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Un año sin Olivia de Havilland: así sigue vivo el legado de la última rebelde de Hollywood
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falleció en 2020 a los 104 años

Un año sin Olivia de Havilland: así sigue vivo el legado de la última rebelde de Hollywood

La Melania de 'Lo que el viento se llevó' falleció hace doce meses. Un documental y un libro publicado este año recuerdan su figura como última leyenda del Hollywood dorado

Foto: Olivia de Havilland, en una imagen de 1944. (CP)
Olivia de Havilland, en una imagen de 1944. (CP)

2020 nos quitó muchas cosas. En febrero, antes de que el mundo fuese consciente de una cosa llamada coronavirus, falleció Kirk Douglas. Al titán le siguió, el 26 de julio y en plena canícula, Olivia de Havilland. Con ellos dos, según nos contaron cientos de titulares, se fue el último resquicio del Hollywood dorado, de ese siglo de oro cinematográfico en el que se fabricaban películas en serie en unos estudios que controlaban hasta el más mínimo aspecto de la vida de sus estrellas. Ambos echaron el cierre a un cine sublime que significó el esplendor de las carreras de grandes como Hitchcock o John Ford. De Olivia, que murió con 104 añazos, se publicó de todo: desde lo mal que se llevaba con su hermana Joan Fontaine a la demanda que, ya centenaria, interpuso contra la serie ‘Feud’ por el retrato que hacía de ella Catherine Zeta Jones.

A lo largo de este año desde que murió la eterna Melita de ‘Lo que el viento se llevó’ hemos descubierto mucho más sobre ella; hemos sabido más acerca de la férrea personalidad de una actriz que revolucionó el star system y, en parte, contribuyó a acabar con él. Cuando demandó a Warner Bros por alargar su contrato de siete años contabilizando los tiempos de suspensión de sueldo por no aceptar películas superfluas, acabó ganando el juicio y finiquitó la esclavitud a la que estaban sometidos aquellos dioses de la pantalla. Pero esto ya lo sabíamos.

placeholder Olivia de Havilland, en 2010. (Reuters)
Olivia de Havilland, en 2010. (Reuters)

Los detalles insólitos, lo que no sabíamos de la protagonista de ‘La heredera’, han llegado en forma de libro y documental. ‘Hermanas’, escrito en los 80 por Charles Higham y publicado este mismo año por Notorious, nos reveló cómo la madre de Olivia y Joan fomentó, desde que eran unas niñas, la animosidad entre ellas. Joan tuvo que renunciar al apellido paterno, De Havilland, para no afear la carrera de su hermana. Bien sabido es que, frente a los papeles de dulce damisela junto a Errol Flynn o sufrida víctima en ‘Nido de víboras’, Olivia de Havilland tenía una personalidad de hierro. Durante sus días en Warner, que duraron hasta la demanda de 1943, traía de cabeza, según Higham, a peluqueros y diseñadores de vestuario con sus exigencias.

placeholder Portada de 'Hermanas'. (Notorious)
Portada de 'Hermanas'. (Notorious)

Cuando rodó ‘La heredera’, el que probablemente sea el mejor papel de su carrera más allá de la longeva popularidad de su Melania, William Wyler acabó hasta las narices de ella. Los cañonazos entre director y actriz fueron mutuos. El llamado ‘50 tomas Wyler’ le hizo repetir, hasta la extenuación, la secuencia en la que sube la escalera maleta en mano, tras ser plantada por su amado Montgomery Clift. El equipaje estaba lleno de pedruscos para hacer verosímil la angustia del personaje y no es nada raro que De Havilland acabase acordándose de la madre de Wyler en más de un momento. Tampoco que, en la década de los 50, cambiase la artificialidad de Hollywood por la discreta elegancia de París cuando decidió mudarse a la capital de Francia.

Un documental con poco contenido personal

El país donde vivió hasta su muerte también le ha rendido pleitesía estos días, en el reciente Festival de Cannes. Allí se ha estrenado ‘La rebelde Olivia de Havilland’, un documental dirigido por Daphné Baiwir que repasa, en 56 minutos, el carácter litigante de la actriz obviando sus cuitas más personales.

placeholder 'La rebelde Olivia de Havilland'.
'La rebelde Olivia de Havilland'.

Olivia de Havilland no fue una mujer que hablase en exceso de sus desvelos más privados. Ni siquiera sobre Dragon Lady, el apodo con el que calificaba a su hermana Joan. Tampoco de Benjamin, el hijo que tuvo en 1949 y al que perdió muy pronto, en 1991, cuando apenas superaba los 40 años.

placeholder Olivia de Havilland y su hijo Benjamin.(Cordon Press)
Olivia de Havilland y su hijo Benjamin.(Cordon Press)

El padre de Benjamin era Marcus Goodrich, un escritor y periodista con el que Olivia se había casado en 1946 después de una serie de romances con Howard Hughes, James Stewart y John Huston. Las fotos familiares y promocionales de entonces, en las que era habitual ver a la estrella de turno con su retoño, muestran a la actriz feliz y sonriente junto a su primogénito. Pero el divorcio rompió, en 1952, la paz familiar en la casa de la estrella. La propia Joan Fontaine ya había mirado con escepticismo el matrimonio de su hermana. "Todo lo que sé de él es que ha tenido cuatro esposas y escrito un libro. Qué lástima que no sea al revés", cuentan que dijo, irónicamente, la protagonista de 'Rebeca'.

Foto: Olivia de Havilland y su hijo Benjamin. (Cordon Press)

En 1955, Olivia se volvió a casar; esta vez con el francés Pierre Galante. En su decisión de trasladarse definitivamente a París no solo influyó la nacionalidad de su marido, sino también la custodia de Benjamin, que la actriz no quería perder. Finalmente, se pudo instalar en Francia con Galante, su primogénito y la hija que vino después, Gisèle, nacida en 1956. Fue por aquella época cuando a De Havilland empezó a dejarle de interesar el mundo de Hollywood y de las películas. Cuando aparecía en alguna, era de forma esporádica, como aquella vez que sustituyó a una enferma Joan Crawford en el rodaje de 'Canción de cuna para un cadáver', cinta que la volvió a unir a su gran amiga Bette Davis.

placeholder Olivia de Havilland, en una imagen promocional. (IMDb)
Olivia de Havilland, en una imagen promocional. (IMDb)

Tristemente, la vida de Benjamin fue corta, ya que una dolencia cardiaca provocada por la enfermedad de Hodgkin acabó con su vida en 1991, cuando tenía 41 años. Su madre estuvo con él hasta el final, pero pocas veces mencionó su pérdida en los medios. Olivia, que se había cansado de los oropeles de la fama durante su reclusión francesa, sufrió una especie de 'síndrome Katharine Hepburn' conforme fue envejeciendo. Como ocurrió con la Hepburn, a partir de los 90 fue más fácil entrevistarla y no se perdió ni una sola entrega de los premios que le otorgaban: desde la Medalla de las Artes que el entonces presidente Bush le entregó en 2008 al de Dama del Imperio Británico que le interpuso la mismísima Isabel II cuando ya había cumplido los 100 años, en 2017.

El 27 de julio, tras cumplir 104 años ese mismo mes y parecer inmortal, la no tan dulce Olivia se fue para siempre dejando huérfanos a los fieles de un cine que también se fue con ella; una forma de hacer películas a la que definitivamente se llevó el viento.

2020 nos quitó muchas cosas. En febrero, antes de que el mundo fuese consciente de una cosa llamada coronavirus, falleció Kirk Douglas. Al titán le siguió, el 26 de julio y en plena canícula, Olivia de Havilland. Con ellos dos, según nos contaron cientos de titulares, se fue el último resquicio del Hollywood dorado, de ese siglo de oro cinematográfico en el que se fabricaban películas en serie en unos estudios que controlaban hasta el más mínimo aspecto de la vida de sus estrellas. Ambos echaron el cierre a un cine sublime que significó el esplendor de las carreras de grandes como Hitchcock o John Ford. De Olivia, que murió con 104 añazos, se publicó de todo: desde lo mal que se llevaba con su hermana Joan Fontaine a la demanda que, ya centenaria, interpuso contra la serie ‘Feud’ por el retrato que hacía de ella Catherine Zeta Jones.

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