santa María?

Para llegar hasta esta localidad gaditana no hace falta ser el rey Menesteo. Si, según cuenta la leyenda, hace más de 3.000 años el monarca ateniense fue capaz de llegar hasta aquí tras la guerra de Troya y fundar la que con los siglos se convertiría en una próspera colonia de comerciantes y bodegueros, nosotros, en pleno siglo XXI, seguro que lo tenemos mucho más fácil. De hecho, el mismo tren que nos lleva a Jerez de la Frontera nos puede acercar hasta El Puerto, uno de los destinos favoritos de muchos andaluces.

placeholder Puerto Sherry, en El Puerto de Santa María. (Cortesía)
Puerto Sherry, en El Puerto de Santa María. (Cortesía)

La oferta hotelera no es excesivamente amplia, pero tiene algunos establecimientos con mucho encanto, así como apartamentos turísticos que ahora ocupan antiguos palacetes rehabilitados, perfectos para alojarse y entender cómo vivían los habitantes de esta ciudad en una época de gran prosperidad económica.

Y es que durante años muchos aristócratas, tanto patrios como británicos, italianos o flamencos, se fueron estableciendo aquí para abrir sus negocios bodegueros y comerciar con las Indias, llegando a conocerse a El Puerto de Santa María como ‘La ciudad de los cien palacios’.

Por ello, hoy podemos encontrar elegantes edificios palaciegos como el de Purullena, Araníbar, Reynoso o Valdivieso que aún conservan el esplendor de antaño y que se alzan distinguidos por las callejuelas de la localidad.

Nosotros optamos por una excelente opción, Art Suites by Casa de Indias (Pedro Muñoz Seca, 48), un antiguo palacete muy especial que es a su vez un centro artístico. Aquí uno puede dormir rodeado de obras de arte, pero también comenzar el día —no hay que perderse el completo desayuno que sirven sus propietarios, Lola y César— entre originales creaciones de artistas nacionales e internacionales. Además, su céntrica ubicación en el casco antiguo, muy cerca de las principales bodegas, lo convierte en nuestro campamento base perfecto para recorrer El Puerto.

Así, una vez bien instalados, es hora de entrar en materia. El Puerto de Santa María, junto con Jerez de la Frontera y Sanlúcar de Barrameda, forma parte del conocido como Triángulo de Jerez, donde nace la denominación de origen que agrupa los famosos vinos de esta reconocida región vinícola: Jerez-Xérès-Sherry y Manzanilla-Sanlúcar de Barrameda.

Aquí se producen caldos que se exportan a infinidad de países desde hace siglos, cuando el puerto de Cádiz era uno de los más importantes del mundo. Una época en la que el viejo continente tenía sus ojos posados en esta fructífera bahía, atrayendo durante décadas a comerciantes ávidos por establecer negocios con el Nuevo Mundo. Fueron años de gran abundancia económica y eso se vio rápidamente reflejado en el estilo de vida de la población. Sus precursores recibieron por aquel entonces el nombre de Cargadores de Indias.

placeholder El encanto y la tranquilidad de las calles de El Puerto de Santa María. (Cortesía)
El encanto y la tranquilidad de las calles de El Puerto de Santa María. (Cortesía)

Por ello, el que fuera un pequeño puerto pesquero a orillas del río Guadalete se convirtió en una próspera ciudad que vio nacer algunas de las bodegas más prestigiosas del mundo. Hoy, El Puerto presume de contar con algunas de las más importantes como Caballero, Grant, Gutiérrez Colosía y, por supuesto, también de una de las más históricas: Osborne. Y es precisamente esta última, que acaba de cumplir 250 años, la que visitaremos para empaparnos bien de los sabores y aromas que desprenden sus vinos y destilados, pero también para aprender un poco más sobre su proceso de elaboración, así como aquellos secretos que encierran sus botellas.

De bodegas y mitos

Amontillado, Palo Cortado, Fino, Cream… Distinguir las diferentes variedades de esta tipología de vinos tan peculiares no es tarea fácil si no has nacido en el mismo Jerez de la Frontera, en Sanlúcar de Barrameda o en El Puerto de Santa María. Son caldos especiales, con mucho cuerpo y esencia. Esencia a mar, a salitre y a tierra bañada por el sol. También a la madera de barricas —aquí reciben el nombre de botas— centenarias cargadas de historia y tradición. Diferenciarlo es difícil. Una vez catados, amarlos es lo fácil. Y nosotros en este viaje los vamos a probar todos.

Pero antes de pasar a los vinos, empezaremos por el brandy. Palabra de origen holandés que viene a significar ‘vino quemado’. Las bodegas El Tiro (Ctra. N-IV, km. 651), propiedad de Osborne, no son tan antiguas como sus hermanas mayores, las de La Mora, ya que fueron construidas hace apenas 50 años, en 1972. Se levantaron en las afueras de la ciudad debido a la alta graduación de esta bebida, así que por seguridad se decidió almacenar este preciado líquido en un lugar más alejado del casco urbano.

Por ello, con el fin de descubrir qué encierra una botella de su afamado Carlos I, planificaremos una visita con la que poder conocer un poco mejor el proceso de elaboración de este reconocido destilado, uno de los más consumidos en España. Así, en nuestra primera parada recorreremos los pasillos repletos de botas en los que reposa el tostado caldo que luego es exportado a todo el mundo.

placeholder Bodegas Osborne: magia y vino.  (Cortesía)
Bodegas Osborne: magia y vino. (Cortesía)

Nada más traspasar sus muros nos damos cuenta de que aquí la humedad juega un papel importante dentro del proceso de elaboración de este espirituoso, permitiendo que se evapore una menor cantidad durante el tiempo que este pasa en la bota. Por sus altos ventanales se cuelan los vientos secos de Levante y también los húmedos de Poniente, procedentes del Atlántico. Y no es baladí. Esta climatología es parte fundamental a la hora de obtener un brandy como este, con un sabor y calidad excelentes. Por ello se dice que los humedales de Doñana y las mismas marismas de El Puerto le confieren buena parte de su personalidad.

Así, mientras paseamos entre botas de más de 60 años, iremos probando los diferentes aguardientes que el maestro bodeguero va sacando directamente de estas con la venencia, la vara alargada con la que escancia el líquido tostado. Con él aprenderemos que es una ‘holanda’ o descubriremos cómo se lleva a cabo la técnica de ‘la solera’.

Y para poner en práctica todo lo que nos ha enseñado, también participaremos en un taller de blending en el que fabricaremos nuestro propio brandy. Una actividad dinámica en la que uno mismo selecciona las diferentes variedades y cantidades de holandas con las que crear una bebida única, que embotellar y etiquetar, y por supuesto llevarnos de recuerdo. Además, también visitaremos la tonelería, donde veremos cómo continúan montándose manualmente las botas y podremos practicar con el martillo a la hora de golpearlas para darles su forma tan característica. Una experiencia altamente recomendable, aunque, eso sí, es muy importante realizarla con sumo cuidado. Palabra de quien esto escribe.

placeholder Bodegas y brandy Carlos I. (Cortesía)
Bodegas y brandy Carlos I. (Cortesía)

El turno de los vinos

Es el turno de los vinos. Pero estos los probaremos en las bodegas centenarias de La Mora (Los Moros, 7), en el mismo casco antiguo de El Puerto. Entre sus muros se gestó la leyenda de Osborne y adentrarse en sus históricas naves es como retroceder en el tiempo para seguir los pasos de su fundador, Thomas Osborne. Aquí degustaremos sus vinos y aprenderemos a distinguir entre generosos, de licor o dulces naturales. Parece fácil a simple vista y a simple trago, pero ¿qué diferencia a un Amontillado de un Pedro Ximénez? El proceso de fermentación o el tipo de uva serán los que marquen la diferencia. Así, entre botas centenarias firmadas por ilustres visitantes recorreremos la apasionante historia de una de las empresas españolas con más solera. Y si tanto aroma a alcohol nos ha abierto el apetito, al acabar la visita, nada mejor que hacer un alto y reponer fuerzas en Toro Tapas (Los Moros, 7).

Tras este pequeño picoteo, pondremos rumbo al centro, bien cerquita de la ribera del río Guadalete y epicentro de la vida en El Puerto. Es hora de tapear de bar en bar y de tasca en tasca. Pero tapear de lujo, que estamos en el lugar perfecto para hacerlo. Así que toma nota porque las galeras y coquinas de Bendita Taberna (Puerto Escondido, 1) te van a quitar el sentido.

Si encima las acompañamos de una copita —o dos— de fino en rama, te van a saber a gloria… Bendita. Nunca mejor dicho. Seguimos, que aquí somos muy del buen llantar y queremos probar más cosas ricas. Ortiguillas, bígaros, cañaíllas y huevas de choco en una de las terrazas más concurridas de la ciudad, la de la casa de comidas Romerijo (Ribera del Marisco, 1). Ambiente agradable e informal, precio más que razonable y una opción perfecta para probar otro vino de Jerez, como el Amontillado o el Palo Cortado. Aquí lo único complicado será encontrar hueco.

Y si el hambre aún sigue haciendo acto de presencia, la opción perfecta es reservar mesa en La Taberna del Chef del Mar (Puerto Escondido, 6), el local donde comenzó su andadura el reconocido chef jerezano Ángel León y en el que darse un homenaje con su cocina de alma marinera. El mollete de pez espada, o la fritura de piezas pescadas en las Marismas del Barbate son para quitarse el sombrero.

O, por qué no, probar Avanico (Ribera del Río, 9), la última novedad que ha abierto el cocinero Fran Oliva y con la que trae a El Puerto su recetario jerezano para darle un poco más de vidilla a la ya de por sí excelente oferta gastronómica. Y, como no podía ser de otra manera, los pescados y mariscos frescos de la Bahía de Cádiz se convierten en los grandes protagonistas de la cocina de Oliva. Elaborados, eso sí, siempre con su sello personal e innovador.

Dulce pasa la tarde

La tarde la dedicaremos a pasear relajadamente, sin prisa, por plazas y calles y ver así algunos de los lugares históricos de esta pintoresca localidad gaditana. No nos perderemos el castillo de San Marcos, mandado construir durante la segunda mitad del siglo XIII por Alfonso X El Sabio sobre los restos de una mezquita musulmana para convertirla en una iglesia fortaleza. Sus paredes amuralladas albergaron a afamados navegantes, como el mismísimo Cristóbal Colón o el cartógrafo Juan de la Cosa. De hecho, este último elaboró aquí un mapamundi en el que aparecía representado por primera vez el Nuevo Mundo. Hoy, en el castillo se puede ver una réplica del original, que se encuentra expuesto en el Museo Naval de Madrid.

Seguiremos nuestro paseo hasta llegar a la plaza de España presidida por la Iglesia Mayor Prioral de El Puerto de Santa María, erigida por los Duques de Medinaceli para honrar a la patrona de la villa, la Virgen de los Milagros. En ella podremos ver interesantes retablos como el de la capilla del Sagrario, del siglo XVII, confeccionado en plata mexicana, o el de estilo barroco ubicado en la capilla de la patrona. Y si tenemos suerte y están permitidas las visitas, hasta podremos asomarnos y pasear por sus catacumbas.

placeholder Iglesia Mayor Prioral. (Cortesía)
Iglesia Mayor Prioral. (Cortesía)

Ya de camino al hotel haremos una parada técnica en la heladería Soler (Misericordia, 3). Sus helados y postres llevan endulzando a los portuenses desde 1940 y podemos afirmar alto y claro que son de auténtico vicio. También pasaremos por la coqueta pastelería Cien Palacios (Misericordia, 19). Sus tejas artesanas de chocolate, almendras, coco o piñones son una auténtica delicia gourmet que no querremos dejar de probar y, por supuesto, llevarnos de vuelta a casa.

Noche en El Puerto

La cena la tenemos reservada en Tohqa (Los Moros, 4). Este restaurante con pocos años de vida ya se ha convertido en todo un referente gastronómico en El Puerto de Santa María. Su nombre hace referencia a esa piedra tosca que forma la tierra jerezana y en donde se cultivan las uvas que darán vida a los excelentes vinos de esta región. Sol de la Guía Repsol, el que fuera un antiguo convento cuenta hoy con un agradable patio de albero en el que disfrutar de una buena cena a la fresca.

Una cena en la que no faltará la materia prima de gran calidad cocinada a la brasa pero con el toque original y diferente que le sabe dar Eduardo Pérez. Productos sencillos, de proximidad, como el pan y sardina, el escabeche de hierbas o la oreja de atún en manteca colorá, pero elaborados con un toque canalla. Esa es la propuesta de Pérez. Y no decepciona. Igual que a la hora de acertar con los vinos. Nada mejor que dejarnos aconsejar por Juan José, su hermano, excelente sumiller. Con sus recomendaciones seguro que el maridaje sale perfecto.

El último día de nuestra escapada lo dedicaremos a visitar la Fundación Rafael Alberti (Santo Domingo, 25). El célebre escritor y poeta andaluz nació aquí, y por eso la sede que acoge gran parte de su obra se encuentra ubicada en la casa donde vivió de niño. Una edificación blanca, típicamente andaluza, en la que hoy podemos encontrarnos con recuerdos de su infancia, así como un gran número de manuscritos, cartas o pinturas que el propio Alberti junto con su esposa, María Teresa León, decidieron donar a la ciudad. Sin duda, una visita muy interesante para conocer mejor la vida y todo el fructífero trabajo de uno de los máximos representantes de la Generación del 27.

placeholder Fundación Rafael Alberti. (Cortesía)
Fundación Rafael Alberti. (Cortesía)

Y como nuestro viaje ya va tocando a su fin, lo acabaremos con un auténtico homenaje gastronómico. Una experiencia de auténtico lujo de la mano del chef que mejor sabe extraer la magia que encierra el mar, Ángel León. Tres estrellas Michelin y tres Soles más que merecidos nos aguardan como colofón final a estos dos días de disfrute y buen comer. Porque sí, tenemos mesa reservada en Aponiente (Francisco Cossi Ochoa, s/n) para probar su nueva carta.

Una carta en la que no faltarán las originales tortillas de camarones, el sorprendente queso de calamar, el puchero de cañaíllas o el papel de choco en adobo. Ni tampoco las propuestas dulces como la tarta de Santiago en escamas o el mochi de piel de morena. Porque como el propio León reconoce: "En Aponiente seguimos fieles a nuestra filosofía, pero manteniendo los pies en la tierra y la cabeza siempre en el mar”. Una apuesta más relajada, menos arriesgada, pero que ha sido capaz de enamorar hasta a su propia madre.

placeholder Restaurante Aponiente. (Cortesía)
Restaurante Aponiente. (Cortesía)

Ahora sí, toca regresar. Nuestro viaje ha terminado. Pero volveremos. Aún nos queda mucho que recorrer y degustar, que con dos días la escapada nos ha sabido a poco. Y El Puerto es mucho Puerto.

Viajar al Sur es siempre un plan más que apetecible. Un planazo, vamos. Sabemos que comeremos y, por supuesto, beberemos muy bien. Así que, ¿por qué no continúas leyendo y nos acompañas en un viaje a mesa y mantel con el que disfrutar de dos días de bodegas centenarias y restaurantes con mucho encanto a El Puerto de Santa María?

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