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"Me llamaba nenaza": repasamos con Miguel Bosé los capítulos más duros de su biografía
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"Me llamaba nenaza": repasamos con Miguel Bosé los capítulos más duros de su biografía

El cantante firma un relato cargado de momentos duros a lo largo de su vida, desde la difícil relación con Luis Miguel Dominguín a las penurias tras la separación de sus padres

Foto: Miguel Bosé. (Getty)
Miguel Bosé. (Getty)

Miguel Bosé ha vuelto a España y lo ha hecho públicamente para presentar su libro ‘El hijo del Capitán Trueno’, una biografía sin edulcorantes que empieza con lo que podría haber sido una tragedia entre sus padres por una infidelidad el día que Miguelito González Bosé arrasó con su actuación en la sala Florida Park. A partir de esa noche, Miguel Bosé inició su camino triunfal con sus luces y sombras. El libro acaba en ese momento.

A lo largo de los capítulos aparece su tata, sus amores, la agresividad de su padre, los amantes de su madre, su amor por Picasso, los extravíos de Helmut Berger y un inmenso chalet sin calefacción ni agua caliente porque no había dinero para las facturas. Su próximo proyecto será la serie que prepara y cuyo arranque en el primer capítulo se centra en su actuación en el Florida Park, que es con lo que cierra su autobiografía.

¿Por qué has titulado tu biografía ‘El hijo del Capitán Trueno’? A tu padre lo nombras con este apodo solo una vez en el libro.

Escribí la canción hace años y explicaba la relación con mi padre. Tuvo mucho éxito. La gente que me ha seguido sabe muy bien que yo le llamaba así.

Una especie de homenaje.

Una manera de recordar su figura.

placeholder Luis Miguel Dominguín y Miguel Bosé. (Getty)
Luis Miguel Dominguín y Miguel Bosé. (Getty)

La tata Remedios está visible en las cuatrocientas ochenta páginas. ¿Fue una mujer fundamental en vuestra vida?

Más que fundamental, fue nuestra salvación. Si no hubiera estado la tata, no sé qué habría sido de nosotros. Y de mi madre y también de mi padre, al que paraba los pies. Era la columna vertebral de la familia y la única que tenía cabeza. Una mujer de una nobleza extraordinaria.

Estuvo con vosotros hasta el final...

Siempre estará presente. Los valores que tenemos son los que ella nos transmitió. Mis padres nunca estaban con nosotros, ¿qué nos iban a enseñar? Nada. Vivió conmigo y murió en Badajoz, en Rocamador, en casa de Lucía.

Remedios era la única que se atrevía a contradecir al torero.

Y no solo eso. A soltarle un bofetón, como sucedió cuando sabe que mi hermano va a morir y se va del lado de mi madre. Vuelve y llega borracho, y la tata le dio un guantazo importante. Algo impensable en ese mundo donde él era un dios. Le tenía terror porque le cantaba las cuarenta.

El rasgo de amorosidad de Lucía lo entrecomillas. Cuentas en el libro que echabas de menos que fuera más cariñosa, que era poco dada al abrazo.

Con los hijos no era cariñosa. Eché de menos los abrazos, y cuando los daba, había que aprovecharlos. Me acurrucaba con los ojos cerrados y me impregnaba de su olor a tabaco y a su perfume. Durante la infancia se practicaba la Lombardía (Milán, donde había nacido Lucía). Era una especie de imperio austrohúngaro, más pragmático, más duro. En Milán son suizos, son austriacos.

Tú eres más parecido a tu madre.

Heredé de esa familia lombarda, la materna, la disciplina. La nonna Francesca me trasmitió la estructura ósea de la cara, que fue pasando de generación en generación, y su amor por el huerto, por la tierra, por el jardín.

¿El tiempo resolvió esos afectos de cariño físicos? Con los extraños sí lo era.

Pues eso, con los de fuera. Con los de dentro no. El tiempo cambió y de mayores sí que tuvimos esa relación más de abrazarnos, pero tampoco mucha. Hay que reconocer que era una época, la que yo viví, en que los niños estaban con el servicio para no molestar. Comíamos en la cocina y aparecíamos cuando había visitas. Era lo habitual de una clase social determinada de los años sesenta. Una España cruel, una burguesía retorcida y amargada.

placeholder Luis Miguel Dominguín y Lucía Bosé. (Cordon Press)
Luis Miguel Dominguín y Lucía Bosé. (Cordon Press)

El torero Luis Miguel Dominguín era un hombre con unas características muy determinadas que ahora sí tienen definición. Antes era el macho de la manada. Es difícil entender ahora su personalidad, machista, promiscuo y con tendencia a la agresividad.

Los hombres eran hombres y las mujeres estaban para ser de su propiedad, madres de sus hijos y todos esos objetos que enseñar. Después estaban las queridas. Un adjetivo que realmente señalaba el verdadero amor porque las señoras de la casa eran arreglos entre familias. A las queridas les abrían una boutique, una peluquería...

No era diferente a la manera de actuar de muchos hombres. Dices de él: “Mi padre me da miedo. Él es perfecto y valiente. Yo no soy nada”. Muy duro.

Yo nací ya con unas expectativas por ser el varón, el heredero. Fui un niño muy acomplejado, con un sentimiento de inferioridad notable. Me sentía apocado, anulado y siempre pensaba que le decepcionaba con cualquier cosa que hacía. Mi padre dominaba el caballo, le ponía la mano a un toro y se apaciguaba. Tenía la cruz de Caravaca en el paladar que también lo heredó mi hermana Paola.

A ti también te gustaba el campo.

Sí, de otra manera, serie B. Digamos que para disfrutarlo. A él le gustaba cazar, pescar, la ganadería para exhibirla en las plazas, y a mí por el animal en sí mismo.

Con el tiempo os llegasteis a entender. Ibas a la finca La Virgen cuando ya estaba con Rosario Primo de Rivera. ¿Qué cambió entre vosotros?

Y mucho antes, a Marbella con sus novias Pili Bravo, Lilia… Mi madre le decoraba sus casas. Ya de mayores se llevaban bien.

placeholder Lucía Bosé, junto a sus tres hijos, Miguel, Lucía y Paola. (Cordon Press)
Lucía Bosé, junto a sus tres hijos, Miguel, Lucía y Paola. (Cordon Press)

El torero, como le llamabais siempre, cuestionaba que no eras varonil.

Me llamaba nenaza. Le decía a mi madre que leía mucho y que iba a salir maricón. A mí no me afectaba porque no sabía lo que quería decir.

¿Reconoció sus errores? ¿Te pidió perdón?

Sí, me decía que era la única persona que estaba a su alrededor, que era “alguien que nunca me has pedido nada y esa persona eres tú, hijo”. Se sentía muy orgulloso.

¿Y tú le perdonaste tanto dolor, tantas humillaciones?

Si, claro. Las vidas son las vidas y no tengo capacidad de rencor, y así se lee en el libro.

¿Cómo era la relación con tus hermanas? Las defines como mujeres alfa. En el libro aparecen difuminadas, ¿por alguna razón?

Siempre están ahí, pero la historia esta centrada en la vida de Miguel.

Cuando tus padres se separan, el nivel de vida de la casa de Somosaguas es muy bajo. No tenéis agua caliente, ni calefacción. Erais niños bien solo públicamente.

No había dinero porque mi padre así lo decidió. Si queréis vivir bien, os venís conmigo, y vuestra madre que se vuelva a Italia, pero sola. Nos acostábamos con jersey y muchas mantas. Todo eso lo teníamos que esconder. La norma era ‘guarda las apariencias’.

Tu padre cuestionaba tu profesionalidad hasta que acudió a Florida Park el 26 de abril de 1977 y te vio triunfar.

Para él era complicado admitir que era el número uno en todo y de pronto el ‘one’ soy yo. Voy a contar una anécdota de esa época. Tomó un taxi que conducía un chico joven y le dice: “Yo a usted le conozco. ¡Claro, es usted el padre de Miguel Bosé!”. ¿Sabes lo que hizo? Le mandó parar y se bajó del coche. Después él lo contaba orgulloso.

A través de tus vivencias, tu madre aparece como una mujer fuerte pero con muchas carencias. Las hembras del clan Dominguín odiaron a “la italiana” desde el primer momento y buscaron reemplazo en la prima Mariví. Las llamas en tu libro las “demonios”.

Eran los infiltrados. Los familiares que había colocado mi abuela Gracia, que era tremenda, para que a mi padre no le faltara nada según su manera de ser. Y lo único que hacían era enredar y a mi madre la hicieron la vida imposible desde el primer día. Ellos preferían que mi padre se hubiera casado con una española que les gustara a ellos para poder manejarla. Eran un clan con Luis Miguel Dominguín como cabeza que era un dios.

placeholder Lucía Bosé, en el Festival de Cine de Roma. (Getty)
Lucía Bosé, en el Festival de Cine de Roma. (Getty)

Hay una referencia muy dura: cuentas cómo con la separación tu madre tuvo que marcharse de casa y dormir en el coche.

Estuvo así una semana en la puerta de nuestra casa, su casa, porque mi padre no la dejaba entrar. La tata y nosotros la llevábamos el desayuno. Cuando me puse a escribir ese capítulo fue una de las cosas que más me costó contar. Su actuación era la siguiente: nadie se separa de Luis Miguel Dominguín y, si lo haces, atente a las consecuencias.

Villa Paz, la finca familiar, fue tu paraíso y el final acabó como una película de terror. Tu padre estaba con su amante, que era su prima Mariví Dominguín, y llegasteis vosotros. Os echaron de allí.

Fue un momento difícil y yo lloré, y lloré porque sabía que nunca más volvería. Fíjate, y yo pensaba que en Villa Paz sería mi boda, vería a mis hijos corriendo por el campo... Todo eso pasaría en el futuro en mi Villa Paz del alma. Tenía diez años.

Miguel Bosé ha vuelto a España y lo ha hecho públicamente para presentar su libro ‘El hijo del Capitán Trueno’, una biografía sin edulcorantes que empieza con lo que podría haber sido una tragedia entre sus padres por una infidelidad el día que Miguelito González Bosé arrasó con su actuación en la sala Florida Park. A partir de esa noche, Miguel Bosé inició su camino triunfal con sus luces y sombras. El libro acaba en ese momento.

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