Mucho más que tenis: por qué Roland Garros, Wimbledon o el Madrid Open son el centro de la temporada social
Acceder a torneos como el parisino es caro, pero no imposible; lo complejo es lograr ver al tenista que te gusta o coincidir con los famosos
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Era una cita histórica, por lo que los precios se dispararon. Hasta 2.500 euros por persona costaba ver desde el palco el que podría ser el último partido de Rafa Nadal en Roland Garros. La pista Phillipe Chatrier estaba trufada de caras conocidas, tanto del mundo del tenis como del resto de ámbitos.
Hace ya años que el circuito tenístico europeo se ha convertido en el centro de la temporada social de la primavera y el verano, un punto de encuentro de vips internacionales. Muchos van invitados por empresas que compran entradas para agasajar a sus clientes, otros porque la propia organización les facilita el acceso especial, y otros llegan hasta allí simplemente a golpe de talonario. ¿Que no le gusta a usted el tenis? Eso es lo de menos. Ya verá, ya.
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La gira de famosos y otros ejemplares empieza en Montecarlo, sigue en Barcelona, Madrid y Roma, y tiene sus dos centros vitales en París y Londres, es decir, en Roland Garros y Wimbledon. Cada uno con sus características especiales. Hasta el público es distinto en cada cita, aunque todos con algo en común: los famosos.
Los precios
Estos días de primavera, en los que París amanece lluvioso y fresco, las caras conocidas que se dejan ver en la Phillipe Chatrier son incontables. Nombramos la pista por una cuestión básica: en Roland Garros hay varias, pero es la principal, gigante, imponente, la que acoge los grandes partidos, esos en los que vemos a los famosos.
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Entrar en el recinto no es tan caro (según como lo miremos, claro): uno puede pasear por la ciudad del tenis francesa por menos de 100 euros. Las entradas se encarecen a medida que pasan las fechas, lo que supone que ir los primeros días puede costar 50 euros y los últimos, los días en los que se decide el campeón, puede llegar a los 500. Así es en todos los torneos: en el Godó de Barcelona, hay quien entra por cinco euros; aunque disfrutará de poco tenis, sí que podrá colgar la foto en las redes sociales (para algunos se trata solo de eso).
Mientras se escribe este artículo, en la página oficial del torneo había que hacer cola digital para acceder a la reventa —las entradas ya han sido vendidas al menos una vez—. Después de pasar los minutos de espera y registrarnos, nos ofrecen varios tipos de entrada (en Roland Garros hay turno de día, tarde y noche), todas a un mínimo de 250 euros, y ninguna de ellas nos asegura que podamos ver al tenista que queremos, eso depende de los resultados de los partidos.
Sin ver a Alcaraz
El año pasado, Vanitatis estuvo en París y en el recinto nos cruzamos con una pareja de españoles que había gastado más de 200 euros por persona para entrar en la pista central y ver a Carlos Alcaraz. O eso esperaban. El juego de los partidos les dio mala fortuna y esta pareja de valencianos, que había viajado especialmente para el ‘match’, tuvo que ver a Alcaraz sentados en el césped y en una pantalla. En 2023 además el calor de París era sofocante y el sol quemaba sin piedad. Lo dicho, la pareja vio el partido del murciano abrasados y desde una pantalla, y después entraron a la Phillipe Chatrier a ver el siguiente partido, cuyos jugadores no les interesaban.
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Todo esto lo contamos para que quede claro que ver a tu jugador favorito en uno de estos torneos es cuestión de suerte o de influencia. Los precios del día de la final suelen ser los más caros. En el torneo de Wimbledon la cosa se complica hasta los límites: para comprar una entrada se participa en un sorteo que no garantiza ni el día ni el partido al que uno va a asistir. Una lotería deportiva que los famosos, como se comprueba cada año, se saltan con sus privilegios.
Las gradas de estos torneos se convierten año tras año en el ‘place to be’. Esta semana, en París, ya hemos visto al actor y director Daniel Brühl y al también actor Paul Wesley con su novia, la modelo Natalie Kuckenburg. Como en todo el circuito, habrá que esperar al fin de semana, y sobre todo a la final, para ver a los grandes nombres. Podemos mientras recordar algunos de los nombres célebres que han pasado por la Phillipe Catrier en otras ediciones: Shakira (el año pasado lució allí palmito), Demi Moore, Natalie Portman, Sienna Miller, Hugh Grant, Beyoncé y Jay Z. En Wimbledon está asegurada, además, la presencia de la familia real británica y algunos dejan imágenes para la historia: Brad Pitt se convirtió en protagonista sin quererlo el año pasado al mostrarse tan impactantemente bello en las gradas.
Barcelona y Madrid
En Barcelona, el trofeo Banc Sabadell Conde de Godó, pequeño y tradicional, suele reunir a lo más granado del mundo económico, que se mezcla con el famoseo patrio. Pablo Urdangarin es un habitual desde que vive en Barcelona (su casa está pegada al Real Club de Tenis Barcelona, sede del torneo), así como Alejandra Prat o Marisa Vicario (matriarca de los Sánchez Vicario), que tiene su propio palco. Los jugadores del Barça suelen ir a ver algún partido y si la agenda se lo permite, no se pierden la final, así como los dirigentes y exdirigentes del club.
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Aunque es Madrid la que acapara las visitas de más famosos en nuestro país. Como su primo catalán, Victoria de Marichalar es una asidua del Mutua Madrid Open, un torneo que en lo deportivo tiene más peso en el calendario que el de Barcelona, puesto que es un Máster. En los palcos, a los que se accede únicamente con invitación, también vimos este año a la reina Sofía con su hija la infanta Elena y su nieto Miguel Urdangarin, a la actriz Najwa Nimri, al hijo del duque de Alba y su mujer, Fernando Fitz-James Stuart y Sofía Palazuelo, o a Luis Figo y C. Tangana, que compartieron palco.
Siempre queda París, con su final este domingo, y después Londres. Allí, en el All England Lawn Tennis Club, los tenistas vestidos de blanco obligatorio juegan ante un público selecto que no permite ni gritos ni ruidos. Hay cosas que no cambian con la historia, como la aristocracia británica y todo lo que nos recuerde a ella, que mantienen su halo de alta sociedad. En Wimbledon, además, a golpe de pelota.
Era una cita histórica, por lo que los precios se dispararon. Hasta 2.500 euros por persona costaba ver desde el palco el que podría ser el último partido de Rafa Nadal en Roland Garros. La pista Phillipe Chatrier estaba trufada de caras conocidas, tanto del mundo del tenis como del resto de ámbitos.