La cena de doña Sofía y la infanta Cristina en un mítico local vinculado a una gran tragedia de la familia real
El local elegido por la madre y la hermana del rey Felipe VI fue el emblemático restaurante Casa Ciriaco. tras salir, pasearon por la calle ante el asombro de los ciudadanos presentes
Este pasado Viernes Santo, la reina Sofía y la infanta Cristina dieron una gran alegría a los cofrades que protagonizaron la tradicional procesión del Cristo de los Alabarderos.
Acompañadas de la princesa Irene de Grecia, la madre y la hermana de Felipe VI llegaron al Palacio Real, donde la emérita vivió un emocionante momento cuando la Hermandad la nombró miembro de honor de la congregación, haciéndole entrega de su respectiva medalla.
Iniciada la procesión, el Cristo de los Alarbaderos recorrió, ante las emocionadas y atentas miradas de doña Sofía y la infanta Cristina, calles aledañas al Palacio Real, como Bailén o la calle Mayor, en dirección a la Iglesia de las Fuerzas Armadas.
Fue precisamente en el número 84 de la calle Mayor donde la reina emérita y su hija decidieron hacer una parada para descansar y cenar algo antes de incorporarse de nuevo al trayecto de la cofradía. El local elegido fue el emblemático restaurante Casa Ciriaco, situado muy cerca de la Catedral de la Almudena y que forma parte del paisaje urbano de la calle Mayor desde 1887, cuando comenzó su actividad como almacén de vinos.
Fue en 1929 cuando se reconvirtió en taberna y tomó el nombre que hoy lleva gracias a los hermanos Ciriaco y Pablo Muñoz Sanz.
Desconocemos qué cenaron exactamente la reina Sofía y su hija, pero lo que sí es seguro es que pudieron degustar algún plato de la cocina más tradicional y castiza. Casa Ciriaco está especializada en este tipo de manjares y ofrece, entre mucha otra variedad, callos, rabo de toro, estofado o su plato estrella: la gallina en pepitoria.
Resulta además curioso que la esposa y la hija de don Juan Carlos eligieran este local en concreto, ya que el establecimiento está vinculado a un trágico hecho histórico que toca de lleno a la familia real española. El restaurante se encuentra ubicado en un edificio desde cuya cuarta planta el anarquista Mateo Morral Roca, el 31 de mayo de 1906, arrojó una bomba escondida en un ramo de flores contra la comitiva real que acompañaba a Alfonso XIII (abuelo del rey Juan Carlos) y Victoria Eugenia de Battenmberg, quienes acababan de contraer matrimonio en la iglesia de los Jerónimos. La pareja se dirigía hacia el Palacio Real cuando ocurrió esta tragedia. La bomba no dañó a la pareja real, pero sí provocó la muerte de una veintena de personas y cientos de heridos. El suceso fue considerado como el primer atentado contra la monarquía española.
Doña Sofía y doña Cristina acudieron solas al restaurante, sin la compañía de la princesa Irene de Grecia y sin Simoneta Gómez-Acebo, con quien sí habían coincidido antes del inicio de la procesión en el Palacio Real. Allí, madre e hija se mostraron muy cariñosas con ella, que se encuentra en pleno duelo tras la reciente muerte de su hermano Fernando a los 49 años.
Una vez finalizada la cena, la reina Sofía y la infanta Cristina salieron del establecimiento, momento en el que varias personas gritaron “¡viva la Reina!”, como muestra de cariño hacia la emérita.
Cuando se esperaba que regresaran al palacio de la Zarzuela, donde está instalada la infanta Cristina, madre e hija retomaron la calle Mayor. La idea era llegar a la Puerta del Sol para recibir la procesión que acompañaba al Cristo de Medinaceli y a la Virgen de los siete Dolores.
Lo llamativo de su recorrido fue que lo hicieron andando, cogidas de la mano y rodeadas de gente que no daban crédito a la presencia de la reina emérita y la infanta. La sorpresa para los viandantes era grande y cuando reconocían a doña Sofía, le agradecían que estuviera como una más dando visibilidad a las procesiones de Madrid.
Los únicos que lo pasaron regular ante la decisión de la reina fueron los escoltas, que a pesar de lo abarrotadas que estaban las calles del centro de Madrid de seguidores y turistas a esa hora de la noche, lo único que hicieron fue servir de acompañamiento.
Varios ciudadanos que salían de la plaza de la Villa, de la iglesia de las Carboneras, se la encontraron de frente y el asombro fue total, como aseguran a Vanitatis. “No nos lo podíamos creer. La reina nos saludó y siguió su marcha, que era bastante rápida. Se la veía contenta”.
Una vez que la madre y hermana de Felipe VI cumplieron con la tradición, subieron a los coches que las esperaban en la calle Alcalá.
Este pasado Viernes Santo, la reina Sofía y la infanta Cristina dieron una gran alegría a los cofrades que protagonizaron la tradicional procesión del Cristo de los Alabarderos.
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