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Ricardo Bofill y su generosa herencia: sicavs, millones y prestigio internacional
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Ricardo Bofill y su generosa herencia: sicavs, millones y prestigio internacional

El arquitecto, fallecido a los 82 años, acumulaba un holgado patrimonio que gestionaba a través de diversas sociedades. Sus dos hijos, Pablo y Ricardo, trabajaban con él

Foto: Ricardo Bofill, fotografiado en Praga. (EFE/Gustavo Monge)
Ricardo Bofill, fotografiado en Praga. (EFE/Gustavo Monge)

Ricardo Bofill falleció el pasado 14 de enero a la edad de 82 años (recién cumplidos) y tan solo un mes después de que Richard Rogers, otro arquitecto legendario, abandonara también este mundo. Bofill se marchó sabiéndose uno de los nombres fundamentales de la arquitectura internacional. Lugares emblemáticos como el mítico Walden 7 de Barcelona, la Muralla Roja de Calpe, el hotel Vela, el barrio de Antigone en Montpellier, la sede de Shiseido en Ginza (que en su día fue el edificio más caro de Japón) o el Teatro Nacional de Cataluña se han convertido en los mejores argumentos de una vida y una obra dedicadas a la arquitectura prácticamente desde la adolescencia.

Durante sus últimos años siguió consagrado a su obra desde La Fábrica, la casa taller que construyó en el año 2000 en Barcelona, aunque con un perfil mucho más bajo que en los años 70, cuando se convirtió en el primer 'arquitecto estrella'.

Bofill llevó una vida laboral nómada. Vivió en varios países y su nombre se encuentra en edificios de Estados Unidos, Francia, Japón, África, Rusia, India o China. Aunque la popularidad en su sentido más estricto le llegó cuando uno de sus dos hijos, Ricardo, se casó con la hija mayor de Julio Iglesias, Chábeli.

Para entonces, Bofill ya se había deshecho hacía tiempo del 'star system'. "Decidí que no quería seguir siendo famoso, la celebridad y la competición dejaron de interesarme: lo que me interesaba era la arquitectura en sí misma y adopté un perfil bajo. Por ese motivo, he concedido muy pocas entrevistas. No me interesa tener una gran fama porque es peligroso: te construye una personalidad que no es la adecuada para el trabajo, te transforma en un individuo orgulloso y despectivo", contaba en una charla con 'ABC' no hace tanto.

Foto: Ricardo Bofill júnior, en una imagen de archivo. (Cordon Press)

"¿No ha tenido problemas económicos?", le interrogaba un periodista de 'El País' en otra charla hace años. "No. He conseguido el dinero necesario para tener las menos preocupaciones posibles. Para ser libre has de tener suficiente dinero y nula preocupación por el estatus social". Aunque rechazara la fama, su trabajo le reportó un holgado patrimonio económico que el arquitecto gestionaba a través de diversas empresas y sociedades de inversión, que presumiblemente heredarán sus hijos.

Dos herederos

El arquitecto tiene dos hijos de dos relaciones diferentes. Pablo Bofill, economista y director general de su despacho de arquitectura, fue fruto de su relación con Annabelle D’Huart. Y Ricardo lo fue del matrimonio entre el arquitecto y la actriz Serena Vergano. Ricardo júnior fue protagonista en tiempos de la prensa del corazón por su citado matrimonio con Chábeli Iglesias y su posterior relación con Paulina Rubio, pero hoy ejerce de arquitecto consolidado en el taller de su padre, imparte conferencias y lleva una vida totalmente alejada del 'show business'.

Los dos hijos, junto con su viuda, Marta de Vilallonga, se sientan en el consejo de la sicav Kappa Sounion Cartera. Esta sociedad de inversión de capital variable fue noticia en los mentideros económicos hace justo un año porque la gestora de grandes patrimonios del Santander logró arrebatársela a Caixabank Asset Management, llevándose con ella un patrimonio en torno a los 13 millones de euros.

"Estos movimientos se suelen dar cuando una entidad hace una oferta comercial que puede englobar menos coste, más servicios... y la sicav es solo un síntoma, lo normal es que estos grandes clientes trasladen todo el patrimonio a esa nueva entidad", explicaba entonces a Vanitatis un periodista del sector. Tenía lógica, teniendo en cuenta que durante ese año 2020 la sociedad había perdido mucha rentabilidad. Como se ha reflejado después en el informe de cuentas de su sociedad matriz, la sicav se había dejado casi 200.000 euros por el camino en ese ejercicio. Por cierto, a pesar de su audacia creativa, su perfil como inversor era más bien conservador.

Foto: Norman y Elena Foster, en San Sebastián. (Getty/Carlos Álvarez)

El arquitecto gestionaba su entramado empresarial a través de Ricardo Bofill SL, de la que pende un grupo de sociedades dedicadas a servicios técnicos, proyectos de arquitectura, alquiler de locales, o inversión bursátil. De todas ellas, la de mayor activo es Bofill Arquitectura SL, un bólido en términos financieros. En el último balance de cuentas presentado en el Registro Mercantil, el legendario arquitecto se mostraba exultante con los resultados de su taller: "La cifra de negocios del ejercicio 2020 se ha incrementado de forma importante respeto al ejercicio anterior en un 161%, lo que supone un incremento en valores absolutos de 13.954.295,93 euros. Esta situación supone la consolidación de la tendencia iniciada en el pasado ejercicio gracias a la consecución de nuevos proyectos de gran envergadura como es el Royal Art Complex en Arabia Saudí. Para el próximo año se espera mantener el volumen de facturación del presente ejercicio. Además, la situación financiera y patrimonial de la sociedad se considera que seguirá siendo buena", escribía.

Además del proyecto en Arabia Saudí, el taller puso en marcha otro en Costa de Marfil en el año 2018, y uno más en Marruecos. Bofill Arquitectura logró unos beneficios en el año 2020 de 1.850.000 euros, al pasar su cifra de negocio de los 8 a los 22 millones de euros.

Los Bofill poseen otras inversiones millonarias. De hecho, otra entidad bancaria, en este caso la gestora de grandes patrimonios de BBVA, lleva las riendas de su otra sicav, Alfa Inversiones Bursátiles, que dispone de un capital en circulación de 6.076.305 de euros. A través de Taller de Arquitectura de Barcelona SL gestionan la compraventa y alquileres de terreno e inmuebles en general. Según su informe de cuentas, los arrendamientos de locales les reportaron 375.613 euros en 2020.

Aunque el taller de Bofill no logró el concurso para ampliar el aeropuerto de Barcelona, uno de los sueños del arquitecto, lo cierto es que está en plena expansión y los proyectos se acumulan. Estos días, los obituarios en la prensa jalonan su figura, porque la verdadera herencia está en ese inmaterial que es el prestigio y la huella. No está mal para alguien que no pudo terminar la carrera en la Escuela de Arquitectura de Barcelona por razones políticas (consiguió graduarse en Ginebra, tiempo después).

Ricardo Bofill falleció el pasado 14 de enero a la edad de 82 años (recién cumplidos) y tan solo un mes después de que Richard Rogers, otro arquitecto legendario, abandonara también este mundo. Bofill se marchó sabiéndose uno de los nombres fundamentales de la arquitectura internacional. Lugares emblemáticos como el mítico Walden 7 de Barcelona, la Muralla Roja de Calpe, el hotel Vela, el barrio de Antigone en Montpellier, la sede de Shiseido en Ginza (que en su día fue el edificio más caro de Japón) o el Teatro Nacional de Cataluña se han convertido en los mejores argumentos de una vida y una obra dedicadas a la arquitectura prácticamente desde la adolescencia.

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