Es noticia
Menú
"Por mi hija ma-to": 'Stella Dallas', redescubriendo el clásico sobre las relaciones madre-hija que nos hizo llorar
  1. Estilo
  2. Ocio
BRIGADA ANTI-SPOILER

"Por mi hija ma-to": 'Stella Dallas', redescubriendo el clásico sobre las relaciones madre-hija que nos hizo llorar

Filmin recupera uno de los melodramas más famosos de la historia del cine, no disponible durante años en plataformas y formato físico. Estas son las razones para verlo

Foto: Barbara Stanwyck y Anne Shirley, madre e hija en 'Stella Dallas'. (Filmin)
Barbara Stanwyck y Anne Shirley, madre e hija en 'Stella Dallas'. (Filmin)

Exterior noche. Una señora que viste humildemente mira embelesada hacia un ventanal, desde la distancia de una reja en la calle que impide su paso. Tras esa ventana está su hija vestida de novia, casándose ante el sacerdote y parte de la familia. Minutos antes, la joven casadera se ha preguntado si su progenitora se habría enterado del enlace, si sabría que ella iba a dar el 'sí, quiero' al hombre de su vida en esa noche lluviosa. Porque a su madre no se la espera y ella ni siquiera sospecha que va a ver la boda como cualquier espectador anónimo, desde la calle y sin ser partícipe del evento. Stella Dallas, que así se llama la mamá, escudriña, medio escondida, el vestido de novia de su hija, las flores que adornan el altar y toda la parafernalia nupcial. Y llora, llora lagrimones bajo la persistente lluvia; un chaparrón que sirve como metáfora perfecta de su estado de ánimo, de la tristeza al saber que la niña a la que parió desaparecerá de su vida para siempre.

Aunque podría tratarse de una telenovela, lo aquí descrito es el final de una película: uno de los desenlaces más agridulces y sublimes de la historia del cine. Puro melodrama bajo el amparo de un director mítico, King Vidor, y de una actriz soberbia (para hacernos reír o, como en este caso, matarnos con una buena llorera), Barbara Stanwyck.

King Vidor apenas le dedica unas cuantas palabras a 'Stella Dallas' en su autobiografía, 'Un árbol en un árbol', uno de los mejores libros sobre cine que se hayan escrito. En su narración tienen mucho más protagonismo otras joyas que dirigió durante la etapa muda, como 'El gran desfile' y 'Y el mundo marcha', convertidas en reputados clásicos sobre la guerra y la alienación de la sociedad, respectivamente.

Sin embargo, su remake de 'Stella Dallas' (la primera adaptación de la novela homónima de Olive Higgins Prouty se había estrenado en 1925 y fue dirigida por Henry King) tiene una importancia vital en su carrera y en su vida. Supuso, por ejemplo, una de sus pocas asociaciones con el productor Samuel Goldwyn, otro de aquellos titanes judíos que gobernaban el Hollywood de la época dorada. También una película en la que dio rienda suelta a su talento para dejar de un lado su habitual realismo social y acercarse al melodrama, a esas 'women's pictures' de sacrificio femenino que durante décadas fueron despreciadas por críticos.

Según ellos, no eran más que películas 'de llorar' que solo interesaban a las mujeres y que no estaban a la altura de otras de vaqueros, gangsters o cualquier otro género protagonizado por señores. Durante años, ha sido difícil conseguir una copia digna de 'Stella Dallas'. Poder verla con una calidad decente era casi misión imposible. No ha sido uno de esos títulos en blanco y negro que recuperan (de forma pirata, por cierto) algunos sellos que venden Blu-ray o DVD. Por eso, su llegada a Filmin, esta misma semana, supone otro logro más de esta plataforma.

placeholder Stanwyck y Shirley junto al padre de la cinta, encarnado por John Boles. (Filmin)
Stanwyck y Shirley junto al padre de la cinta, encarnado por John Boles. (Filmin)

En 1937, cuando se rodó esta lacrimógena historia sobre una mujer vulgar y algo estrafalaria que renuncia a su hija para que pueda ascender socialmente y ser feliz, no existían las telenovelas. Es más, por entonces apenas existía la televisión a secas y el público veía este tipo de historias en la gran pantalla. Sin embargo, cualquier parecido con alguno de esos subproductos turcos o latinoamericanos que inundan la caja tonta es mera casualidad.

El cuidado en la fotografía (de Rudolph Maté, nada menos), los diálogos o la puesta en escena son sobresalientes. Secuencias como aquella en la que Barbara Stanwyck, escondida en una litera del tren, escucha como las amigas de su hija la ridiculizan, son obra de un maestro del cine. Como ocurría en el buen cine clásico (o en el mudo, del cual procedía un pionero como Vidor), la trama avanza a través de noticias de periódico (el anuncio de la boda de la hija que desencadena el final, por ejemplo), telegramas o cartas de alguno de los personajes.

Todo un logro teniendo en cuenta que 'Stella Dallas' nació en mitad del caos. Stanwyck tenía que perder todo atisbo de glamour y engordó hasta 15 kilos. Además, decoloró su cabello para aparecer más envejecida. El maquillaje y la peluquería del film eran, por tanto, piezas fundamentales del engranaje de la película. Y justo en esos meses, los maquilladores y peluqueros de Hollywood hicieron una huelga para rascar algunos derechos. Eso retrasó el rodaje, para cabreo de un Goldwyn que, como todos aquellos gerifaltes del cine, sabía muy bien lo que le gustaba al público: llorar, por ejemplo.

placeholder Stanwyck y Shirley en una imagen promocional de la película. (Filmin)
Stanwyck y Shirley en una imagen promocional de la película. (Filmin)

Aquello no quitó fuerza a la preparación de Stanwyck ni tampoco a la de su hija en la ficción, una Anne Shirley que se había apropiado del nombre de Ana de las Tejas Verdes para construir su seudónimo de actriz. "Estaba preparada al máximo de sus capacidades. El diálogo se lo aprendió perfectamente. Cabello, ropa y energía listas", dijo una vez cuando le preguntaron por la profesionalidad de su compañera de reparto. Se quedó corta: como han demostrado películas tan dispares como 'Bola de fuego', 'Perdición' o 'Las furias', no hay suficientes palabras para elogiar la versatilidad actoral de Barbara Stanwyck.

placeholder Stanwyck en el célebre final de 'Stella Dallas'. (Filmin)
Stanwyck en el célebre final de 'Stella Dallas'. (Filmin)

Muchos de los temas que trata 'Stella Dallas' no han envejecido en absoluto, por muy folletinescos que parezcan. Quien se dé una vuelta por alguno de los barrios de lujo de cualquier ciudad podrá comprobar, en primera persona, lo difícil que es que alguien desentone entre tanta persona impoluta y bien vestida. Siguen siendo pocos los que se atreven a desafiar los rígidos códigos de un mundo de ricos. Por eso empatizamos con la pobre Stella, que solo quiere una vida mejor que la que tiene haciéndole, día tras día, el almuerzo a su hermano obrero. Por eso nos da pena cuando la vemos incapaz de vestir y comportarse como una de las señoronas que aspira a ser. No nos engañemos: el clasismo sigue existiendo 86 años después, aunque ha encontrado formas más sutiles de sobrevivir. Y, tal y como demostró el caso Rocío Carrasco, también sigue presente la concepción social de las mujeres como madres todopoderosas que tienen que renunciar a sí mismas en beneficio de sus cachorros.

Además de su actualidad, 'Stella Dallas' es historia por ese final climático y soberbio del que hablábamos antes: Stella llora, oteando desde la distancia autoimpuesta, al ver a su hija vestida de novia. Pero sus lágrimas también son felices: para ella, la renuncia a su pequeña tiene sentido. La joven Laurel Dallas podrá acceder al mundo al que ella siempre soñó acceder. Nadie la mirará mal ni la recordará por el mal gusto de su desastrosa madre. La progenitora llora, pero sonríe pletórica al abandonar el lugar de la boda y avanzar por la calle. La cámara la acompaña, en un travelling de alejamiento, y también la música climática y orquestal de Alfred Newman (otro de los muchos genios vinculados al film).

Para quien firma este blog, el final de esta cinta supone un recuerdo personal muy especial. Entre mis memorias cinéfilas está aquella tarde en la que mi madre y mi tía lloraban como magdalenas viendo a la pobre Stella. Aunque ni siquiera existían en los años 30, cuando se estrenó la película, ellas también crecieron en una sociedad que valoraba positivamente que una madre hiciese lo imposible por una hija. Una valoración a todas luces injusta y que debería tener cientos de matices. Más allá de su lectura social, para mí el desenlace de 'Stella Dallas' también era un ejemplo de la poética visual y sonora del viejo Hollywood. Si hay que llorar, se llora, pero mejor hacerlo en esa callejuela encantadora, bajo el amparo de una lluvia nocturna y dentro de esos grises estupendos de la fotografía de Rudolph Maté.

Dudo mucho que nadie esté más feliz que yo de que Filmin recupere 'Stella Dallas'. Si también sirve para que más personas la conozcan o se den cuenta de cuánto han ganado y evolucionado las madres (y las mujeres) en estas ocho décadas, seré tan feliz como aquella Barbara Stanwyck que ponía a otra persona por encima de ella. Si los sacrificios abnegados ya son ciencia ficción (los de hoy no pasan de felicitar el cumpleaños por Instagram), tampoco existen esos finales sublimes y desvergonzadamente emocionales con los que nos obsequiaba el cine. Como diría la Esteban, otra madre de pro, sí lo digo: ya no se hacen películas así.

Exterior noche. Una señora que viste humildemente mira embelesada hacia un ventanal, desde la distancia de una reja en la calle que impide su paso. Tras esa ventana está su hija vestida de novia, casándose ante el sacerdote y parte de la familia. Minutos antes, la joven casadera se ha preguntado si su progenitora se habría enterado del enlace, si sabría que ella iba a dar el 'sí, quiero' al hombre de su vida en esa noche lluviosa. Porque a su madre no se la espera y ella ni siquiera sospecha que va a ver la boda como cualquier espectador anónimo, desde la calle y sin ser partícipe del evento. Stella Dallas, que así se llama la mamá, escudriña, medio escondida, el vestido de novia de su hija, las flores que adornan el altar y toda la parafernalia nupcial. Y llora, llora lagrimones bajo la persistente lluvia; un chaparrón que sirve como metáfora perfecta de su estado de ánimo, de la tristeza al saber que la niña a la que parió desaparecerá de su vida para siempre.

Hollywood
El redactor recomienda