La peculiar historia de la tiara escogida por Victoria de Suecia para la última cena de gala

Este martes por la noche, la familia real sueca se engalanó con sus mejores joyas, incluidas tiaras y órdenes, pues los reyes Carlos Gustavo y Silvia de Suecia ofrecieron una cela de gala en honor del presidente de Finlandia, Sauli Niinistö, y su esposa, Jenni Haukio, de visita de Estado en el país. Un banquete que tuvo lugar en el Palacio Real de Estocolmo y en el que, antes de cenar, tanto el rey como el presidente finlandés pronunciaron sendos discursos. Y si hubo una protagonista de la velada, fue la tiara escogida por Victoria de Suecia, que tiene una peculiar historia.

La heredera estuvo presente en la cena, como suele ser habitual, junto con su marido, el príncipe Daniel, además del príncipe Carlos Felipe con su mujer, la princesa Sofía. El presidente finlandés llevó para la ocasión la orden de los Serafines, mientras que la primera dama finlandesa lució la orden de la Estrella Polar. La familia real sueca optó por la orden de la Rosa Blanca de Finlandia.

La princesa Victoria optó por la tiara Napoleónica, fabricada en acero tallado, oro y plata, combinada con los pendientes y el brazalete que forman parte del parure de los Camafeos. Es una pieza, como decíamos, que tiene una historia bastante particular, ya que estuvo guardada en un cajón durante décadas. Se cuenta que fue la reina Silvia quien, poco después de casarse, descubrió esta tiara en los armarios de palacio, así que optó por restaurarla, estrenándola en 1979 para la visita de Estado de los reyes de Suecia a Austria.

Fue creada entre 1810 y 1814 para la reina Hortensia de Holanda, madre de Napoleón, y llevada a Suecia por su sobrina, la reina Josefina de Suecia, cuando se casó con el rey Oscar. Es una de las favoritas de la princesa Victoria, que suele ponérsela con frecuencia, y lleva adornos vegetales que representan hojas de roble, bellotas, flores y plumas.

Por su parte, la reina Silvia decidió llevar la tiara de rubíes del rey Eduardo VII, una elección poco habitual. Esta joya fue regalo de boda para Margarita de Connaught de parte de sus tíos, el rey Eduardo VII y su esposa la reina Alexandra del Reino Unido, y fue posteriormente vendida al rey Carlos Gustavo por uno de sus herederos. Silvia la llevó especialmente a finales de los 2000.

Y, como es habitual, la princesa Sofía lució su tiara nupcial. Regalo de boda de parte del rey Carlos Gustavo y la reina Silvia cuando se casó con su hijo, el príncipe Carlos Felipe, en 2015, la tiara fue modificada a partir de un collar, supuestamente, regalado a la reina por un príncipe tailandés. Es la pieza que siempre luce Sofía, ya que desde que se casó solo ha llevado en dos ocasiones tiaras del joyero familiar. Tiene la particularidad de que las piedras que la rematan son intercambiables, así que la nuera de los reyes suecos suele combinar las piedras con el color de su vestido. En esta ocasión lució pequeñas perlas, a juego con los pendientes.

Para una noche festiva como la de este martes en Estocolmo, fueron los reyes quienes dieron la bienvenida en el salón de baile del palacio a sus invitados. La reina Silvia optó por un look sofisticado con un vestido de noche de seda con una pequeña cola, manga larga y de un tono rosa oscuro, firmado por Georg et Arend.

La princesa Sofía apostó por el rojo, un vestido ajustado muy glamuroso que ya le vimos en la celebración de los Premios Nobel en 2018. Un diseño de corte tipo capelina y con mangas que se abren y llegan hasta los pies. La estilista de la princesa Sofía, Lotta Carlsen, sin duda ha vuelto a acertar con esta prenda de Zetterberg Couture, en cuya creación participó la propia Sofía. La mujer del príncipe Carlos Felipe llevó un bolso de mano de Christian Louboutin y lució sus pendientes LWL Jewelry.

Pero sería Victoria quien diera más que hablar con su vestido de seda azul cielo, totalmente plisado, obra de la diseñadora estrella sueca, Jennifer Blom. Lo combinó con su clutch de Anya Hindmarch.

Alrededor de 150 personas fueron las invitadas a la fiesta real en el Palacio Real de Estocolmo en una cena en la galería Carlos XI con invitados tan diversos como periodistas, financieros, actores o políticos. Por supuesto, no faltaron la primera ministra sueca, Magdalena Andersson, y la ministra de Asuntos Exteriores, Ann Linde. Una mesa de 45 metros de largo, nada más y nada menos, que estaba decorada hasta el más mínimo detalle con arreglos florales incluidos, diseñados por el florista de la corte, Claes Carlsson.