Los hermanos Martínez de Irujo, de nuevo unidos por la biografía de su padre

El pasado 6 de septiembre se cumplían cincuenta años de la muerte de Luis Martínez de Irujo, el primer marido de Cayetana Fitz-James Stuart, duquesa de Alba, y padre de sus seis hijos. Un aniversario que ha sido diferente a los anteriores en muchos aspectos. Uno de ellos tiene que ver con la publicación de la biografía escrita por el profesor de sociología José Miguel Hernández Barral, 'Luis Martínez de Irujo, duque de Alba. El peso de la fama', de la editorial La Esfera, que se presentaba el lunes en el palacio de Liria y con buena parte de los hermanos Martínez de Irujo unidos de nuevo para homenajear a su padre.

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La importancia de este libro ha sido dar visibilidad al que fuera uno de los hijos de los duques de Sotomayor. Su hija Eugenia, que tenía solo tres años cuando murió de cáncer, lo contaba a Vanitatis emocionada: "Hoy es un día muy importante. Estoy feliz. Es una manera de hacer justicia a su figura. Un hombre honesto, excepcional, disciplinado y sin ningún afán de protagonismo. Esta falta de ego hizo que su personalidad quedara difuminada. La pena que he tenido es que murió muy joven y no lo pude disfrutar".

Su figura no había sido reconocida hasta ahora. Y ha tenido que ser el actual duque de Alba, Carlos Fitz-James, el que se ha empeñado en dar visibilidad a su padre. Lo ha hecho abriendo las puertas del palacio de Liria y lo que esto conlleva para el autor, José Miguel Hernández Barral, quien tuvo palabras de agradecimiento para el aristócrata. En la presentación explicó que "era importante recuperar su legado" y coincidía con la duquesa de Montoro en "lo poco dado que era Luis Martínez de Irujo a figurar y su interés en pasar desapercibido. Su compromiso y acertada gestión del patrimonio económico y cultural para dar continuidad a la Casa de Alba".

El profesor tuvo acceso a información directa y a la documentación necesaria para la biografía, donde se refleja la personalidad de un aristócrata que nada tuvo que ver con los siguientes maridos de la duquesa de Alba. Ni con Jesús Aguirre, un hombre pretencioso y con un ego desmesurado que se apropió de legado cultural y emocional que había dejado su antecesor en la familia, ni tampoco con Alfonso Diez, un buen compañero de vida en los últimos años para Cayetana, pero sin implicaciones en el funcionamiento de la Casa de Alba.

La idea de escribir este libro partió del propio Carlos Fitz-James Stuart. Y así lo explicaba en la presentación, que tuvo lugar en la sala de música del palacio. El actual duque de Alba, que estuvo acompañado por Ymelda Navajo y por el autor, explicó que quería que la biografía fuera no solo un reconocimiento, sino también un legado que sirviera para su hijos, nietos y sobrinos: "Vosotros sois los continuadores de la Casa de Alba", dijo emocionado al ilustrar a los presentes sobre la personalidad de su padre.

Quizá lo más importante del acto fue la presencia en el palacio de Liria de los seis hijos de Cayetana. Salvo las bodas que se han celebrado en la familia, la presencia de todos ellos juntos no era habitual una vez que falleció la duquesa. Las rencillas y los malos rollos entre ellos no facilitaba la armonía. Pero cincuenta años después de la muerte de Luis Martínez de Irujo esta unión ha sido posible gracias a la buena voluntad de todos ellos. Como contaba Cayetano, duque de Arjona: "Ya es hora de aparcar lo pasado. Reivindicar la figura de mi padre es lo importante".

Carlos, el primogénito y duque titular, convocó a sus hermanos, hijos, nueras y sobrinos a la reunión familiar y literaria. No solo participó la familia en esta presentación, sino también amistades como Alicia Koplowitz, que ya es abuela feliz de siete nietos; la novia de Cayetano, Barbara Mirjan; los marqueses de Isasi; Antonio Eraso, marqués de Fernández Miranda; Luis María Anson o Tessa de Baviera y su hija Mirra. Uno de los invitados preferentes fue Ángel, que durante años estuvo al servicio de la duquesa de Alba y conoció al primer duque consorte y protagonista de la noche. Contaba cómo Luis Martínez de Irujo se encargó de la decoración de algunos de los salones del palacio, algo que no pudo continuar al fallecer.