Un balneario de reyes: descubre en Asturias cómo es una auténtica villa termal de lujo
No es difícil imaginarse a un miembro de la realeza aquí, ya que es un sitio especialmente discreto, bucólico y vanguardista
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Un balneario es, cómo decirlo, el colmo del lujo. Ese recreo decimonónico que se nos vuelve la mar de tentador en esta búsqueda incesante de paraísos en que nos encontramos. Y lo mejor es que estos retiros de aguas también han adelantado una barbaridad y ya no son como entonces, esos tiempos en que el mismísimo Pío Baroja (sí, el escritor) pasaba consulta (en el de Cestona, Guipúzcoa), sino como ahora. Solo hay que irse a la verde Asturias, al ladito de Oviedo, esa ciudad mágica que Woody Allen puso en el mapamundi, para comprobar cuántos placeres puede proporcionar una villa termal. En Las Caldas, un balneario histórico reconvertido con novísimas instalaciones, que tomamos de ejemplo, sabrás lo que es un nuevo jardín de Epicuro. En efecto, la vida saludable (y placentera) era esto.
5 estrellas + litros de aguas mineromedicinales
Y el resultado de la suma es lujo total. El de este hotel y el de sus modernas instalaciones, técnicas y tratamientos, cuyo protagonista, más allá del insigne edificio, es el agua mineromedicinal que brota (a 40 grados) de una gruta de gran belleza justo en el centro de lo que fue la original Casa de Baños. Estas aguas termales se conocen desde el siglo XVII. Parece utópico pero es real. Las Caldas Villa Termal, el nombre completo de nuestro apoteósico destino, nació “para satisfacer las necesidades y adelantarse a las expectativas del siglo XXI”, nos cuentan desde la casa. Y vaya si lo consiguen. Ahora que ya no nos podemos tumbar a la bartola, al menos por estos lares, ni tirar de chiringuito y otras bondades, nada como recurrir a los balnearios 2.0 que encima tienen el plus del esplendor máximo del proverbial antaño. Nos zambullimos.
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En un paraje muy Instagram
Ya lo decíamos antes, está a solo 8 km de Oviedo, la ciudad también de La Regenta, entre el mar y la montaña, así que no tendrás que elegir, y en la ribera del río Nalón, con lo que el bucolismo es de libro (y de IG). Además, el edificio, construido entre los siglos XVIII y principios del XX, tiene todas las hechuras de un palacio real. Un viajero inglés de aquellos de entonces llegó a comparar sus aguas con las de Bath, que tanto amaron los romanos. Tambien es de ensalzar la soberbia pasarela de hierro de 1899 que une los dos edificios originales, tal vez un sueño de Escher; la Sala de los Espejos, con las pinturas de Arboleya y del Río, y las molduras de yeso, todo de entonces, ¡ay!
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Un hotel (o dos) de vanguardia
Cierto que en origen fue el sueño de la Asturias de la Ilustración, solo hay que verlo, pero en la actualidad el Gran Hotel Las Caldas es todo un resort a su manera, que es única, con 79 habitaciones, todos los servicios de un cinco estrellas y el lustre que le dan sus dos siglos de historia y... sumando. Y no es el único, porque a su lado está el Hotel Enclave Las Caldas, de cuatro estrellas, este con 77 habitaciones y unas vistas que hay que alabar: sierra del Aramo, valle del Nalón y los verdes prados que solo hay en Asturias.
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Y la estrella de la película: el Balneario Real
La antigua Casa de Baños, donde empezó todo, es el Balneario Real, el reino de la hidroterapia con tres áreas diferenciadas que son igualmente palaciegas. A saber: el Manantial, con su cueva y sus tres piscinas de contraste, las de relajación, sus circuitos, su jacuzzi y un largo etcétera placentero por demás; la Sala de Columnas, lo más exclusivo de lo exclusivo, en un espacio abovedado, perfecto para parejas, y la zona Wellness & Beauty, con 25 cabinas de todos los tratamientos que te puedas imaginar. Este balneario tan royal, con clínica médica y de fisioterapia y un centro deportivo, no quita protagonismo, aunque se lo pone difícil, al Aquaxana, un espacio de ocio y relax a lo grande cuyo centro es la piscina de La Cúpula, inspirada en aquella otra de la antigua Roma, la del Panteón de Agripa. Y alrededor, imagínatelo: terrazas, jardines, miradores... Aquí podría haber ambientado uno de sus cuentos Chejov.
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A tumbarte a la bartola o... a no parar
Además de los circuitos típicos de balneario, aquí puedes jugar al golf, hacer running, nadar, dar un paseo en bicicleta o a caballo, apuntarte a un descenso en canoa por el río Nalón (con monitores) y, por supuesto, hacer turismo. En la misma villa de Las Caldas, está el castillo de San Juan Priorio, la iglesia del mismo nombre, románica y con acceso directo desde el jardín histórico de la villa termal; y Oviedo, con toda su arquitectura a cuestas, su regio pasado y su espíritu cultural. Eso por no hablar de las cosas de comer, que se resuelven en el restaurante Viator y en su huerto ecológico. Toma nota.
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Un balneario es, cómo decirlo, el colmo del lujo. Ese recreo decimonónico que se nos vuelve la mar de tentador en esta búsqueda incesante de paraísos en que nos encontramos. Y lo mejor es que estos retiros de aguas también han adelantado una barbaridad y ya no son como entonces, esos tiempos en que el mismísimo Pío Baroja (sí, el escritor) pasaba consulta (en el de Cestona, Guipúzcoa), sino como ahora. Solo hay que irse a la verde Asturias, al ladito de Oviedo, esa ciudad mágica que Woody Allen puso en el mapamundi, para comprobar cuántos placeres puede proporcionar una villa termal. En Las Caldas, un balneario histórico reconvertido con novísimas instalaciones, que tomamos de ejemplo, sabrás lo que es un nuevo jardín de Epicuro. En efecto, la vida saludable (y placentera) era esto.