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Rocío Porres Domecq, la joyera que esculpe para las novias andaluzas
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Rocío Porres Domecq, la joyera que esculpe para las novias andaluzas

Lourdes Montes considera sus joyas esculturas. Eugenia Silva, Samantha Vallejo-Nágera o Alejandra Osborne también lucen sus piezas. Entramos en su mágica casa-taller de Sevilla

Foto: Rocío Porres Domecq, la joyera de la jet set andaluza. (Foto: Daniel Sánchez Alonso)
Rocío Porres Domecq, la joyera de la jet set andaluza. (Foto: Daniel Sánchez Alonso)

Es Porres, con raíces Domecq y Osborne. De madre jerezana y familia paterna del Puerto de Santa María (Cádiz). “Cada día me gusta más Jerez”, subraya. Hace casi veinte años que Rocío Porres Domecq se dedica a diseñar joyas únicas, esculturales, tan distintas y atrevidas como elegantes. Hoy nos abre las puertas de su casa, una maravillosa vivienda de varias plantas en un callejuela del centro de Sevilla, donde resuenan las campanas de las iglesias cercanas y se respira buen gusto. La corona una escultura soberbia, un Ícaro de Dalí, que pone la guinda desde la azotea a una casa con mucha personalidad que habla de su propietaria, una de las joyeras más reputadas de Sevilla.

“Mira, ahí está la torre de San Bartolomé, por fin vendada para que la restauren, que llevaba años rodeada de andamios”, explica desde su terraza sobre una de las iglesias del ‘skyline’ sevillano. En 1999, Rocío dejó la que era su profesión, la compra y venta de obras de obras de arte, para convertirse en diseñadora de joyas. Ahora hace arte con piedras y metales preciosos.

placeholder Rocío Porres Domecq en su azotea. (Foto: Daniel Sánchez Alonso)
Rocío Porres Domecq en su azotea. (Foto: Daniel Sánchez Alonso)


Su triunfo está en el sector nupcial: las novias eligen sus cinturones y tiaras y ahora es la favorita para diseñar anillos de pedida. El girasol, la insignia del campo andaluz, es su marca. No hace joyas en serie, sino piezas únicas, versátiles y que no tienen edad. Lo último, un frasco-joya para un perfume de Loewe, de venta exclusiva en los almacenes Harrods de Londres. Pero aún hay más.

placeholder Frasco-joya de Loewe, diseño de Rocío Porres para Harrods.
Frasco-joya de Loewe, diseño de Rocío Porres para Harrods.

Pregunta: ¿Qué le piden cuando le encargan un anillo de pedida? ¿Cómo trabaja?

Respuesta: Es una joya muy especial, para toda la vida. Normalmente vienen la suegra y el novio, pero hoy en día las chicas tienen muy claro lo que quieren. Ya vienen con la foto que les han mandado previamente y dejan claro “quiero esto”. El elemento sorpresa es bastante poco común en las pedidas de hoy en día.

P: ¿Qué diría que es lo más valioso de sus creaciones?

R: Son siempre piezas únicas pero después... Hice una sortija preciosa de un diamante negro con diamantes blancos y lo han copiado en plata, con piedras de los mismos colores y es una auténtica faena. Hay muchas copias malas por ahí.

P: ¿No hay mecanismos seguros para proteger los diseños?

R: No se puede hacer nada. Lo más efectivo es denunciarlo en redes sociales. Fue hace unos años y sigue vendiéndose. Carolina Herrera, Loewe, Cartier... tienen maquinaria de gente preparada para que no los copien y no lo consiguen. Al final pienso: "Bueno, si te copian por algo será".

La crisis la ha empujado a reinventarse y experimentar con nuevos materiales. Por eso, junto al oro trabaja con materiales como la plata o el peltre, que “además da mucho juego porque permite trabajar sin fundido, el frío”. “Mi primera novia fue una chica de Sevilla que me pidió una peineta para llevar de tocado y un brazalete”. Hace seis años le hizo un cinturón a una sobrina que se casaba y recibió un aluvión de pedidos. Ahora no hay quien no quiera uno de sus anillos. “Todo el mundo viene a por el diamante perfecto, el más barato, el más bonito y el más grande, y eso es imposible”, bromea con risa contagiosa. Su secreto es un "diamantero maravilloso” en Alemania, en Idar-Oberstein, la capital alemana de las piedras preciosas.

A Rocío Porres no se le da bien el dibujo y prefiere trabajar directamente con las piedras preciosas y ceras. Invoca a Balenciaga, que estaba convencido de que el proceso de creación no empezaba con los bocetos sino con los propios tejidos, que eran los que mandaban. Un programa de 3D le permite diseñar casi como si trabajara directamente la pieza. “Puedo hacer y deshacer un anillo hasta 20 veces si no estoy convencida del resultado final”.

placeholder Rocío Porres en un rincón de trabajo de su casa. (Foto: Daniel Sánchez Alonso)
Rocío Porres en un rincón de trabajo de su casa. (Foto: Daniel Sánchez Alonso)

Rocío estuvo muchos años vinculada al mundo del arte, una época en la que residió principalmente en Londres. A su vuelta a España visitó el Rastrillo, en Madrid, y conoció a alguien que distribuía piedras “muy bonitas, especiales”. Le ofrecieron la exclusiva y se la quedó. De su anterior etapa profesional guarda “las coordenadas artísticas” en su cabeza y por eso en sus colecciones asoman Kandinsky, Matisse o Klimt. El oro amarillo es la estrella en su joyero aunque también trabaja en plata, oro rosa y con esmaltados.

Eugenia Silva, enamorada de sus diseños

P: ¿Cómo son sus clientas?

R: Entre mis clientas hay desde niñas de 16 años hasta señoras de 80. Son joyas para todas las horas y para todas las edades. Es como todo. No te puedes poner de día para ir al mercado un collar de diamantes, sería como ir de largo por la mañana, a nadie se le ocurre eso, pero hay joyas para todas las horas del día. Siempre llevo anillos puestos, algo colgado o unos pendientes. Si voy a una fiesta de noche, pues ya procuro ponerme algo más arreglado, pero de día siempre llevo joyas. Si no, me parece que voy desnuda.

placeholder Eugenia Silva con pendientes de Rocío Porres. (Foto: Daniel Sánchez Alonso)
Eugenia Silva con pendientes de Rocío Porres. (Foto: Daniel Sánchez Alonso)

P: Eugenia Silva lleva muchas de sus joyas.

R: La suerte de mi vida. Ella tiene un blog y vende mis cosas. Acaba de salir con la pulsera de Matisse en Nueva York y no me puede hacer más ilusión.

P: También creo que trabajó con Roberto Diz...

Hicimos dos colecciones juntos. Una en Barcelona y otra en Cibeles. Una inspirada en África hace años, mucho antes de que se pusieran de moda los cuernos. Eran trajes safaris, ideales, y lo hice todo con cuernos. Quedó increíble. La otra fue otro reto total que le hice de todo, con plumas, con carbones, todo negro mezclado con piedras, huesos de vaca y piedras negras. Fue maravilloso. Con Roberto siempre es divertido porque te pone unos retos increíbles y ahora está tan de moda. Todas quieren vestir de Roberto (Diz). Es maravilloso.

P: ¿Estudió Gemología?

R: Sí, por aprender lo que tienes entre manos. Lo estudié aquí en Sevilla con Luis Recasens.

P: ¿Por qué es tan especial ese anillo que lleva? Cuénteme.

R: Mira, qué historia... Esta turmalina como el océano, como el Pacífico, entre verde y turquesa. Este es un diamante que compré en una feria de antigüedades, que al anticuario le habían pagado una pieza con esa piedra. Y esto es un zafiro con estrella, que compré en Idar-Oberstein, un maravilloso pueblo donde las familias se dedican a esto desde la época de los romanos. No podía ser una sortijita y punto y salió esta galleta. (Risas)

P: ¿Cómo elige las piedras?

R: Las compraría todas. Tengo piedras de collares como para hacer mil millones más. Me encantan. No puedo hacer una pieza con cuatro piedras. Me monto todo un mundo de colores, las saco todas. Incluso me ha pasado que en mitad de la noche me he despertado: “Ya lo tengo” y hacía mi composición.

P: ¿Se siente libre para diseñar o se ajusta a lo que le piden?

R: Todo el mundo me dice sí, que es precioso, pero que no es ponible. Y no es verdad, mira, yo el mío (se refiere al anillo) no me lo quito. Hay que adaptarse a lo que cada cliente quiere. Siempre pregunto qué quieres. Hasta donde podemos llegar. Un 600, un Ford, un Jaguar... El precio cambia mucho. Me adapto a todo. O incluso me traen una piedra y la monto. A veces me traen piezas antiguas y las desmontamos y hacemos cosas nuevas. Tengo anillos muy divertidos que nacen así. Una vez vino una chica y me trajo su anillo de pedida que no se lo había puesto en su vida. Se notaba que estaba totalmente nuevo y lo ‘desestructuramos’ completamente, como dirían los cocineros de ahora, y ahora no se lo quita.

placeholder Rocío radiante con sus diseños. (Foto: Daniel Sánchez Alonso)
Rocío radiante con sus diseños. (Foto: Daniel Sánchez Alonso)


P:¿El hecho de haberse vuelto a Sevilla le ha restado oportunidades? ¿Cree que hay que irse fuera para que te reconozcan?

R: A veces pienso que si me hubiera quedado en Londres o en Nueva York, hubiera sido todo mucho más fácil. Lo difícil es hacerlo desde aquí. Pero, bueno, siempre nos quedará el AVE y aquí tengo calidad de vida, salir a la calle, encontrarte con tus amigos... Elijo eso.

P: ¿Cree en eso de que las piedras tienen energía?

R: Se jugó mucho con eso de las piedras y la energía. No lo sé, yo estoy convencida de que las piedras son maravillosas. Tuve una época que me dolían las manos muchísimo y trabajar con piedras es como si curara. Algo hay, pero no lo sé.

Girasoles, hojas y mariposas revolotean por su taller. “No le tengo apego a nada”, sostiene con naturalidad en otro momento de la entrevista. Ella ama la elegancia inglesa, desenfadada. Jaspe, cuarzo, ónix, turquesa, amatista, coral, lapislázuli, nácar o malaquita son piedras con las que también trabaja. “Una joya levanta la moral” y “la belleza es un estado de ánimo”, sostiene. Las suyas son piezas firmadas y numeradas, cada una con su certificado.

P: ¿Qué le inspira?

R: A cada país que voy no me pierdo el museo arqueológico. Sellos griegos, piezas íberas, romanas... Me inspira muchísimo. Siempre trato de no perforarlas para que mantengan su valor. Tampoco me pierdo la feria de arte Tefaf de Maastricht, donde hay de todo. Es en marzo y esas son mis vacaciones. De ahí siempre sale una colección buena.

P: ¿Cuáles son sus metas?

R: Vivo al día (Risas).

Fotografía: Daniel Sánchez Alonso

Director de Arte: Bolívar Alcocer

​Maquillaje: Christiane Oyarek para MAC

​Asistente de fotografía: Julián Álvarez

Es Porres, con raíces Domecq y Osborne. De madre jerezana y familia paterna del Puerto de Santa María (Cádiz). “Cada día me gusta más Jerez”, subraya. Hace casi veinte años que Rocío Porres Domecq se dedica a diseñar joyas únicas, esculturales, tan distintas y atrevidas como elegantes. Hoy nos abre las puertas de su casa, una maravillosa vivienda de varias plantas en un callejuela del centro de Sevilla, donde resuenan las campanas de las iglesias cercanas y se respira buen gusto. La corona una escultura soberbia, un Ícaro de Dalí, que pone la guinda desde la azotea a una casa con mucha personalidad que habla de su propietaria, una de las joyeras más reputadas de Sevilla.

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