Ricardo Urgell nos cuenta cómo está tras vender por 290 millones la mítica Pacha
Es uno de los artífices del sueño ibicenco: la apertura de la mítica discoteca puso en marcha un negocio que se expandió y culminó con una venta multimillonaria
La asociación Espíritu de los 80 ha dado esta semana el pistoletazo de salida a un proyecto que pretende traer al presente los recuerdos de una década a la que muchos miran con añoranza. Entre ellos, Ricardo Urgell, el fundador de la marca de las dos cerezas, Pacha, al que se ha otorgado, por indiscutibles méritos, el papel de presidente de honor de la fundación.
Hablamos con él en el restaurante El Yate, muy cercano al paseo de la Castellana de Madrid. Él llega moreno y en increíble buena forma física para sus 84 años de edad. Viene de Ibiza, donde reside desde los setenta, y deja claro que no le gusta el frío de Madrid ni el bullicio del local. Él, que siempre ha trabajado para que los demás disfrutasen de la noche, se considera un hombre diurno y tranquilo. Y más desde que en 2017 vendió su imperio por 290 millones que no le parecen suficientes, económicamente sí, pero su mente no puede parar y con la pena de lo que ya no tiene se ha embarcado en un proyecto nuevo: un local en Formentera que le mantiene entretenido a pesar de las reticencias de su hija. Hablamos con él.
¿Diría usted que los 80 fue la mejor época?
Sin duda, pero no en Madrid, en toda España. De todos los locales que yo tuve, la mejor época fueron los 80.
¿Está orgulloso de que hayan contado con usted para ser presidente de honor de este proyecto?
Muy orgulloso. Marilé, que era la relaciones públicas del Pacha de Madrid cuando era jovencita, es quien preside esta fundación. Ahora ya es mayorcita, han pasado 50 años y ahora se ha acordado de mí para esto.
¿Qué es lo que más le gustaría que se recordara de los 80?
La música, porque ahora más movida de la que hay en Madrid es difícil que haya. Madrid está a tope. Entonces es el momento de buscar la forma de volver a lo anterior, de revivir, hay que dar brillo a lo que un día triunfó.
¿Cómo está usted ahora? ¿Cómo se encuentra?
Pues, mira, con ganas de contarte y te voy a contar desde el principio. Yo nací en Barcelona y me convertí en un discotequero, aunque la palabra discoteca no existía aún, entonces se llamaban ‘boite’. Yo estaba trabajando como industrial, monté el primer Pacha en Sitges con 27 años y desde entonces no he parado. Estudié arquitectura, pero no aprobaba y me terminé denominando a mí mismo en un documental que me hicieron ‘el arquitecto de la noche’. En 2017 lo vendí todo y la verdad es que aún estoy triste por ello.
Su vida, al vender, habrá cambiado mucho, porque usted tenía un imperio, más de 100 discotecas.
Sí, pero, bueno, no eran todas porque muchas eran franquicias. Como Madrid fue un total éxito, me pedían mucho la marca para otras ciudades, y yo les hacía el proyecto y luego ellos lo llevaban como querían y, claro, no siempre funcionaba porque para que lo haga hay que currárselo mucho.
¿Cuál fue la clave de su éxito?
Pues currar, no dejar de hacer cosas. Yo estudié arquitectura y era un vago y no aprobé. Después empecé en esto y ya no paré, el 21 de julio del 67 abrí el primer Pacha y, a partir de ahí, resolví el pan nuestro de cada día, porque hasta entonces estaba tieso, pues ya hacía las discotecas porque me gustaba hacerlas. Tuve muchas otras además de Pacha: Equilibrio en Barcelona y Metamorfosis, otra en la Costa Brava, en Lloret de Mar, en Playa de Aro… Y ya en el 73, me fui a Ibiza y me quedé.
Se quedó y aún hoy vive en Ibiza, ¿qué tiene de especial la isla?
Ibiza cogió mucha fama, pero cuando yo fui había cuatro hippies y no había una peseta. Aquella Ibiza maravillosa se ha ido porque por donde pasa el hombre no crece la hierba. Yo vivo en el campo, en el interior de la isla. La parte del sur es la conocida, donde hay mucha gente, pero en la parte norte es muy diferente, incluso en temporada de verano.
Ha disfrutado mucho de la faceta de empresario, pero ¿también disfrutó mucho lo que supone la noche?
Pues a ver, como todo, degenera. Mi abuela, que era de 1800, me decía siempre que tiempos pasados fueron mejores y creo que es así. Al principio sí disfrutaba más de la noche. Empecé muy joven, pero después poco. Nunca me ha gustado el mundo del bullicio, el follón y tal… Yo disfrutaba con el proyecto y con el éxito, esa era mi adrenalina. Tenía más de 1.400 empleados y tenía que cuidarles. Y he tenido la suerte de que nunca me he drogado, solo he tomado alguna copa, pero me he cuidado mucho, no he sido muy vicioso en el mundo de la noche.
¿Sus hijos no han heredado su pasión por el negocio, no han querido continuar?
No. Ellos han hecho sus vidas y no les gustaba. Ellos me veían que yo no paraba en todo el día y siempre estaba viajando, porque he tenido discotecas en Brasil, en México, en Miami… Ellos no querían esa vida, por eso creo que lo mejor era vender y lo hice, aunque tenga mucha pena.
La fiesta Flower Power daba el pistoletazo de salida al verano, era mítica.
Mi hermano, que empezó conmigo, él de DJ, era el encargado de esa fiesta, cuya idea era salir del rollo patatero de música electrónica que me horroriza. Era una fiesta muy divertida en la que se recuperaba la música de los setenta.
¿No le gusta la música actual?
No. Y es que los chicos jóvenes no bailan, solo levantan los brazos. Si yo hubiera seguido, habría intentado buscar la manera de huir de la música electrónica. De hecho, lo voy a intentar.
¿Tiene aún proyectos en mente?
Sí. Voy a montar otro Lío en Formentera, igual que el de Ibiza, que fue un gran éxito. Mi hija me dice que pare ya de meterme en fregaos, pero me gusta y quiero hacerlo, estar parado me aburre. Estoy esperando el permiso, que aún no lo tengo, pero pienso abrirlo este verano.
Usted, a sus 84 años, va de la mano con la juventud.
Claro, es que yo he vivido siempre de la juventud. Dentro de lo que cabe, me conservo bien porque he vivido entre jóvenes, y esa tendencia me ha llevado a tener una actitud más joven, porque todo se contagia. Aunque en la noche también hay gente mayor, no solo jóvenes. Pacha de Ibiza y Madrid sí atraían a la gente mayor.
Habrá conocido usted a grandes figuras en el mundo de la noche.
He conocido de todo: estrellas, no estrellas, mangantes, cantantes…, de todo. Pero si me preguntas por famosos, pues sí, he conocido a muchos, pero de hola y adiós. El mundo de la noche es muy superfluo, no son mis amigos. El único que era muy muy muy amigo era Ángel Nieto, pero por la isla, no por las discotecas.
¿Cuál es el mejor recuerdo de sus 53 años como discotequero?
Recuerdo miles de noches, una especial fue la inauguración de Pacha en Madrid, que fue en abril de 1980, el día del Patrón de Cataluña, el 23. Gracias a Dios fue estupendo, aquel Madrid maravilloso de los 80, de la movida madrileña… Desde aquel día, no dejé de viajar entre Barcelona, Madrid e Ibiza durante los siguientes 37 años.
Habrá vivido grandes anécdotas en tantos años, cuénteme alguna que recuerde en concreto.
Pues, mire, recuerdo cuando una noche, aquí en Madrid, me llamaron y me dijeron: "Oye, que es que acaba de entrar Carmen Polo de Franco..." y yo nada, tranquilamente, bajé y fui a saludar, y como de toda la vida. Anécdotas hubo muchas, el mundo de la noche es lo que tiene, es interminable, pero no puedo contar mucho, todo tonterías.
La asociación Espíritu de los 80 ha dado esta semana el pistoletazo de salida a un proyecto que pretende traer al presente los recuerdos de una década a la que muchos miran con añoranza. Entre ellos, Ricardo Urgell, el fundador de la marca de las dos cerezas, Pacha, al que se ha otorgado, por indiscutibles méritos, el papel de presidente de honor de la fundación.