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Por qué siempre se lía cuando las políticas son portada
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DEBATE

Por qué siempre se lía cuando las políticas son portada

Da igual lo que lleven o cómo posen: la polémica está siempre servida

Foto: Kamala Harris. (Reuters)
Kamala Harris. (Reuters)

No vamos a comenzar diciendo (somos conscientes de que al decir que no vamos a hacerlo, ya estamos haciéndolo) que la relación entre política y moda es una historia de amor con todos los ingredientes que una buena 'rom com' tiene, pero lo cierto es que esta relación está ya tan consolidada que merece su género propio. Por ello, cuando un personaje político se pone en manos de la industria de la moda y presume de ello desde una revista de tedencias, el mundo reduce su velocidad para analizar cada detalle estilístico. Poco importa la entrevista que acompaña a las imágenes (como periodista, pronto aprendes a asumir que en la mayoría de los casos, el texto es para muchos el accesorio que complementa al look principal, la foto). El look es analizado con minuciosidad, pero la reflexión que subyace y que de verdad escuece es la de por qué ha decidido ser portada. Antes de continuar, queremos hacer una pregunta que invite a la reflexión: si los asaltantes al Capitolio avanzaron con tranquilidad porque sus disfraces les permitieron hacerlo, ¿y si cuando un político se 'disfraza' de marca y se convierte en portada, lo hace también para adentrarse en el Capitolio de nuestras casas sin que ofrezcamos resistencia alguna?

Cuando la revista de moda es el caballo de Troya

Prueba de que abrazar la moda está estigmatizado es que Kamala Harris no ha compartido en Instagram su polémica portada para 'Vogue', algo que sí hizo cuando lo fue junto a Biden en 'Time'. Si Jeff Bezos fuera portada de una revista de tendencias (Dior no lo quiera) y a su vez de 'Forbes', todos sabemos qué publicación subiría a las redes, pero también cuál examinaría con orgullo y esmero en la intimidad. ¿Es salir en una revista de moda el 'guilty pleasure' de empresarios y políticos?

Muchos creen que las revistas de moda son caramelos banales, y cuando un personaje político aparece en sus páginas, se enfrenta al escrutinio popular. Isabel Ayuso se convirtió en meme a causa de sus fotografías para ‘El Mundo’, y aunque en este caso no hablamos de una revista de tendencias, nos recordó que cuando un personaje político posa ante la cámara ajeno a un acto oficial, la ciudadanía parece no comprenderlo. Podríamos decir que el mundo les echa en cara que sumen a los 15 minutos de fama que a cada uno nos pertenecen, y que ellos multiplican hasta el infinito, minutos extra de una popularidad que ha sido teatralizada y maquillada. Ser portada de una revista de moda para un personaje político es, como indica ‘The Guardian’, lo más cercano a un retrato oficial que la cultura pop puede ofrecer, pero también una nueva fórmula de visibilidad.

"Cada vez que ocurre un suceso mediático como este, me pongo nerviosa, pero también pienso en que yo no crecí viendo a gente como yo en las revistas cuando era niña. Nunca vi a alguien como yo en un papel de poder, ni en la tele ni en ningún otro lugar en el que pudiera pensar que podría haber sido yo", explica Alexandria Ocasio-Cortez al compartir su portada de 'Vanity Fair'. Aunque a ella le da igual que muchos se queden en la superficie, porque sabe que la moda y sus plataformas son un altavoz inconmensurable para mandar su mensaje, parece a su vez disculparse por haberlo hecho.

Barack Obama ha sido portada de 'InStyle', Michelle ha sido la estrella de ‘Vogue’ en tres ocasiones, Justin Trudeau ha aparecido en ‘GQ’ y Alexandria Ocasio-Cortez, en ‘Vanity Fair’. Sin embargo, es muy posible que no recuerdes ni la de Justin ni la de Barack, mientras que las de Michelle y Alexandria sí estarán bien presentes en tu memoria, pues han sido analizadas y compartidas en tantas ocasiones que son ya imborrables. Podríamos entrar a valorar cómo las mujeres son analizadas de forma despiada, pero a su vez hemos de asumir que cuando un personaje accede a la política, se convierte en un personaje público, por lo que la ciudadanía cree tener el derecho a husmear en su vida privada y revisar sus armarios no buscando trapos sucios, sino looks que criticar. Si somos implacables con ellos y decidimos borrar las fronteras, ¿por qué no van ellos a hacer lo propio y posar para una revista de moda? Al fin y al cabo, las revistas llegan a un público amplio y dispar, por lo que cada gesto funciona como propaganda política. Las portadas se analizan y se comparten, y sirven a su vez de barómetro cultural.

Los retratos de Michelle Obama eran impolutos (sus brazos tonificados se han convertido en cada ocasión en el foco del debate, algo que bien conoce Letizia Ortiz); el de Kamala Harris, pretendidamente casual. Seríamos ingenuos si creyéramos que esa tela rosada de fondo es un gesto de dejadez. El fotógrafo, Tyler Mitchell, fue el encargado de retratar a Beyoncé en 2018 y está moldeando y narrando la experiencia negra al mundo con sus imágenes repletas de significado. La cantante también posó en diversas imágenes con telas y sábanas en el fondo, y en el caso de Kamala Harris, el que sean rosas supone un guiño a Alpha Kappa Alpha, la histórica sororidad de la vicepresidenta. Mucho se ha hablado de su traje arrugado (“¿Acaso no había un asistente de estilismo?”) y de sus deportivas Converse, que forman ya parte del ADN del discurso de la política. Esta portada ha logrado, incluso, que el asalto al Capitolio haya sido silenciado, por lo que el mensaje es claro: aparecer en una revista de moda va a ser polémico, pues incluso el no hacerlo lo es.

Al fin y al cabo, Donald Trump está profundamente enfadado porque Melania no haya aparecido en ‘Vogue’, y ella misma ha dicho que le da completamente igual ser portada. La realidad es que a ella le puede dar igual, pero al mundo no. En realidad, todos esperamos con ganas la siguiente portada con un personaje político como protagonista, pues supone un guiño pop al que los perfiles de las redes sociales de los políticos nos han acostumbrado. Con Instagram los sentimos más cercanos, pero una portada supone poner a todos los personajes a un mismo nivel y, en el fondo, esperamos que al hacerlo muestren también empatía, algo que es mucho más loable que unas Converse, un traje de chaqueta planchado o un buen titular.

No vamos a comenzar diciendo (somos conscientes de que al decir que no vamos a hacerlo, ya estamos haciéndolo) que la relación entre política y moda es una historia de amor con todos los ingredientes que una buena 'rom com' tiene, pero lo cierto es que esta relación está ya tan consolidada que merece su género propio. Por ello, cuando un personaje político se pone en manos de la industria de la moda y presume de ello desde una revista de tedencias, el mundo reduce su velocidad para analizar cada detalle estilístico. Poco importa la entrevista que acompaña a las imágenes (como periodista, pronto aprendes a asumir que en la mayoría de los casos, el texto es para muchos el accesorio que complementa al look principal, la foto). El look es analizado con minuciosidad, pero la reflexión que subyace y que de verdad escuece es la de por qué ha decidido ser portada. Antes de continuar, queremos hacer una pregunta que invite a la reflexión: si los asaltantes al Capitolio avanzaron con tranquilidad porque sus disfraces les permitieron hacerlo, ¿y si cuando un político se 'disfraza' de marca y se convierte en portada, lo hace también para adentrarse en el Capitolio de nuestras casas sin que ofrezcamos resistencia alguna?

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