Ana Álvarez: joven abuela, familia taurina y un sueño cumplido

De no haberse dedicado, y con éxito, al mundo de la interpretación, ella misma reconoce que habría sido periodista o escritora. Y eso que antes de ser actriz fue modelo. Nacida en Jerez de la Frontera, Ana Álvarez se trasladó pronto a Madrid junto a su familia y gracias a sus trabajos en la pasarela pudo recorrer el mundo antes de llegar a la mayoría de edad.

Precoz también a la hora ser madre, a los 20 años tuvo a su hijo Samuel, que ahora trabaja como especialista en escenas de acción con caballos para el cine y la televisión. 'Fast forward' a 2018, y la intérprete sorprendía a propios y extraños compartiendo en su Instagram una foto sosteniendo a un niño que bien podía haber sido su hijo, pero resultó ser su nieto.

"¡Un año cumplió mi nieto! Pasó volando", escribía Ana revelando su nueva faceta de abuela, ante la incredulidad incluso de compañeras de profesión como Emma Suárez que le comentaba entonces "¡enhorabuena querida! Estupefacta me dejas".

Además de su hijo, otro miembro de su familia se dedica también a la interpretación, en los ratos libres que le deja su profesión de torero. Su cuñado Óscar Higares está casado con Sandra, la hermana de Ana, y ella no esconde la admiración que siente por el también participante en la tercera edición de 'MasterChef Celebrity'.

"Estupendo. Le ayudé a pasar los textos", decía en una entrevista con 'Diez minutos' sobre su debut como actor en la serie 'Gigantes'. "Óscar es un hombre muy trabajador y se toma las cosas con mucha profesionalidad. Me encantaría trabajar con él". De momento, ambos acaban de colaborar compartiendo el plató de 'Pasapalabra', que ya es algo.

Tras matricularse en Escuela de Arte Dramático de Madrid, la primera oportunidad en el cine para Ana fue con la película 'Jarrapellejos, dirigida por Antonio Jiménez Rico en 1987 y su interpretación más reconocida internacionalmente fue en el inolvidable largometraje 'La madre muerta' de 1993, a las órdenes de Juanma Bajo Ulloa.

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Su primer gran éxito comercial llegaría cinco años después junto a Eduardo Noriega y Jorge Sanz con el largometraje 'Cha-cha-chá'. De aquel trabajo surgió también la relación sentimental que le uniría durante dos años con el actor santanderino –discreta ella, no han trascendido más romances suyos– y el dato de que, como reconoce Ana, muchas niñas se llamaran Lucía por el personaje que interpretaba.

Además de ser una de las actrices más reconocidas de nuestro país, la andaluza ha cumplido un sueño con la creación de Mr. Willbe, un espacio de talleres creativos para niños. Convencida de que la relación entre educación, creación y cine es un motor motivacional muy poderoso, arrancaba este proyecto en 2014, dirigidos a los jóvenes que estén dispuestos a crear un mundo mejor mediante la exploración de horizontes artísticos y tecnológicos.

Sobre esta aventura, en su web se recoge una de las frases favoritas de Ana, que citando a Antoine de Saint-Exupéry dice: "No enseñes a tu gente cómo se construye un barco, evoca en ellos el deseo de navegar".

Superada la cincuentena, no cree que se la haya encasillado en la actuación, pero sí opina que su parte racial andaluza no se ha explotado lo suficiente, en pos de papeles más elegantes.

Tampoco cree que tenga problemas con su edad para conseguir roles interesantes. "Pienso que habrá más papeles para mí cuando tenga cinco años más. Por genética envejezco muy bien, pero los papeles que se escriben para mujeres de mi edad es para no estar tan bien físicamente. No se dan cuenta de que las mujeres como yo, a punto de cumplir 50, ya no somos como las de antes", aseguraba en conversación con 'Qué me dices'.

En esa misma entrevista aseguraba que ni se plantea pasar por el bisturí. "Que no se me acerquen porque me dan miedo", confiesa antes de añadir que "nunca me he pinchado nada porque soy actriz, no me dedico a otras cosas. Para mí la edad es una bendición".

En lo que respecta a sus últimos trabajos, ambos han sido en la gran pantalla, con el sello del director Gonzalo Suárez y en formato de animación. En 'Alas de Tiniebla', compartiendo protagonismo con José Sacristán, nos trae una historia que difumina los límites entre cine y pintura para adentrarse la leyenda china de los soles que se rebelaron contra el orden establecido. Y en 'El sueño de Malinche' nos brinda una fábula sobre el encuentro de Cortés y Moctezuma con la mediación de una mujer, llamada Malinche.